Rosario Rivero | EDUCACCIÓN
Pareciera que una inteligencia maligna se estuviera apoderando del entorno, una energía sutil y poderosa que está haciendo un trabajo extraordinario, quitarles la paz y el tiempo de calma a las personas.
Un sobrino me comentó que ahora sin moverse de casa, sin asistir a la universidad, tiene menos tiempo que antes, que la carga estudiantil ha aumentado considerablemente, como ha aumentado para muchos el teletrabajo, las tareas domésticas con toda la familia conviviendo mañana, tarde y noche…
El rol socializador de la escuela y su necesaria existencia como espacio de permanencia de los estudiantes mientras los padres y madres trabajan, nos muestran un entramado social que más allá de la complejidad nos abre a preguntas claves.
¿Qué significa educar en estos tiempos? ¿Cuál es el rol de la escuela? ¿Qué sería lo educativo en un momento en el que las familias necesitan contención y comprensión de lo que está viviéndose: ¿despidos masivos, muerte de seres queridos, miedo, incertidumbre? Se habla de pandemia, de estado de emergencia, de guerra y la escuela (pública y privada) hace un simulacro de normalidad, un “como si nada hubiera pasado y las clases deben continuar”. ¿Será que tendremos que seguir con un sistema educativo que para muchos ya es obsoleto?
Intentar continuar con la escuela en casa, en hogares que no cuentan con los recursos indispensables para la educación a distancia (computadoras modernas e Internet), colocar a padres y madres en el rol de docentes, documentalistas, psicopedagogos, psicólogos, en supervisores de tareas con la carga diaria emocional, laboral y doméstica en la que viven, sin considerar que la mayoría de las familias de nuestro país vivía ya en un estado de vulnerabilidad antes del coronavirus, constituye realmente una falta de empatía inconcebible y no hace más que exacerbar las desigualdades y la sensación de impotencia.
Impotencia que llega también a las familias pudientes que cuentan con los recursos materiales y técnicos, pero que no tienen la preparación ni la experiencia de un docente para acompañar a sus hijos e hijas en esta aventura pedagógica que excede el horario escolar habitual.
Muchas educadoras de inicial con las que converso me expresan con angustia el tener que solicitar actividades a los padres que no tienen sentido para los niños y niñas HOY, se dan cuenta que algo no está yendo bien.
Se precisa con urgencia un cambio de rol docente; hoy más que nunca se hace necesario escuchar, observar ¿Quiénes son los destinatarios de mi acción? ¿Qué necesitan? ¿Con qué recursos cuentan? ¿Con qué recursos cuento? ¿De qué adolecen?
Quizás sean tiempos para que la escuela se plantee un nuevo rol que se ajuste a esta realidad. ¿Será que es necesario hablar de lo que nos pasa, reflexionar y actuar solidariamente, cooperativamente no solo con los de afuera, sino especialmente con los de adentro del hogar?
Hoy más que nunca la frase crisis = oportunidad, nos debiera unir como ciudadanos para pensar nuevas formas de relación y convivencia, nuevas formas de cuidado en donde los más vulnerables del sistema educativo, los bebés, los niños, las niñas, los adolescentes que no tienen voz ni voto, sean mirados desde sus competencias, es necesario visibilizarlos, valorar su paciencia y comprender su impaciencia en estos días de encierro, aliviar la carga de los adultos para construir un presente cálido, más humano que realmente nos enseñe a aprender lo importante de la vida.
Lima, 4 de mayo de 2020