Juan Pablo León | El Comercio
A las diez de la mañana, en una pequeña casa de la localidad de San Juan, en Iquitos, Carlos Gael está listo para su primer día de clases. Estudiar le gusta: ha esperado el 6 de abril como si se tratara de su cumpleaños. Lleva un cuaderno impecable, un libro y colores. Su uniforme, muy acorde con el clima amazónico, es un polo sin mangas de Bart Simpson y una bermuda tipo pescador. Descalzo –porque para aprender no hacen falta zapatos– toma asiento en una silla de madera con un taburete en el asiento para compensar su corta estatura.
Esta es su casa, pero desde esta hora hasta las tres de la tarde también será su colegio. La cocina-comedor con piso de cemento ahora es el salón de clase, el televisor de 24 pulgadas la pizarra, su familia sus compañeros de aula y la hora del almuerzo será el recreo largo. A esta hora del día 21 de cuarentena, la pantalla transmite lecciones sobre higiene personal y comunicación. Carlos Gael, mentón arriba, atiende absorto como alumno en primera fila… Leer más