Editorial
A seis meses de iniciado esta extrañísimo y complicado año escolar, se hace evidente que los enormes esfuerzos iniciales por sostener el servicio educativo por todos los medios posibles, no ha sido suficiente para evitar la desconexión de miles de estudiantes del sistema escolar.
Están los problemas ya conocidos de conectividad y de acceso a dispositivos tecnológicos, pero también la dificultad de las familias para mantenerse involucradas en las tareas de sus hijos e hijas de forma permanente, todos los días de la semana, a la vez que afronta el impacto del desempleo, el contagio o la pérdida de seres queridos, las tensiones propias del confinamiento y los inevitables conflictos -de distinto rango y gravedad- que se derivan de estas situaciones.
Pero están también las dificultades del sistema educativo para moverse con solvencia en un terreno inédito en el campo de la educación básica, como es el de la educación remota a través de la televisión, la radio o el Internet. Es decir, para adaptarse a los códigos y las reglas de juego de medios no presenciales, evitando replicar los mismos lenguajes y esquemas de trabajo utilizados en las aulas. La consecuencia es el cansancio y el desinterés de los niños, niñas y adolescentes, que ahora tienen el poder de apagar sus aparatos.
A esto se suma una seria dificultad que se arrastra de años anteriores con relación al manejo del currículo. Han pasado casi tres décadas desde que la educación escolar decidió a orientarse al desarrollo de competencias, intentando dejar atrás una tradición de más de dos siglos de enseñanza memorista y dogmática. En general, no hemos tenido demasiado éxito en ese esfuerzo y la educación remota no ha desaparecido el problema. Por el contrario, ahora que las clases no se ofrecen a puertas cerradas, esto se ha puesto más en evidencia.
Podríamos agregar la preeminencia que, lamentablemente, suele tener la presión administrativa que ejerce el sistema de arriba abajo, sobre las necesidades específicas de estudiantes, maestros y directivos para hacer viables los aprendizajes. Más aún, aprendizajes realmente significativos y trascendentes. Eso hace que la maquinaria se mueva básicamente impulsada por la necesidad de reportar el cumplimiento formal de obligaciones normativas, antes que por garantizar aprendizajes profundos, reflexión crítica, autonomía y seguridad personal, en las difíciles condiciones actuales.
Debe comprenderse que ninguno de estos problemas se resuelve aumentando horas a la programación semanal de actividades y el tiempo de exposición a las clases a distancia. Demás está decir que las Tablets serán de una enorme ayuda y sería mezquino no reconocerlo. Solo tengamos en cuenta que educación remota de emergencia y educación e-learning no son lo mismo y este valioso recurso debería ser el pretexto para transitar de la primera a la segunda, no para perennizar la primera.
Lo que está en juego no son los escasos meses que nos quedan para terminar el año, sino la viabilidad de la educación ofrecida bajo esta modalidad durante todo el 2021. Aunque el optimismo nos mueva a desear el pronto retorno a las clases presenciales, necesitamos vernos en el espejo de países que están más adelante que nosotros y con una ciudadanía mucho más responsable, y que han dado marcha atrás después de comprobar el rebrote del contagio producido por esa decisión. A abrocharse los cinturones, que tendremos educación remota para rato.
Lo que debe decirse, en honor a la verdad, es que estos mismos problemas están ocurriendo en todos los países. Basta revisar los diarios de México, Chile, Argentina, o los informes de Naciones Unidas para reconocer la enorme similitud de las dificultades que enfrentan los distintos países con las que estamos viviendo aquí. Lo que puede empezar a diferenciarnos es la respuesta y es ahí donde necesitamos dar la talla. Esto es difícil para todos y, por suerte, voluntad sobra, así es que no se trata de repartir culpas ni de empezar a pontificar, sino de invocar la serenidad necesaria para hacer control de daños y concentrarnos en hallar soluciones que vayan más allá de lo que la prensa convierte en la noticia del día.
Comité Editorial
Lima, 5 de octubre de 2020