Eduardo León Zamora | EDUCACCIÓN
La pandemia nos está golpeando duramente. Nadie ignora que somos el país con mayor cantidad de víctimas en el mundo en proporción al tamaño de nuestra población. Sin duda, nuestra mayor pérdida en este primer año de peste es la cantidad de muertes habida en el seno de las familias de estudiantes, profesores, funcionarios y personal del sector educación. También lloramos la pérdida irreparable de sabios y sabias indígenas, tesoro vivo de nuestros pueblos originarios. Una pérdida irreparable. Muchas muertes, mucho dolor, mucha rabia, en un país donde el Estado decidió seguir al servicio de los grupos de poder económico; y dejar en segundo plano a quienes más protección y ayuda necesitan.
Lo primero en lo que debemos reparar es lo difícil que es aprender cuando se tiene el corazón acongojado, cuando hay miedo y ansiedad, cuando no se tiene seguro el almuerzo del día, cuando no se ven a los amigos ni amigas, cuando se está encerrado entre cuatro paredes, cuando se enfrenta violencia, cuando la muerte acecha. En estas difíciles condiciones no solamente se hace duro aprender, sino que aprender los contenidos convencionales de la escuela no es la principal prioridad.
Frente a la emergencia sanitaria producida por el COVID19, el MINEDU improvisó una estrategia de atención educativa remota en emergencia de manera rápida. Y digo “improvisó” porque cuando se decide responder, inmediatamente a una emergencia, muchas veces, no queda otra; no hay posibilidades de dar otro tipo de respuesta. Otra cosa sucede cuando se decide analizar la situación en profundidad, pensar estratégicamente en las posibilidades de respuestas educativas y evaluar las condiciones con las que contamos como país para la Educación a Distancia.
Bajo la consigna de que el “Estado no puede parar”, nuestro Ministerio de Educación, acostumbrado a hacer las cosas a tontas y locas, en lugar de proceder como le toca a un organismo del Estado, responsable de la educación, lanza la estrategia APRENDO EN CASA a ver qué pasa. Por internet, por radio y televisión, millones de estudiantes acceden a sesiones de aprendizaje, diseñadas por especialistas del MINEDU.
¿Y qué pasa?
Pasa lo de siempre. En un país lleno de desigualdades, muchos se quedan sin recibir clase alguna porque nuestro país “carece” de una infraestructura tecnológica adecuada para cubrir la demanda educativa a distancia de nuestra población estudiantil, porque la infraestructura existente no se aprovecha. Tenemos, por ejemplo, una infraestructura radial amplia en el país que debió haber sido la primera opción para garantizar la accesibilidad en la modalidad de Educación a distancia. Y tenemos también estaciones de televisión que hubieran necesitado solamente de antenas repetidoras para ampliar su cobertura y de la decisión del gobierno de poner todo el sistema privado y público de telecomunicaciones bajo su conducción y al servicio de la educación. Además, tenemos, sí, contamos con ella, una red dorsal nacional de fibra óptica inorperativa, no funciona debido a conflictos de carácter legal con las operadoras privadas; conflictos que el Estado podría poner entre paréntesis mientras se viven una situación de emergencia. Ni en una situación tan grave, el Estado se atreve a tocar, temporalmente, a las empresas privadas. El gobierno se niega a usar sus potestades para integrar los sistemas de comunicación y dirigirlos al servicio de la ciudadanía.
Pero además de estos problemas de infraestructura, están los problemas de acceso a dispositivos, de acceso a corriente eléctrica, de ingresos para pagar el internet o el móvil. El ministro afirma que el 95% de estudiantes accede a la estrategia de APRENDO EN CASA. Una afirmación que no cree nadie. O nos cree ingenuos o le están dando muy mala información. Dice también que hay un alto nivel de aceptación de la estrategia, que los chicos y chicas declaran estar satisfechos con ella. ¿Cuáles? Ah, quienes si tienen acceso. Seguramente, hay muchos que están realmente satisfechos porque están aprendiendo. Pero hay que tener en cuenta que siempre están de acuerdo con sus instituciones educativas porque ser buen estudiante implica siempre responder cómo se debe responder para gusto de quienes preguntan. El buen estudiante siempre está de acuerdo. No hay que culparles, hasta la gente adulta y profesional está hoy en esa corriente. No se atreven a criticar, a mostrar desacuerdo, a señalar debilidades porque son “tiempo de estar unidos”, de aunar esfuerzos y de remar en una misma dirección. La crítica es mal vista. Se le tilda de inoportuna y contraproducente.
