Nicolás Mavrakis | LA NACIÓN
Aunque su supervivencia literaria todavía es enigmática para los autores más sofisticados del último siglo, como si el nombre arrastrara un desajuste impune entre la calidad fluctuante de la obra y la multiplicación de la fama, para sus fieles lectores, en cambio, el hecho de que Howard Philips Lovecraft (Providence, 1890-1937) siga entre nosotros resulta inevitable.
Se trata de una nueva edición de sus cuentos completos, como la que acaba de publicar en la Argentina la editorial Del Fondo, o del estreno de una película con Nicolas Cage basada en “El color que cayó del cielo” (su relato preferido) o, incluso, de una serie como Lovecraft Country , producida por Jordan Peele y próxima a emitirse por HBO, la imaginación lovecraftiana avanza a través de los rincones peor traumatizados de la conciencia moderna. ¿Será el escritor y guionista de cómics Alan Moore , tal vez, el único que percibe que esto no se trata del éxito tardío de una “literatura menor” sino de un llamado urgente a recordar que, como escribió Lovecraft, “la vida es algo espantoso y desde el trasfondo de lo que conocemos de ella asoman indicios demoníacos que la vuelven a veces infinitamente más espantosa”? En principio, esa es la premisa de Neonomicón y Providence , dos excelentes historietas inspiradas en la literatura del estadounidense que también aterrizaron en castellano en las comiquerías argentinas… Leer más