Edición 58

Para que aprendan, pues (el enfoque de docentes pro-cachetada)

Autoritarismo, abuso de poder, intransigencia: ese virus también causa muertes en cada conflicto familiar, en el reglazo asolapado, en el jalón de orejas, en la humillación al distraído

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Fernando Llanos Masciotti | EDUCACCIÓN

El 21 de marzo un oficial del Ejército había detenido a un muchacho en Sullana por haber violado la orden de inmovilización social obligatoria por la pandemia. El sujeto había cometido una falta grave y, en consecuencia, fue detenido legítimamente. Hasta allí todos de acuerdo. Incluso, podemos estar de acuerdo si hubiera sido reducido a la fuerza por resistirse al arresto.

¿Pero qué pasó después cuando el muchacho ya estaba detenido y sometido?

El oficial le dio cuatro cachetadas. Cada cachetada vino con una moraleja o enseñanza. Reproduzco el discurso del oficial (obviando los insultos humillantes y las agresiones verbales del caso):

¿Sabes con quién estás hablando?

(pregunta retórica que equivale a decir “Estás hablando con la autoridad: tú solo obedeces, no tienes derechos”)

Cachetada 1

Tienes una cara de malandrín, machito te la das

(esta afirmación refleja creencias posiblemente racistas y francamente machistas)

Cachetada 2

Las cosas van a cambiar desde ahora. ¿Comprendiste o no?

(la sentencia refuerza la acción “vas a aprender a golpes”, como única manera para que se entienda que las normas deben cumplirse)

Cachetada 3

Ahora, te voy a perdonar la vida. Te veo en la calle otra vez y te voy a sacar la m…

(la amenaza de repetir la agresión física refuerza el aprendizaje por el tem(rr)or)

Cachetada 4

Así, podemos ver las cuatro moralejas del autoritarismo encarnado en la violencia física del capitán:

  1. La autoridad militar tiene el poder absoluto y el ciudadano es un sujeto sin derechos (y para que se entienda, te doy una cachetada)
  2. El ciudadano es juzgado no solo por sus actos reprobables, sino por sus rasgos físicos y, sobre todo, por un pretendido “machismo” del muchacho al que doblega un machismo superior, el del oficial (para que se comprenda quién es el macho omega, te doy otra cachetada).
  3. Los principios democráticos ya no valen; ya propiamente no eres un ciudadano. Ese es el cambio que debes comprender (y para que te quede claro que no tienes derechos, va la penúltima cachetada).
  4. La amenaza de la agresión física como recurso de aprendizaje cívico (para que no se te olvide, aquí está la cachetada final, para que te la memorices)

Las cuatro moralejas cerradas con sus cuatro bofetadas.

Sin embargo, esta acción que debería ser comúnmente condenable por todo ciudadano, no lo es. El sentido común no parece ser tan común. Esta acción es aprobada con vítores y aplausos por muchos peruanos.  La práctica violenta de este militar es justificada: el estado de emergencia por la pandemia lo amerita. Pero lo que más produce asombro, casi estupefacción, es que muchos docentes y especialistas del sector educación están de acuerdo con estas prácticas violentas y la justifican con argumentos extraídos, desempolvados y rememorados de la época de la dictadura militar que acaso algunos de ellos vivieron, o quizás de la herencia ochentera del conflicto armado.

Vayamos de a pocos:

¿Por qué no se justifica la agresión física al sujeto infractor?
  1. La agresión física al “joven malandrín” fue innecesaria porque ya había sido reducido y se encontraba sometido en la furgoneta. No es que se resistiera en ese momento; ya había sido detenido.
  2. La agresión física al “joven machito” no es parte de ningún protocolo ni de ninguna ley. Lo que dice la ley es que los efectivos deben detener a quien infrinja el toque de queda, sin orden de juez, para que la policía lo lleve a la comisaría y siga el proceso en fiscalía. No dice en ningún momento que había que golpearlo como sanción a su falta.
  3. El mismo Ministerio de Defensa emitió un comunicado en el que se condenaba la intervención del efectivo militar por no cumplir con el protocolo de intervención y dispuso que adoptarían medidas para reforzar la capacitación que se les da a las fuerzas armadas sobre los procedimientos a seguir con las personas detenidas durante el estado de emergencia.
  4. El estado de emergencia solo restringía la libertad de tránsito, la libertad personal, la inviolabilidad domiciliaria y la liberta de reunión. Ello no implica golpear ni disparar a nadie, menos aún, cuando el infractor ya estaba sometido y era propiamente un reo.

Nada justificaba, entonces, las cachetadas al joven transgresor. Por ello, el capitán fue temporalmente separado del servicio.