Un tercer problema, y el más serio, tiene que ver con la calidad de la propuesta pedagógica de APRENDO EN CASA. A pesar del esfuerzo desplegado, el tiempo invertido, la continuidad de las actividades vía web, radio y televisión, todo esto ha resultado insuficiente para garantizar experiencias y sesiones que aseguren aprendizajes. El MINEDU decidió acaparar la producción de las actividades con la pretensión de asegurar una mejor respuesta. Las DRE y las UGEL no fueron tomadas en cuenta para su diseño cuando esta pudo haber sido una excelente oportunidad para descentralizar las tareas y acumular aprendizajes.
Lamentablemente, esta arrogancia de pretender hacerlo todo, en lugar de compartir esfuerzos y saberes, ha resultado cara. Nos encontramos frente a una propuesta de irregular calidad, sin un diseño instruccional adecuado para la educación a distancia, sin rutas claras para el desarrollo de competencias y sin un andamiaje pedagógico sólido para los aprendizajes. APRENDO EN CASA se ha convertido en una expresión del activismo pedagógico que se le suele atribuir y criticar a docentes de aula.
Sin duda, los problemas de fondo tienen que ver con la falencia de un “know how pedagógico” que no sólo se debe a la falta de experiencia en materia de Educación a Distancia, sino de debilidades en el corazón mismo del conocimiento del campo educativo; pues las debilidades que presenta la estrategia son debilidades grandes y serias en cualquier modalidad de atención educativa. No funcionarían ni en la escuela presencial.
A todo ello se suman otros factores: Las presiones para la producción permanente de sesiones de aprendizaje, programas de televisión y de radio. Y, seguramente, el número insuficiente de especialistas para la elaboración de las actividades de APRENDO EN CASA.
Ello constituye otra de las pérdidas de este año. La pérdida de la oportunidad de haberse planteado un trabajo cooperativo y compartido con las Direcciones Regionales de Educación y la Unidades de Gestión Educativa Locales del país. Se perdió la oportunidad de fortalecer capacidades en las regiones y de construcción de una propuesta enriquecida y diversificada por diversos actores.
También se perdió la oportunidad de dejar que el profesorado vuele con mayor autonomía, preparando sus clases. Contrariamente, se le dejó un rol subsidiario de complementación de las sesiones del MINEDU. Complementación de actividades pedagógicas que quedaba insuficiente cuando muchas experiencias de aprendizaje requerían ser reelaboradas debido a sus deficiencias.
El MINEDU cerró todas las posibilidades de trabajo y responsabilidad compartida a pesar de carecer, en la sede central, de las capacidades para sacar adelante una estrategia de Educación a Distancia solitaria y aisladamente.
Sin duda, a pesar de que nadie podía esperar que este año se desarrollase en forma normal, no se esperaba que el MINEDU no cumpliera con lo que las circunstancias le demandaban.
Pero esta valoración negativa del papel que ha cumplido el MINEDU no es compartida por todo el mundo.
Hay quienes aplauden la labor desarrollada con APRENDO EN CASA sin hacer un análisis de la calidad pedagógica de su propuesta que, como estoy señalando, es irregular. Se celebra el esfuerzo y las buenas intenciones del MINEDU, pero no se evalúa la calidad de la oferta educativa que se brinda con esta estrategia. Se lanzan petardos de algarabía porque en APRENDO EN CASA se hizo referencia a la diversidad lingüística, se abordó la cuestión de la discriminación cultural o la presencia dominante de Grupos de Poder. Reconocemos que, en efecto, APRENDO EN CASA no es una suma de malas actividades. No. Hay buenas sesiones en la web. Hay programas de TV bien montados. Y hay programas de radio bien hechos.
Cuando señalo que la calidad de APRENDO EN CASA es irregular, significa que podemos encontrar muy buenas, buenas, regulares, malas y muy malas actividades. Pero el conjunto, como dispositivo pedagógico potencial para generar aprendizajes, es débil. Y, como país pobre y desigual, no podemos permitirnos ofrecer a las niñas, niños y adolescentes con menos oportunidades una oferta educativa que, desde el análisis del diseño, ya nos está dando claras señales de que no se producirán los aprendizajes esperados.
Entonces, antes de elogiar a APRENDO EN CASA, debemos analizar su propuesta y respondernos ciertas preguntas elementales:
- ¿Las experiencias de aprendizaje apuntan a objetivos claros?
- ¿Se comunican claramente las consignas?
- ¿Las actividades se estructuran en una ruta pedagógica consistente?
