Patricia Salas O’Brien
Por años, muchos trabajamos para que la educación esté en la agenda de los candidatos a Gobiernos Regionales y Locales. Hoy parece ser una meta lograda. Es momento, entonces, de dar el siguiente paso: advertir sobre la calidad de las promesas. Para ello queremos señalar dos grandes riesgos:
1. No precisar los resultados a lograr. Declarar que «vamos a mejorar la educación» ya no es suficiente. Afirmaciones tan genéricas sólo pueden ser evidencia del poco conocimiento sobre lo que se requiere lograr en educación o, lo que es peor, de una suerte de hipocresía política, que hace que los candidatos digan «lo que la población quiere escuchar» o, simplemente, ya no es políticamente correcto evadir. En este punto sugerimos hacer por lo menos cinco preguntas:
Cuál es su noción de calidad educativa
Cuál es la meta de mejora de aprendizaje
Cuál es la meta de ampliación de cobertura en educación inicial y secundaria
Cuál es la meta de retención escolar
Cuál es la meta de reducción de brechas en el acceso y aprendizajes entre los estudiantes rurales y urbanos, de las diversas provincias y distritos y por niveles de pobreza.
2. Énfasis en acciones vistosas, o enfocadas en un pequeño número de instituciones educativas, docentes o estudiantes. Medidas como «Vamos a crear una escuela de talentos», «Programa de mejora en matemáticas en 100 escuelas», «Pizarras interactivas en las aulas», etc. serán como luces de bengala. Brillarán de manera espectacular pero se apagarán pronto o beneficiarán a muy pocos estudiantes. No hay que olvidar que el Estado es responsable por el derecho a aprender de TODOS los ciudadanos y ciudadanas.
Dirán algunos, no se puede hacer todo a la vez. Es cierto, pero también es posible diseñar un proceso, organizar estas y otras actividades y alcanzar la ansiada meta de mejorar la educación. Para ello proponemos algunas preguntas que nos permitan saber si nuestro candidato está tomando en serio la educación.
Primero, nos plantea con precisión los problemas a resolver y tiene un conocimiento básico del sistema educativo de la región -el número de instituciones, maestros y estudiantes. Segundo, propone con claridad los resultados, las metas que se propone lograr en su gestión. Tercero, señala las acciones y actividades, las mismas que deben cumplir dos condiciones básicas: distinguir las acciones fundamentales y la secuencia por la cual se logrará progresivamente que todos los estudiantes de la región tengan una educación de calidad.
Las dos siguientes preguntas serían acerca de cómo organizar y movilizar actores y recursos, de precisar con qué mecanismos de seguimiento se contará para verificar que lo que se programa se cumplirá y que estamos alcanzando los resultados propuestos.
Si NO tenemos respuestas coherentes a por lo menos estos cinco aspectos, el gran riesgo es que esa vistosa acción tenga efectos muy limitados, con la grave consecuencia de convertirse en una pérdida de recursos y, lo que es peor, la pérdida de la esperanza de que la educación si se puede mejorar.
Ni las generalidades, ni las ideas llamativas, ni los pilotos, mejorarán nuestra educación de manera sostenible y para todos. Es indispensable que las futuras autoridades regionales se comprometan con objetivos y metas precisas y que organicen acciones de manera coherente, dentro de procesos que van produciendo resultados. Todo esto es responder a la pregunta «cómo lo vamos a lograr».
Estamos convencidos que la educación si puede mejorar para todos, a condición de una voluntad política que sobrepase la tentación de las luces de bengala y lidere los procesos de implementación de políticas en materia educativa.
Artículo: Patricia Salas O’Brian
Fotografía: Lina
Arequipa, 30 de Setiembre de 2014