Waldo Mendoza Bellido
Profesor del Departamento de Economía de la PUCP
El Perú está enfrentando dos choques. El choque externo, derivado de los efectos del COVID-19 en la economía mundial, y el choque directo del COVID-19. El choque externo es más grande que el de 2008-2009. Aun si no tuviésemos el COVID, estaríamos en problemas. El choque interno es el más grande desde a la guerra con Chile. Voy a ocuparme solo del choque interno.
Según los epidemiólogos, que son las personas a las que hay que escuchar en estas coyunturas, en países como el Perú, está probado que la cuarentena es el método para combatir el COVID-19. La cuarentena tiene que ser radical, no “chicha”. La exceptuación de la minería de la cuarentena es el primer gran error gubernamental por el que podemos pagar caro.
Para la parte médica, hay que darle todo lo que pida el Ministerio de Salud para ayudarle a detectar y tratar a los infectados, y para que el número de camas de UCI sea suficiente. Estamos en una guerra. En la guerra, hay que gastar.
La cuarentena, o, en general las políticas de aislamiento social, rompen el circuito de producción, ventas e ingresos. Si las empresas están en cuarentena, no producen. Si no hay producción, no hay ventas. Y si no hay ventas, no hay ingresos. Y si las personas y los hogares no reciben ingresos, estamos en grandes problemas: ¿cómo pedirles que soporten una cuarentena sin ingresos? Ese es un absurdo que nos puede estar poniendo al borde del estallido social.
Hablemos de las empresas y las familias. Luego hablaremos de los bancos.
De lejos, la tarea más urgente, es hacer llegar ingresos a los hogares, por todos los medios que sean posibles, para que hagan la cuarentena. Además de las transferencias, hay que pensar en el pago de la luz, el agua, algunos servicios que deben suspenderse. También deben suspenderse los pagos a los municipios. Todo aquello que signifique más
ingresos o menos gastos para los hogares, ayuda.
Para la población trabajadora formal hay una solución nítida: licencia con goce de haber para los trabajadores. No necesitan transferencias. Para la población trabajadora informal estamos en problemas. Por algún medio, tienen que llegarle ingresos a través de las transferencias del Estado.
Si las empresas formales no están vendiendo y además tienen que pagar salarios y otras obligaciones y cargas sociales, no hay duda de que van a quebrar. La solución de corto plazo es que el Estado deje de cobrar todas las obligaciones a las empresas por uno o dos trimestres. Es el precio que hay que pagar para que cumplan con sus trabajadores. Quizá podría hacerse alguna discriminación por tamaño de empresas, pero tiene sus riesgos.
Las empresas informales tampoco están vendiendo. En este caso el apoyo es más complicado. Pero no hay problema, todo el apoyo lo recibirán a través de los hogares.
Respecto a los bancos, que me parece es lo más sólido que tenemos y que tienen espaldas para resistir por un buen tiempo la crisis, la SBS tendrá que ofrecer todas las garantías para que las empresas no quiebren por un problema de liquidez. Ojo con lo que pasó con la ruptura de la cadena de pagos en 1998. El BCRP, además de lo que está haciendo, debería pensar en medidas no convencionales, del tipo préstamos a largo plazo para los bancos para contribuir en esta guerra.
Como los ingresos fiscales se van a caer como nunca antes en la historia (por la gran caída del PBI y de los precios internacionales, y por las medidas tributarias de alivio a las empresas y las personas) y como el gasto público va a tener que subir, como nunca antes también (todo lo que pida el Ministerio de Salud, transferencia a hogares), el déficit fiscal va a alcanzar niveles de los ochenta. El déficit fiscal de los gobiernos locales también va a subir. Es el costo de la guerra. No es un problema en este momento, pero quizá hay que ir pensando que vamos a tener dificultades para financiar dicho déficit.
Tenemos un activo que muchos países no lo tienen en la región: tenemos, cómo financiar la lucha contra el COVID-19, porque podemos financiar la cuarentena, porque tenemos una posición fiscal sólida, que nos ha costado construir. ¿Qué pasará en los países que no cuentan con la espada fiscal que nosotros tenemos? Da terror de solo imaginarlo.
De las calificadoras no hay que preocuparse. Hay que explicarles que el déficit fiscal es, en este momento, el instrumento privilegiado para ganar la guerra al COVID-19. Además, a pesar de que el déficit va a saltar, seguro que estará entre los más bajos de la región. Y las calificaciones se hacen en términos relativos.
Si todo va bien, en adelante, el Perú no solo será el país con la inflación más baja y las finanzas públicas más sólidas de América Latina. Puede ser también el primer país en la región en ganarle la guerra al COVID-19.
Como resultado, el 2021 puede ser espectacular: la economía creciendo por encima del 6 por ciento y el déficit fiscal cayendo al 1 por ciento del PBI. En la década del 20, como lo fue en la década pasada, el Perú puede seguir siendo el país con la menor inflación y el mayor crecimiento en América Latina.
Lima, 21 de marzo de 2020
[1]: Esta nota nace como producto de una conversación muy ilustrativa con mi colega y amigo Oscar Dancourt.
Del Facebook de Ismael Muñoz Portugal