Gabriela Wiener | El Diario
Desde que todo esto empezó, imagino a cada persona acudiendo a una ficción distópica, apocalíptica o alguna epidemia letal en su cabeza que le sirva para hacer paralelos absurdos, reírse solo o desconectar de la que estamos experimentando en la vida real. A mí la que me persigue es la de Ben Hur. Cuántas veces he querido obviar la posibilidad del contagio y entrar a esas cuevas pestíferas, levantar a mi marido y a mi hije en brazos y sacarlos de ahí, como hace Judá con su madre y hermana, reestituyéndoles la humanidad, alejándolas de la marginación y el estigma. Pero no lo hago. Las “impuras”. Así les decimos a Jaime y a Coco para bromear un poco. La mitad de nuestra casa es el Valle de los leprosos. La otra mitad es aún “el país de la salud”, como llamó Cristopher Hitchens a ese lugar del que se había alejado para internarse definitivamente en el territorio de la enfermedad… Leer más