Luis Bretel Bibus | EDUCACCIÓN
En su “Estructuras de la Mente” (1985) Howard Gardner definía la inteligencia como: “la habilidad para resolver problemas o para elaborar productos que son de importancia en un contexto cultural o en una comunidad determinada.”
Es indispensable caer en la cuenta que ésa y otras muchas habilidades como comunicarnos a través de un lenguaje, pensar matemáticamente, convivir pacíficamente con grandes grupos de semejantes, pensarnos a nosotros mismos, etc., son capacidades con las que nacemos por nacer humanos y en la medida en que la vayamos desarrollando nos iremos haciendo cada vez más humanos.
No nacemos con un cerebro de reptil que se va volviendo humano gracias al aprendizaje. Nacemos con un cerebro humano que, gracias al aprendizaje, se puede ir modificando, pero sin dejar de ser un cerebro humano.
Aprender cosas o desarrollar competencias
Lo que sí puede irse modificando a lo largo de nuestra vida es esa “habilidad para resolver problemas o para elaborar productos que son de importancia en un contexto cultural o en una comunidad determinada”, es decir nuestra “inteligencia”. No nacemos con un “nivel” intelectual determinado e inamovible. Por el contrario, nacemos con un cerebro increíblemente plástico y cambiante, al punto que podemos hacernos más o menos inteligentes.
¿Qué nos hace más inteligentes?: los problemas desconocidos, los nuevos productos creados para resolver o satisfacer necesidades no satisfechas, los retos para los que aún no conocemos solución, el descubrir maneras diferentes de hacer las cosas.
¿Qué entorpece y disminuye nuestra inteligencia?: el aprendizaje mecánico, los procedimientos únicos, las estrategias establecidas, la repetición y la ejercitación repetitiva, las rutinas.
Dependiendo de aquello en lo que ponga énfasis la educación escolar o superior nos puede “embrutecer” o desarrollar ilimitadamente nuestra capacidad intelectual. A esto es a lo que se llama “Desarrollar Competencias”.
¿Perder clases?
Partiendo de estas premisas, podemos afirmar: si dictar clase significa que alguien (el docente, un programa de computador, un vídeo, etc.) le “enseñará” al estudiante lo que alguien, que no es él, decidió qué debe aprender, esperemos que nunca más en la historia se dicten clases y que este momento sea el inicio de ello.
Yo sé que muchos papás y profesores están muy preocupados porque sus hijos “no están aprendiendo lo que deberían aprender” y que pueden “perderse el año escolar”. A ellos les diría: Si sus hijos sólo van a la escuela a aprender cosas que no sabían, no se perderán de nada porque en su casa seguirán aprendiendo cosas que no sabían. Debemos caer en la cuenta que la escuela, en el mejor de los casos, se ha convertido en una guardería en la que tienen a nuestros hijos de 8 am a 1 pm o a 3 pm o a 4 pm, según nuestras necesidades y posibilidades de pago, pero en la que realmente se aprende poco y se recuerda mucho menos.
Tengamos presente lo que sostiene Sara Blakemore en ¿Cómo aprende el cerebro?: «El almacenamiento de información es abundante y barato, pero el acceso y la recuperación a menudo son difíciles» (2011, p.263). En esta sucinta afirmación ella explica por qué la mayor parte de las cosas que aprendimos en la escuela la hemos olvidado. Horas de horas, toneladas de energía invertidas en aprender “cosas” que nunca más hemos utilizado y que, por supuesto, no recordamos ni por casualidad. Eso fue nuestra escuela y sigue siéndolo en muchos casos.
Que no nos dé pena que nuestros hijos se pierdan “esas clases”, que no nos dé pena que nuestros hijos pierdan “ese año escolar”, porque ya estaba perdido de antemano.
Aprender a enfrentar retos desconocidos
Es otra la escuela que nuestros niños y jóvenes necesitan. Una escuela en la que no vayan a “aprender cosas”, sino a aprender a vivir, a aprender a enfrentar retos desconocidos, a aprender a enfrentar los problemas reales de la vida, en la que aprendan a convivir con otros y con otros diferentes. Y, desgraciadamente, muy pocas escuelas están hoy en nuestro país preparadas para lograr esa naturaleza tan particular de aprendizajes.
Y si algo de inteligente se podría proponer a los niños y jóvenes son retos, problemas serios, juegos lógicos y vídeos, muchos vídeos. Además, un grupo de educadores e investigadores catalanes (GRUP F9) ha hecho un análisis exhaustivo de muchísimos juegos de vídeo populares para demostrarnos todo lo que pueden aprender los niños y adolescentes a través de ellos. Aquí la lista de estos juegos y lo que cada uno puede desatar en los niños.
No nos angustiemos. Puede ser que este año escolar no se pierda y, quien sabe, sea el mejor en muchísimos años.
Lima, 6 de abril de 2020