Federico Bianchini | Página12
Al día siguiente, en el pueblo no se hablaba de otra cosa y, sin embargo, hoy son pocos los que se animan a decir que lo que pasó fue la causa de lo que vino después. En realidad, son pocos los que se animan a decir algo. Recibimos la noticia del accidente de Farkas como un dato previsible, algo demorado que estaba por suceder: el principio de todo. Y esta mañana, hace un rato, al abrir los ojos apenas despertarme, sentí la picazón en la piel, igual que los demás. Y antes de verme los puntos rojos en los brazos y las piernas supe que no es cierto aquello de que en este pueblo, o lo que queda de él, no se puede estar peor.
Quizá sea el momento de irse. De dejar todo y buscar una esperanza en otra parte, como hicieron los otros.
A veces, pienso si hubiera podido cambiar algo. A veces dejo de prestar atención y me descubro distraído imaginando las mismas escenas pero con un final distinto. O me despierto, sobresaltado, con las imágenes de esa tarde calurosa cuando escuché el ruido detrás de mí, el chapoteo en el agua y sin volver la cabeza, seguí esperando que la línea se tensase. El bote se mecía suave, a esa hora en la que además de encandilar, el sol empieza a arder sobre la piel… Leer más