Carlos Yampufé
Cuando el Diseño Curricular Nacional fue modificado parcialmente respecto de las competencias y capacidades de algunas áreas curriculares –que incorpora indicadores de desempeño para cada grado y ciclo- me hizo recordar a las anteriores estructuras curriculares con las que se trabajaba antes del DCN. Con ellas, como no estaban articuladas, los docentes de los diferentes niveles y grados trabajaban sin necesidad de “mirar” como llegaban los estudiantes ni proyectar los aprendizajes necesarios para el siguiente grado, ciclo o nivel.
Actualmente, en las Instituciones Educativas, los docentes estamos viviendo este proceso de modificación parcial del DCN, que no articula la concepción de competencias de las áreas curriculares. Tenemos unas áreas que trabajar en base a una concepción de competencias por ciclo y otras áreas con las mismas competencias para todos los niveles. Lo cierto es que, por ejemplo, en el caso de educación primaria, el docente debe trabajar las áreas de Arte, Educación Física y Educación Religiosa con competencias por ciclo y capacidades por grado, sin indicadores de desempeño, sin embargo el mismo docente debe desarrollar las áreas curriculares de Comunicación, Matemática, Ciencia y Ambiente y Personal Social con competencias y capacidades generales e indicadores de desempeño por ciclo y grado. La desarticulación ha llegado al mismo docente.
Asimismo, terminado el primer periodo de estudios o bimestre en casi todas las Instituciones Educativas del país, aún no contamos con las disposiciones normativas sobre el proceso de evaluación de los aprendizajes, en el Sistema de Información y Apoyo a la Gestión de la Institución Educativa (SIAGIE), que es el referente de la evaluación a nivel de documentación. Se comunica que próximamente se realizarán los cambios en los criterios de evaluación para las áreas modificadas. El hecho es, ¿se deben modificar los criterios de evaluación para unas áreas y otras quedarán como anteriormente se ha venido trabajando?
El problema más grande es el de modificar en los maestros y maestras la concepción de enseñanza basado en competencias, pues en muchos de los casos consideran como fin último “la nota o calificativo” que hace que los estudiantes se centren en estudiar para “aprobar” esperando la “nota final” para saber si salieron o no “jalados”. En este sentido, la evaluación de los aprendizajes se ajusta solo al carácter sumativo y no a reconocer sus características, potencialidades, necesidades y demandas, ni cómo retroalimentar los aprendizajes, peor aún sin considerar a la evaluación como parte del aprendizaje.
En el nivel de educación secundaria se evidencia fuertemente lo manifestado en la última parte del párrafo anterior, ya que la forma de evaluación y calificación está centrada en acumular conocimientos para postular a una universidad que elabora un examen de admisión basado en un prospecto de contenidos. En muchísimos casos nuestros docentes desarrollan sus clases teniendo como referente el “prospecto de admisión”. Y así nos enfrentamos a las evaluaciones de la OCDE que evalúa competencias y no solo contenidos, lo que demuestra que requerimos que la reforma educativa no tenga un currículo modificado sino integrado y que tome a la evaluación como un elemento principal en el reconocimiento de qué tanto avanzamos, nos detenemos o retrocedemos.
Esto abre las cortinas de la evaluación, en la que nos podemos dar cuenta que evaluamos los aprendizajes con diferentes concepciones:
• Para evidenciar la acumulación de contenidos.
• Para conocer el grado de teorización de las competencias o el saber cómo hacerlo.
• Para darnos cuenta cómo ejemplifican las competencias o muestran como harían.
• Para demostración de la actuación o desempeño.
La desarticulación y diferenciación en el proceso de evaluación de los aprendizajes de nuestros estudiantes se plasma en la calificación por niveles educativos, teniendo en cuenta que en educación inicial se califica de manera literal A, B y C, en primaria AD, A, B, C y en secundaria se usa la calificación numérica y promedial de 00 a 20. Esto debe terminar, el MINEDU tiene la oportunidad de arreglar el desfase existente en la evaluación de los aprendizajes, el problema es que se podrá obtener un sistema de evaluación y calificación completo en educación inicial pero incompleto en educación primaria y secundaria.
Así mismo está latente el reto de articular la educación básica regular con la educación superior, y permitir que los estudiantes evaluados por competencias no tengan el obstáculo de una evaluación de solo contenidos. Es aquí que el flamante directorio de la SUNEDU puede intervenir para darnos luces al respecto y tener un sistema educativo coherente y eficaz.
Lima, mayo 24 de 2015