Sin embargo, la reacción de muchas personas fue la de aprobar y avalar la conducta de “mano dura” del militar. Se decía que era la única manera de que la gente entendiera era a golpes. Que así debía ejercerse la autoridad. Que el capitán era un héroe justiciero, una parodia de Rambo, un Punisher redivivo. Mucha gente veía reflejado en el capitán toda esa violencia reprimida o no tanto; para que aprendan, pues.

¿Qué piensan los docentes?

“Y para que aprendan, pues”, también decían las docentes pro cachetada -y digo maestras-, porque la gran mayoría de los siguientes comentarios por redes sociales eran de ellas:

  • “Es que no aprenden”
  • “El capitán solo nos está cuidando”
  • “¡Tenemos que aprender a respetar las normas!”
  • “Apoyo al capitán porque hay gente que no entiende”
  • “Apoyo al capitán, este muchacho se comportó de modo insolente”
  • “Lo único que hizo el capitán es hacerle entender a la fuerza”
  • “Se lo merecía por desobediente”
  • “Así se debe corregir a la gente para que entienda”
  • “Más bien le faltó su chicote”
  • “Te apuesto a que no lo va a volver a hacer porque entendió. Aprendió la lección; eso es un aprendizaje significativo para la vida”
  • “Competencia ciudadana es también cumplir con nuestros deberes y responsabilidades”
  • “Está bien, porque estamos acostumbrados a la indisciplina”
  • “Habría que sacar francotiradores a la calle”
  • “Así como apoyas al capitán Cueva, espero que apoyes al profesor de tu hijo cuando este se porte mal”
  • “Con el cuento del maltrato psicológico, se les quitó la autoridad a nuestros maestros”
  • “Es necesario el golpe para que sea un hombre de principios y valores”

Como se puede apreciar, estos comentarios lo dicen todo. Profesoras a cargo de niños, niñas y adolescentes en aula. Incluso del nivel inicial. Las preguntas que se me vienen inmediatamente son:

  1. ¿Qué entienden las docentes por ciudadanía, democracia, enfoque de derechos?
  2. ¿Cómo será el clima de aula y la convivencia escolar en sus escuelas?
  3. ¿Cuál es el nivel de impacto de sus creencias y prejuicios en la formación de los estudiantes de las escuelas peruanas?

No las pretendo responder. Seguro que debe haber estudios que lo han hecho.

¿Qué dice el Currículo Nacional?

“El estudiante actúa en la sociedad promoviendo la democracia como forma de gobierno y como un modo de convivencia social; también, la defensa y el respeto a los derechos humanos y deberes ciudadanos. Reflexiona críticamente sobre el rol que cumple cada persona en la sociedad y aplica en su vida los conocimientos vinculados al civismo, referidos al funcionamiento de las instituciones, las leyes y los procedimientos de la vida política. Analiza procesos históricos, económicos, ambientales y geográficos que le permiten comprender y explicar el contexto en el que vive y ejercer una ciudadanía informada. Interactúa de manera ética, empática, asertiva y tolerante. Colabora con los otros en función de objetivos comunes, regulando sus emociones y comportamientos, siendo consciente de las consecuencias de su comportamiento en los demás y en la naturaleza”

Todo parece indicar en este corpus de comentarios que los docentes tienen muy claro cuáles son los deberes ciudadanos: responsabilidad social en beneficio del bien común. Eso está bien. Si estos docentes discutieran en las aulas la actitud irresponsable de mucha gente que viola el toque de queda, tendrían relativo éxito, siempre que lo relacionaran no solo con la idea de “obediencia”, sino con la razón del por qué la inmovilización social y el estado de emergencia. Sin embargo, definitivamente las docentes tendrían al parecer problemas para formar ciudadanos con derechos, pues ellas mismas asumen que nadie los tiene en un estado de emergencia. Muchos docentes se saltan el respeto a los derechos humanos. Ni tampoco parecen tener idea de cómo funcionan las instituciones y las leyes. Es un estado de emergencia, no un estado de sitio. En otras palabras, todavía hay docentes que creen que construir una sociedad democrática o la formación ciudadana se interrumpe por un estado de emergencia y les da pie para dar rienda suelta a todos sus prejuicios y creencias tipo “la letra con sangre entra”, “a cocachos aprendí”, en fin “aprendizaje significativo a golpes”.

