Juan Raúl Lucas López | EDUCACCIÓN
Calculo que me contagié de Covid-19 en la primera semana de marzo, en Madrid, lugar donde radico hace más de 4 años por desarrollo académico. Aquel día muchos como yo ante la inminente cuarentena, decidimos ir a hacer algunas compras “por si acaso”. Gestiono mi compra de víveres lo mejor que puedo entre las actividades propias del trabajo de investigación. Cuando llegué a los dos supermercados mas grandes cerca de mi barrio en Moratalaz, donde compro usualmente, encontré una versión apocalíptica de ellos: la gente, en una reacción casi espontánea y que se ha repetido en todo el mundo, se abalanzó a los supermercados en busca de llevarse todo lo posible. Imágenes de estantes vacíos en zona de artículos de limpieza, farmacia y de comida era lo que encontrabas por doquier.
Ese día la cola de pago era interminable y muchas de las personas no aplicaban ninguna de las medidas de seguridad que ahora ya son habituales en todo el mundo: mascarillas, distanciamiento, guantes, etc. No llegué a comprar nada, pero si, evocando a nuestro presidente, “me llevé el Covid-19 de yapa a mi casa”. Los primeros síntomas coincidieron con el peor momento de esta crisis en España. Algunas noches no se podía ni dormir porque lo único que se escuchaba eran sirenas, una tras otra, toda la noche. Y es que aquí la gente estaba muriendo de cientos en cientos, cada una de esas noches.
Mi seguro recomendó hacer una asistencia médica por teletriaje antes que trasladarme a un hospital, con lo cual estaba totalmente de acuerdo, ya que el escenario de ir a un hospital era bastante complicado, porque uno no estaba tampoco tan grave, todavía podía respirar sin mayor problema. Además, en el hipotético caso de que no hubiera recibido una carga viral grande o, en el menos hipotético caso, presumible también, de que no fuese Covid19 si no cualquier otra enfermedad vírica, podría terminar de contagiarme allí. Entonces, tomé la recomendación del médico jubilado que me atendió (como él, un ejército de médicos jubilados salió de su descanso para poder atender las consultas médicas telefónicas). La recomendación: quedarme en casa y tratar de aplacar los síntomas.
Al principio solo era una fiebre infernal, como nunca en mi vida la había sufrido, luego vinieron los dolores de cabeza y de cuerpo, igual de insufribles, junto con las náuseas e inapetencia. Estos síntomas son comunes para muchas otras enfermedades, también podrían serlo la tos, estornudos y hasta diarreas y dolores abdominales, entre otros. En general es un malestar generalizado con complicaciones respiratorias, pero estas se asoman después. Tras una semana, luego de superar estos primeros síntomas, empezaron los verdaderamente preocupantes, tuve como ataques de tos por dos días y en los cuatro siguientes, sentía una especie de flema o moco en la garganta y en los pulmones, pero no el que usualmente tienes en una infección respiratoria común como el de las amígdalas, por ejemplo. No es un moco expectorable, es algo que se queda pegado a las paredes de tus vías respiratorias, como petrificado.
Por teletriaje me controlaban una vez al día. Básicamente, bajo esos síntomas, lo primero que tenía que hacerse era controlar la fiebre. La fiebre es algo importante porque ayuda al sistema inmune a defenderse de cualquier patógeno, en este caso el Coronavirus o cualquier otra infección secundaria que quisiera establecerse “aprovechando el pánico”. Pero cuando es excesiva, sus efectos son negativos. Ya se ha descrito que la “tormenta de citoquinas” puede ser mortal en algunos pacientes de Covid19. Además, la fiebre y el malestar general que va de la mano, mal favorece que tus ganas de comer sean cada vez menores. En aquel entonces me recomendaron lo que está universalmente recomendado para intentar controlar este malestar y fiebre, el paracetamol; yo lo tomaba a dosis estipuladas por el médico cada ocho horas. También me recomendó, y eso es lo que funcionó para aplacar el dolor de cabeza, ponerme paños de agua fría. Una vez que tomas paracetamol, te hace efecto recién a la media hora o cuarenta minutos después de haberlo tomado. Eso significa que, normalmente, siempre tendrás periodos en los que estarás sufriendo de estos malestares.
Ya después para cuando sentía ese aquel moco en los pulmones, me recetaron el Flumicil, uno de los muy pocos expectorantes que se pueden tomar en estos casos de Covid-19. Mi día más crítico fue el día 10 de iniciados los síntomas, aquel día a pesar de que me había propuesto superarlo en casa, y al sentir cada vez peor mi respiración, decidí llamar al 112 (número en España a donde pedir auxilio para casos severos de Covid-19), solicité me enviaran una ambulancia, me dijeron que esperara listo que me llamarían en cualquier momento para advertirme del arribo. La ambulancia nunca llegó. Ese día murieron más de 800 personas en España. Ni las ambulancias se daban abasto, cada una debía seguir un protocolo estricto de desinfección después de transportar un paciente de Covid-19.
