2021: ¡Allá vamos!

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EDITORIAL

El 15 de julio de 2020, el entonces ministro de Educación, Martín Benavides, presentó la estrategia de cierre de brecha digital, un proyecto destinado a favorecer la enseñanza remota a través de Tablets. Se informó que 966,293 alumnos y 90,137 docentes las recibirían, sobre todo los que están en las áreas rurales y en zonas urbanas pobres. Aunque la distribución se inició más tarde de lo que se anunció, muchos niños de las escuelas focalizadas en distintas regiones ya las están recibiendo.

¿De qué se trata la brecha digital? De manera sencilla podríamos definirla como las diferencias existentes entre quienes pueden acceder a la red y a los diversas medios y recursos que ella ofrece, y aquellas que no, lo que supone desigualdad de posibilidades para acceder a información, al conocimiento y a la educación. El acceso puede medirse en términos de conectividad, tanto como de competencias digitales básicas para hacer uso adecuado y óptimo de sus posibilidades.

Pero aquí tenemos problemas. Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, ha dicho: «El acceso a banda ancha de Internet no llega al 50% en la región, lo que se traduce en exclusión digital y menos oportunidades para muchos. Hace ya algún tiempo se habla de los “pobres digitales”. En tiempos de coronavirus esto significa que millones de personas -demasiadas- no acceden a posibilidades de empleo remoto, educación y formación profesional en línea, o servicios financieros, entre otros beneficios».

El reto es inmenso y no solo para el Perú. Pero hay que dar pasos firmes en la dirección necesaria para acortar esa brecha, en especial la que afecta las posibilidades de educación de nuestros niños y jóvenes. Pasos que, además, puedan ser irreversibles, porque tenemos una larga experiencia en el país de intentos fallidos.

Para dejar en claro lo que implica el proyecto de cierre de brecha digital en la educación básica, entrevistamos a Ricardo Zapata, ex director de Innovación y Tecnología Educativa del Minedu. Lo extenso de nuestro diálogo y la importancia de sus declaraciones hizo necesario publicarla en su integridad en un suplemento especial, que puede descargarse en el enlace que está al final del artículo que da a conocer una parte de sus respuestas.

Para completar el panorama de las oportunidades que un proyecto como el de las Tablets podría ofrecernos, también encontrarán un balance de las lecciones y desafíos que nos deja el 2020 respecto de Aprendo en Casa, así como también distintas miradas a estrategias, debates y experiencias esencialmente disruptivas. Esa es una buena razón para utilizarlas como espejo, porque necesitamos algo que nos devuelva la mirada con crudeza para poder reconocer nuestros errores e imaginar nuevas rutas al desarrollo de la educación en este nuevo año. Un año que ya empezó mal y que no promete ser más fácil que el anterior.

Lo vivido hasta ahora, en el país y en el mundo de la educación, ha sido demasiado duro para pensar obstinadamente que la pandemia es una lluvia estacional o una exageración insoportable. La disyuntiva es muy clara: o lo asumimos como un punto de quiebre y reestructuramos nuestra forma de entender la educación y de ofrecerla; o solo cabe esperar que la Luna caiga sobre la Tierra para hacernos reaccionar y que los sobrevivientes puedan comprender finalmente que la educación jamás deberá volver a ser la misma.

Lima, 1 de febrero de 2021
Comité Editorial