Pretendo alertar no sobre un capitán que perdió el control de la situación y abusó de su poder. Tampoco sobre el caso de un ciudadano irresponsable que no le importó para nada la salud pública de todos y transgredió la ley. Aquí la preocupación va más allá del COVID19; aquí la alerta es sobre ese otro virus que lamentablemente todavía perdura en las cabezas de quienes supuestamente forman ciudadanos en nuestras escuelas desde hace décadas, de profesores que todavía creen que “a golpes se puede formar personas con principios y valores”; de profesoras que avalan el maltrato físico como justo castigo a una infracción; de maestras que valoran el castigo físico como un “aprendizaje significativo” de la vida, en tanto nunca lo van a olvidar; de maestras que reducen las competencias ciudadanas a cumplir con las normas, los deberes, las responsabilidades, sin considerar los derechos, las leyes, la convivencia y el rol de quienes detentan el poder.

Ese virus que también causa muertes en cada violencia doméstica, en cada conflicto familiar, en el reglazo asolapado a estudiantes, en el jalón de orejas, en la humillación a quien se distrae en clase, en las ganas locas de repartir golpe ante la desobediencia y la malcriadez de los chicos y chicas. Ese virus al que podemos llamar de varias maneras: autoritarismo, verticalidad, abuso de poder, intransigencia.

Veamos el siguiente gráfico (IEP, 2016)

En este gráfico, llama la atención que el 65% de docentes tenga la percepción de que los peruanos en general no sean responsables de sus obligaciones. Eso explica en parte y alienta por otro lado, cierta predisposición de los docentes a combatir esta falta de responsabilidad. Con qué “combaten” las profesoras pro cachetadas esta irresponsabilidad. Está detrás de cada afirmación de respaldo al capitán Cachetada, por supuesto.

En un estudio latinoamericano (Latinbarómetro, 2016), Perú es uno de los países de la región con el mayor porcentaje de población que exige mano dura: el 77%.

¿Y los niños en las escuelas?

En la última Evaluación Muestral de sexto grado de primaria de Ciudadanía (2013) se reveló, entre otras cosas, que el 30% de estudiantes se ubican en el nivel Satisfactorio. En este nivel, estos estudiantes “reconocen que todas las personas deben ser respetadas porque son iguales, tienen la misma dignidad y los mismos derechos y deberes; por ello, actos como la discriminación, el acoso o el abuso de poder deben ser rechazados y denunciados. Asimismo, los estudiantes reconocen que tienen el derecho y la capacidad para justificar sus puntos de vista frente a los otros y frente a la autoridad, incluso en situaciones en las que una autoridad (sea el docente o los padres) discrepe de sus opiniones” (UMC, 2016).

Eso quiere decir que posiblemente estos estudiantes de 11-12 años pueden tener mayor conciencia cívica para rechazar y denunciar el abuso de poder que muchos de los docentes pro- cachetada. Esto es alentador, aunque también es posible que esa discrepancia con la autoridad docente se venga abajo, pues quien detenta el poder en las aulas puede ser un docente pro-cachetada.

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En fin, es alarmante que muchos de los docentes pro cachetada estén a cargo de formar niños y niñas en las escuelas peruanas. La pregunta es ¿qué tipo de ciudadanos están formando estos docentes desde el nivel inicial hasta la secundaria? Lo único que se me ocurre es que su particular enfoque de ciudadanía debe estar centrado en los deberes, en la responsabilidad, en la obediencia, en la sumisión. Pero no en los derechos, mucho menos en los derechos humanos. No los veo dando ejemplos de convivencia e interacción empática, solidaria, asertiva y tolerante. Veo más bien docentes que creen que solo se puede formar “hombres de bien” a punta de patadas, cachetadas y chicotes, reprimidos solo por normas mas no convencidos. Este sería un virus del que todavía no nos liberamos y que se reproduce peligrosamente en la sociedad peruana. Y la escuela es parte de ella.

BIBLIOGRAFÍA

IEP (2016) La ciudadanía desde la escuela. Lima. IEP. Disponible en https://iep.org.pe/wp-content/uploads/2015/12/la_ciudadania_desde_la_escuela__democracia_y_ciudadania-1.pdf

LATINOBARÓMETRO (2016). Informe Latinobarómetro 2016. Santiago, Chile: Corporación Latinobarómetro. Disponible en:  http://www.latinobarometro.org/latNewsShow.jsp

UMC (2016) Informe de evaluación de ciudadanía de sexto grado de pirmaria-2013. Lima. Ministerio de Educación. Disponible en: http://umc.minedu.gob.pe/wp-content/uploads/2016/07/EM_Ciudadania_baja-2.pdf

Fernando Llanos Masciotti
Consultor independiente en la didáctica de lectura, escritura y evaluación en la educación básica regular y educación superior. Ha sido especialista de Evaluación del área de Comunicación y Coordinador de Evaluación en Educación Intercultural Bilingüe (EIB) de la UMC en el Ministerio de Educación. Fue profesor del área de Comunicación en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y es docente de Posgrado de la enseñanza de lectura y escritura en la Universidad Peruana Cayetano Heredia.