La primera vez que me atendió el médico por Teletriaje, además de los medicamentos ya mencionados, me recomendó que tomara dos litros de agua diaria y comiera frutas y verduras, por un momento no pude resistir la comparación injusta con los tratamientos del medioevo contra la peste negra, sentía que solo faltaba que me dijeran “que cogiese un versículo de la biblia, lo embebiese en vino y me lo tomase” y esperase un milagro. Porque, lamentablemente, hasta hoy 6 de mayo, no existe un tratamiento consensuado por la ciencia que sea efectivo en todos los pacientes que padecen esta enfermedad. Se estaba pensando en algunos medicamentos como la cloroquina como buenos candidatos, pero ya se está viendo que para ciertos pacientes tal medicamento no es el más adecuados y hasta perjudicial. En aquel momento que sufría de los síntomas, los médicos trataban de darle tiempo y estabilidad a tu cuerpo para que resuelva la infección. Pero esto depende de muchos factores.
El Coronavirus, como todos los demás virus, tiene un proceso. Hay un periodo en el cual estos primero incuban en tu cuerpo; es decir, en el que aparentemente estás bien, y luego un periodo en que puede presentarse algunos o todos los síntomas, y digo puede porque hay gente en la que nunca podrían aparecer, y finalmente un periodo posterior de resolución. En todo este tiempo, tu cuerpo se defiende, pero esta defensa dependerá de muchos factores. Existen factores de riesgo como sufrir de enfermedades previas, muchas de las cuales aumentan cada día en el Perú: diabetes, presión alta, problemas cardíacos, asma, infecciones respiratorias preexistentes, etc., o cualquier afección que desmedre tus defensas, como el estrés o la depresión, por ejemplo, ya que van a reducir tu respuesta inmune o esta va a estar ocupada tratando de resolver alguno de estos problemas; es decir, tu cuerpo podría no estar preparado para luchar esta batalla adicional a la que ya enfrenta.
Entonces, el estado de ánimo es particularmente importante. Hay que tomar esta infección en su real medida, a pesar de todo el daño e incertidumbre mediática que está causando, porque al fin y al cabo es una infección que no es tan letal, al menos hasta ahora, a no ser que tengas algún factor de riesgo o una edad avanzada, en principio el cuerpo sí la podría superar. Aquel día que esperaba a la ambulancia apele a muchas cosas para tranquilizarme, intentar controlar mi escasa respiración y no entrar en pánico. Pensé en mis seres amados que esperaban en casa al otro lado del mundo, y que quizá me necesitarían para darles fuerzas porque la ola de la desgracia ya empezaba a acechar el Perú. Apelé a mi fe, a la meditación, y finalmente al sueño, ese día me dormí, nunca se dieron abasto para venir por mí, no llegué a pisar el hospital. Y al día siguiente podía llevar mejor la respiración, ya sentía que otra vez estaba ganando.
Además de la medicación y la evaluación médica que es lo más importante, una de las principales cosas que yo tuve a favor es que tenía muchos suplementos nutricionales. Antes de toda la emergencia, estuve tratando de ganar masa muscular y para ello, además de la rutina inherente de ejercicios, compré una batería de suplementos vitamínicos que usaba esporádicamente, que compré porque aquí en Madrid son algo más económicos y, además, más difíciles de conseguir de forma natural en todo el año. Allá en Perú es diferente, somos la tierra de los superalimentos.
La respuesta inmune, requiere de vitamina C, que está en los cítricos, los de mayor cantidad, por ejemplo, son el kiwi y el camu camu, este último lo presenta de forma excepcional. Luego necesitas zinc y magnesio; el zinc principalmente está en mayor cantidad en algunos mariscos y otros productos de mar, en la carne de cerdo y de res, el magnesio está presente excepcionalmente (de mayor a menores cantidades) en las semillas de calabaza, en la albahaca, en chía, ajonjolí y almendras, entre otras.
Pero, más importante aún, es que la respuesta inmune requiere de omega 3, es más el déficit de omega 3 en las dietas de las personas son un problema en todo el mundo, porque son difíciles de encontrar y porque algunos tratamientos industriales y caseros pueden degradarlas. El omega 3 está presente en la anchoveta (en las anchovetas enlatadas también), pero en mayor cantidad en la semilla cruda y el aceite prensado en frío de sacha inchi, pero este último debe de estar bajo un sistema de almacenamiento y distribución adecuado. Ahora, una fuente más barata y más fácil de conseguir es la linaza. El detalle con la linaza es que tienes que buscar las semillas crudas, y dejarlas remojar antes de comerlas. Las tienes que comer directamente, sin hervirlas ni tostarlas, y tienes que masticarlas, porque dentro de las semillas es que está el omega 3. De forma más practica podrías licuarlas e inmediatamente consumirlas. Yo diariamente las licuaba después de remojarlas y a veces las mezclaba con alguna fruta o nuez, haciendo un jugo. El omega 3 es importantísimo porque va a permitir que hagas la respuesta de estos soldados o células de las defensas del organismo más eficiente contra cualquier patógeno.
