Editorial
¿Cómo explicaríamos la forma en que el virus afecta nuestro organismo, las causas y consecuencias de la pandemia, las medidas básicas de prevención, lo que se debe hacer y no hacer en caso de contagio y cómo una eventual vacuna podría protegernos? No cabe duda que la respuesta a esta pregunta puede dar lugar varias y prolongadas conversaciones de corte científico o una serie de artículos especializados, como de hecho ha venido ocurriendo en el mundo desde hace seis meses.
Ahora bien, ¿cómo se lo explicaríamos a un niño de 5 años?
Muchas maestras de Educación Inicial han venido ensayando diversas formas de hacerlo, una tarea grata y necesaria pero exigente, porque se trata de una respuesta amplia, variada, compleja. Una respuesta que se deberá asociar a otras preguntas y explicaciones previas, para poder comprender a cabalidad cómo hemos llegado hasta aquí como humanidad y qué hay que hacer, no solo para salir del hoyo sino para no volver a caer en él. Pero se puede y ese esfuerzo por hablar de forma sencilla de temas complicados ha dado lugar incluso a cuentos y videos maravillosos.
Pero ahora, preguntémonos, ¿cómo explicaríamos la incidencia de factores socioeconómicos, geográficos, pedagógicos, culturales, normativos, administrativos y presupuestales en los procesos de implementación curricular desde una modalidad a distancia, a millones de estudiantes de educación básica que reciben el servicio en condiciones extremadamente desiguales? Si debe ser respondida a interlocutores que están ubicados en puestos de decisión, las explicaciones podrían ser sumamente técnicas, extensas y complejas.
Ahora, ¿cómo se lo explicaríamos a un padre de familia o a cualquier ciudadano ajeno al mundo de la educación y de las políticas públicas?
Hace seis años, en agosto de 2014, Educacción apareció en las redes sociales con la finalidad de acercar a la comprensión del ciudadano de a pie, temas de política educativa de gran importancia que, si figuran en la agenda de gobierno, precisamente, es porque representan problemas de interés ciudadano. En el abecé de las políticas públicas, es un lugar común decir que la clave de su sostenibilidad a largo plazo está en la posibilidad de apoyarse en un amplio consenso ciudadano. Pero, ¿cómo podría ser eso posible si su discusión se mantiene en los estrechos círculos de los especialistas?
Abrir las fronteras de ese debate para involucrar al ciudadano, a las personas no especializadas en temas normativos, económicos o curriculares, suponía el reto de hablar de temas inevitablemente complejos de manera clara, precisa, fluida, sencilla, ágil y, además, concisa. Por si fuera poco, suponía hacerlo de tal manera que la gente alejada del ámbito de la gestión pública o la investigación académica, percibiera que esos temas tenían que ver con ellos y que le convenía formarse una opinión personal. Pero no cualquier opinión, sino sobre todo una opinión informada.
Acabamos de cumplir seis años en ese esfuerzo. Algo debemos estar haciendo bien, porque en ese periodo, nuestra Web ha sido visitada 3 millones 200 mil veces, hemos producido más de 600 artículos, escritos por más de 100 profesionales o jóvenes estudiantes y hemos logrado 25 mil seguidores en Facebook. Pero si algo suscitan en nosotros estas cifras son básicamente dos sentimientos: gratitud y responsabilidad.
Gratitud con todos quienes mes a mes se esfuerzan por compartir con generosidad y del modo más sencillo posible las lecciones e ideas que son fruto de su valiosa experiencia. Gratitud con todas las personas que nos leen siempre con interés y nos comparten con entusiasmo. Pero también responsabilidad por sostener una línea editorial de aporte crítico y constructivo, alejado de la condescendencia, tanto como del lamento o la ofensa, del optimismo complaciente y también del pesimismo arrogante. Nos gusta pensar con todos los sombreros y no tenemos fanatismo por el amarillo, como tampoco predilección por el rojo y el negro.
Es un esfuerzo constante, que pasa por las emociones, atraviesa la cabeza y se instala en el lenguaje, con resultados no siempre óptimos, pero que no declina ni declinará. Sólo el diálogo informado hará posible consensos sólidos y viables en favor de otra educación, de una que abandone la nostalgia por el siglo XIX y ofrezca a las actuales generaciones, como diría Paulo Freire, el equipaje que necesita para cambiar el mundo.
Lima, 7 de setiembre de 2020
Comité Editorial