EDITORIAL
¿Quiere usted emprender un proyecto de reforma de su sistema educativo? No hay problema. Después de cincuenta años de intentos, el mundo ya encontró la fórmula. Más aún, quienes la han descubierto, a costa de muchos intentos y fracasos, han tenido la generosidad de compartirla con todos los interesados. ¿Puede haber algo mejor que eso?
Pero hay un problema. Allí donde los sistemas educativos funcionan mal y persisten en hacer lo contrario de lo que se necesita para obtener otra clase de resultados, los interesados en mejorarlos no están muy convencidos de la necesidad de cambiarlos. Creen que todo puede ir mejor ajustando unas tuercas aquí y poniendo unos parches allá. Peor todavía. Hay quienes desprecian la fórmula secreta, minimizan las experiencias que las sustentan y se obstinan en inventar una fórmula nueva en base a sus propias iluminaciones.
Las consecuencias posteriores son obvias. Reiteramos antiguos errores, relativizamos las estrategias más efectivas o las simplificamos hasta dejarlas irreconocibles, elegimos las rutas más largas, cuando no perdemos el camino, para acabar cayendo en los mismos hoyos en los que otros sucumbieron; y, por supuesto, culpar a otros del desengaño.
El año 2007, Michael Barber y Mona Mourshed hicieron pública una investigación que revelaba las claves del éxito de una veintena de países de Europa y Asia en sus proyectos de reforma educativa. Curiosamente, se publicó el mismo año en que se aprobaba el Proyecto Educativo Nacional en el Perú. ¿Cuáles eran aquellas claves que hicieron evolucionar sus sistemas educativos de una manera tan efectiva? Fueron cuatro.
Un currículo de calidad
Una estrategia que asegure su real cumplimiento
Un financiamiento equitativo para todas las instituciones educativas
Liderazgos efectivos en la conducción de este proceso a nivel de sistema y de escuela
Parece simple, pero el secreto del cocinero está en la combinación. Dicho de otra manera, si contamos con un currículo coherente que fije metas claras y exigentes de aprendizaje, todas las energías tendrían que colocarse en lograr que todos los docentes sepan y puedan enseñar del modo que se requiere para lograrlas, que a sus escuelas no les falte los recursos que le son indispensables; y, muy importante, que quienes conduzcan este esfuerzo hasta el final, sean líderes con visión de conjunto, mirada de largo plazo y estabilidad en el rol en un periodo no menor a seis años.
Las lecciones que deja la experiencia internacional nos dice que ninguno de estos cuatro factores asegura el éxito del proyecto por sí mismo. Es decir, tienen que entrar a tallar los cuatro, plantearse cada uno con la necesaria claridad y asegurar que se relacionen unos con otros con total coherencia. Si falla uno solo, todo se arruina.
Este mes el Consejo Nacional de Educación hará pública su primera versión del nuevo Proyecto Educativo Nacional al 2036. Confiamos en que lo sustantivo de la propuesta recoja las lecciones de la historia e incluya con claridad las condiciones de viabilidad de los objetivos y políticas pensadas para los próximos quince años.
Lima, 11 de noviembre de 2019
COMITÉ EDITORIAL