Un problema importante de malnutrición en la alimentación del peruano promedio suele ser el nivel de proteínas inferior al necesario. Existe poca conciencia sobre eso; en general, las proteínas son de escasa proporción en las raciones cotidianas de un plato peruano, en contraste al contenido de carbohidratos o grasas. Para resistir a la enfermedad, hay que cuidar de nuestro nivel proteico. Una fuente excepcional de proteínas de alta calidad biológica, es el huevo, yo diría que debería comerse, por lo menos, dos huevos sancochados al día, y si te preocupa el problema del exceso de triglicéridos o colesterol, puedes retirar las yemas, pero las claras son una fuente proteica magnífica que se puede mezclar con cualquier otra fuente de proteínas que comúnmente usamos en el Perú (pollo, carne, frejol, chocho, quinua, etc.). Es decir, tiene que ser adicional a tu fuente proteica habitual. Comer proteínas en exceso suele ser una preocupación en algunas personas, pero a no ser que seas una persona que tiene problemas hepáticos o insuficiencia renal, que esté pasando por tratamiento de diálisis o que tenga cálculos renales, o cualquier dolencia a nivel renal, el nivel de consumo de proteínas no debe ser una preocupación. Es decir, la gran mayoría de nosotros puede comer una fuente de proteínas en razón de la cuarta parte de tu plato y no tener ninguna repercusión negativa sobre la salud, más bien todo lo contrario, pero quizás sí para el bolsillo, porque a excepción del huevo, que es muy asequible, las fuentes proteicas en todo el mundo suelen ser las más costosas.
También es de interés el complejo B, que felizmente es más fácil de encontrar, está en la carne, menestras, hortalizas, frutas, si se quiere fuentes naturales y frescas. Pero ya con todo lo que hay que comer, diariamente y bajo los efectos del Covid-19, para llegar a tener toda la batería necesaria para defenderse, es que no vas a tener estómago para más cosas, al menos eso me pasaba a mí. Además, los suplementos de vitamina B son abundantes y económicos en todos lados, quizás en este punto pudieras considerarlos.
Si se cuenta con alguna capacidad económica mayor y si el problema de las náuseas y de la inapetencia es grande, en este caso también contemple adquirir un suplemento de vitamina C y zinc (que suelen encontrarse juntos en presentaciones comerciales), con ello quizás podrás centrarte en consumir los otros alimentos. Si la cosa va más grave en cuanto a la pérdida de apetito, pues diría que podrías considerar suplementar además el magnesio. Eso, junto a dejar de hacer absolutamente cualquier cosa que te esté estresando. Yo sé que suena difícil, porque hay muchas personas que tienen que “salir a buscársela” para subsistir y conseguir precisamente estos alimentos. Yo tuve la suerte de poder dejar de hacer todo lo que estoy haciendo, aunque ahora estoy saturándome otra vez porque se ha acumulado todo el trabajo; pero estar tranquilo y olvidarte de todo también ayuda a tu recuperación. En especial cuando te bombardean 24/7 con noticias sobre el impacto de esta enfermedad; no considero buena política estar pendiente de ellas durante este curso.
Quizás todas estas recomendaciones que apliqué conmigo pudieran sonar muy arcaicas, o no muy acorde a la modernidad contemporánea; pero es que esta infección es muy nueva y por ahora es lo único que podríamos hacer desde casa para prepararnos y darle herramientas a tu cuerpo para superarlo. Para este fin en realidad se requiere de un buen estado nutricional en general, para que el sistema inmune funcione correctamente; si consigues llegar a tus requerimientos diarios de los nutrientes aquí mencionados como más importantes, conseguirás balancear toda tu dieta y eso ayudará a tu organismo.
Tras días de mi llamado de auxilio, el 112 volvió a comunicarse conmigo, me preguntó por mi estado de salud, felizmente, lo peor había pasado. Ahora mismo, ya reinicié mis labores y recupero mi rutina progresivamente aquí en Madrid. Todos los días más duros de la enfermedad, siempre a las 20 horas, me acompañaron los aplausos de las terrazas de los vecinos, con la siempre canción de fondo “Resistiré” (del grupo “Dúo dinámico”), que intentan alentar y reconocer la enorme labor de todo el personal de salud en todo el mundo, de los policías, militares, trabajadores de limpieza y otros muchos héroes anónimos. “Resistiré, para seguir viviendo, soportaré los golpes y jamás me rendiré,… Resistiré, resistiré”, estrofas de la canción que conmueven hasta las lagrimas por estos lares, donde los muertos, ya lo saben, se incineraban como en los peores recuerdos de una horrible pesadilla, este himno al carácter de mantenerte entero ante la adversidad se quedó tatuado en mi memoria y siempre la llevaré como un estandarte; por más oscuro que sea el momento, siempre hay una luz tenue de la que debemos aferrarnos y resistir, porque muchas veces la vida solo se trata de ponerte en pie, las veces que sean necesarias.
Madrid, 6 de mayo de 2020