- ¿Las actividades se orientan a las metas de aprendizaje previstas?
- ¿Se toman en cuenta los saberes previos?
- ¿Se transmiten al profesorado el sentido de las experiencias de aprendizaje?
- ¿Resultan las orientaciones inteligibles para estudiantes y familias?
- ¿Se brinda al estudiante el andamiaje necesario para avanzar en el desarrollo de los aprendizajes?
- ¿Se está apuntando a desarrollar competencias a lo largo del año con un diseño bien secuenciado?
- ¿Las competencias se desarrollan a partir de la apropiación progresiva de los recursos de las competencias?
- ¿En qué medida se está asumiendo que la presentación de situaciones, por sí mismas, da lugar a la generación de competencias?
- ¿Los textos de las actividades de aprendizaje están diseñados para asegurar la autonomía?
- ¿Se están dando las orientaciones suficientes para que los maestros y maestras sepan cómo interactuar con sus estudiantes en función de las actividades diseñadas por el MINEDU?
- ¿Se está promoviendo la reflexión metacognitiva?
- ¿Se plantea la ejercitación suficiente para alcanzar el nivel de logro que corresponde en relación a las competencias?
- ¿Se desarrollan realmente competencias?
- ¿Se evalúan, adecuadamente, los aprendizajes que se logran?
- ¿Cuál es la propuesta de alfabetización inicial en lectura y escritura que ofrece APRENDO EN CASA?
La lista de preguntas se puede extender mucho más. Y cuánto más preguntas hagamos, más nos sorprenderemos al constatar las deficiencias de fondo.
Frente a esto, también se puede decir de quienes tenemos la responsabilidad de aportar desde fuera del MINEDU que este año también hemos perdido nuestra capacidad de crítica, de exigencia, de aporte. Nos hemos conformado con una oferta educativa débil porque creemos que no es tiempo de demandas y críticas. Creemos que estamos embarcados en una misión común de sacar adelanta las cosas, como sea; y pretendemos compartir la sensación de unidad ilusoria del rebaño. Creemos que nuestra única guerra es contra la pandemia. No es contra los servicios deficientes que nos ofrece el Estado. No es por una educación de calidad. Por eso, aceptamos y callamos frente a una propuesta de estrategia educativa sin brújula.
Muchos estándares y evaluaciones se demandan y se aplican para el profesorado; y poca rigurosidad para valorar el trabajo del MINEDU. Al respecto, unas medidas inmediatas y efectivas para garantizar que las actividades de APRENDO EN CASA mantengan un alto estándar de calidad sería contar con formatos de diseño para la planificación y con formatos de evaluación bien estructurados y con ítems relevantes que permitan el control de calidad indispensable que asegure que no salgan del MINEDU productos que no cumplen con los criterios pedagógicos fundamentales.
Pero, a pesar de las situaciones más dramáticas, siempre hay luces. Hemos visto a lo largo de estos extraños y trágicos tiempos que muchos han sacado lo mejor de sí. Desde docentes que han convertido las salas de su hogar en aulas hasta aquel maestro, Walter Velásquez, que lleva su robot a las comunidades de Huancavelica. Desde aquél adolescente anónimo de Pucchun, en Camaná, que enseña a sus vecinos pobres, hasta Gersón Ames, profesor que visita a sus estudiantes casa por casa, también, en Huancavelica. O Ana María Manrique, aquella profesora que en las alturas de Maucallaqta en Arequipa, recorre las casas de sus niñas y niños para enseñarles. O el director/profesor shipibo, Isai Sanancino, quien coordina con la municipalidad de Yurúa para que haya promotores que lleven los materiales a sus estudiantes. O Alejandro Fernández, de Quillupampa en Santiago de Chuco (La Libertad), que ha debido aprender de TIC para poder llegar a sus estudiantes. O los miles de docentes que, con WhatsApp en mano, se comunican con sus estudiantes para compartir una lección o darles una palabra de aliento.
Las familias, por su parte, también han desempeñado un importantísimo papel en la educación escolar de sus hijos e hijas en casa. Se han convertido en tutores personalizados que han estado a su lado, permanentemente; traduciendo las actividades de APRENDO EN CASA para que las entiendan, haciéndoles comprender conceptos e ideas difíciles o nuevas, explicándoles procedimientos, ejercitándoles. Con los niños y niñas más pequeños se han convertido en alfabetizadores, haciendo uso de todos los medios disponibles. En fin, han cumplido con una tarea monumental que debe ser reconocida y valorada.
Actores individuales e institucionales han mostrado lo mejor de sí, como Municipios que han hecho lo mejor que podían para mejorar el acceso a internet, a la radio o la televisión; o UGEL que han estado capacitando y apoyando a sus docentes.
Todas estas historias mínimas y extendidas de compromiso y esfuerzo en contextos de extrema pobreza son esperanzadoras. Nos dicen que hay docentes, familias e instituciones que están poniendo todo de su parte. Y que esperan que el MINEDU también ponga de la suya.
Hemos visto que muchas cosas se han hecho por temor a que se pierda el año escolar. Yo, sinceramente, no sé qué puede significar perder el año escolar por la pandemia, cuando desde hace cincuenta años muchos estudiantes pierden el año escolar cada año porque no aprenden lo que deben aprender en sus escuelas. Sumados a la ineficiencia del sistema educativo, un contexto de injusticia social e inequidad y una pandemia hacían muy difícil pensar en un año de aprendizajes escolares bien logrados.
Entonces, con respecto a nuestras niñas, niños y adolescentes, ¿podemos afirmar que han perdido el año escolar? No. No, si pensamos que los aprendizajes van más allá de la oferta del MINEDU y no se limitan a ellos. En ese sentido, este año debe haber sido muy rico en experiencias de aprendizajes; de aprendizajes que surgen de la vida misma, de los problemas, de las vivencias compartidas en el hogar y en la comunidad. Todas estas experiencias no pueden ser medidas ni evaluadas con precisión, pero se han dado. Han sido reales. Estudiantes y familias han aprendido de la convivencia en el hogar las 24 horas del día. Allí han aprendido cosas positivas y negativas. Han aprendido a conocerse mejor. Han aprendido a ser más autónomos. Han aprendido a cuidarse. Han aprendido de la solidaridad de sus vecinos y vecinas. Han aprendido más de los saberes de sus culturas. Han aprendido a comunicarse mejor. Han fortalecido sus lenguas originarias. Han aprendido de la lucha por la sobrevivencia. Han aprendido del olvido del Estado.
Hay quienes en estas circunstancias habrán aprendido más o habrán aprendido menos, pero las lecciones que han sacado de este año duro serán aprendizajes que no olvidarán.
Pero, incluso, también a nivel de los aprendizajes escolares, seguramente estamos percibiendo logros debido a que se han sumado diversos factores y ha habido distintos mediadores: familiares, docentes, directores, directoras y autoridades locales comprometidas, que han hecho todo lo que ha estado en sus manos para que sus niñas, niños y adolescentes puedan aprender al máximo en las más diversas y difíciles situaciones.
Lamentablemente, nuestro Estado y nuestra sociedad tienen muchas dificultades para aprender. Repetimos y repetimos los mismos errores de manera recurrente. Los errores no se convierten en oportunidades de mejora ni de cambio. Damos vueltas en un círculo vicioso. Tenemos buenas ideas, buenas investigaciones, buenos diagnósticos, buenas propuestas, buenos proyectos y programas, buenas estrategias, buenos ministros y ministras. Hasta tenemos proyectos educativos nacionales: uno que ya termina y otro que comienza; pero nuestra escuela pública sigue en colapso. ¿Qué sucede entonces? ¿No será que todo este conjunto de tantas buenas cosas responde a parámetros, modelos o discursos que ya están agotados? ¿No será que hoy se nos demanda pensar desde otras perspectivas para responder y resolver los problemas urgentes y cotidianos de la educación?
¿Aprenderá el Estado y la sociedad de este año? ¿Podemos estar seguros de que ahora sí, sacaremos las mejores lecciones para que las Tablets no caigan también en saco roto, para que los aprendizajes ofrecidos se logren, para que el próximo año tengamos un programa de alfabetización inicial para las niñas y los niños de primer grado, para que ofrezcamos mejores programas de educación a distancia? ¿Ya está trabajando el MINEDU para hacer las cosas de manera diferente? ¿Estará ya en marcha un Sistema Nacional de Educación a Distancia? ¿Se estará buscando a especialistas de Educación a Distancia? ¿Se estará previendo un trabajo conjunto con las regiones? ¿Se confiará más en el profesorado? ¿Hay indicios de enmendar los errores cometidos? ¿Habrá una evaluación objetiva de APRENDO EN CASA?
Esta será una incógnita que esperemos que se despeje, positivamente, en los próximos meses. El año no acaba aún. Podemos dar un golpe de timón.
Lima, 7 de setiembre de 2020