Edición 65

El portafolio como instrumento de evaluación formativa

No es cantidad, es calidad de evidencias las que necesitan coleccionarse: evidencias retadoras, significativas, motivadoras, accesibles, retroalimentadas.

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Fernando Llanos Masciotti | EDUCACCIÓN

He escuchado alguna vez que el portafolio es un gran folder donde los estudiantes colocan todas las tareas y trabajos que han hecho durante todo el año. También he leído que el docente supervisa el cumplimiento de las tareas del portafolio con marcas como Ok, revisado o sí/no, de los que depende la eventual calificación de los estudiantes. ¿Es así?

¿Qué es un portafolio?

Según la misma normativa del Minedu (RVM 094-2020), un portafolio es:

  1. una colección de producciones escogidas por los propios estudiantes
  2. que se usa para examinar los logros, dificultades, progresos y procesos en relación a las competencias
  3. promueve la reflexión activa sobre su propio aprendizaje

Entonces no es que los portafolios almacenen todos los trabajos, sino que es una selección de evidencias escogidas por el estudiante. Por las actuales circunstancias, podría hacerse conjuntamente con el docente. Pero es una selección. De eso, no hay duda.

Esta es la definición normativa de portafolio:

Portafolio: Colección de producciones realizadas por los estudiantes. Sirve como base para examinar los logros, las dificultades, los progresos y los procesos en relación al desarrollo de las competencias. Es altamente recomendable que para cumplir esta finalidad las producciones incluidas sean escogidas por los propios estudiantes sobre la base de una reflexión activa sobre su aprendizaje.

¿Cómo podemos escoger las evidencias para el portafolio?

  • Competencia: Escojamos aquellas evidencias que realmente demuestren la puesta en juego de competencias -entendidas como capacidades combinadas y no aisladas- para lograr un propósito determinado en situaciones particulares.
  • Complejidad: Me aventuraría a elegir las evidencias más complejas, es decir, las que implican comprender, interpretar, analizar, argumentar, tomar decisiones propias, crear estrategias, diseñar alternativas de solución frente a situaciones nuevas, no rutinarias, no repetitivas. En ellas se garantiza aprendizajes de orden superior, de alta demanda cognitiva, situaciones retadoras, que promueven la interacción (preguntas, sugerencias, repreguntas, comentarios, etc.) entre los estudiantes y los docentes. Las evidencias más complejas, además, darán la oportunidad de que los estudiantes tengan errores en el proceso de su producción, lo que permitirá analizar cómo van avanzando, aprender más y mejor desde una retroalimentación pertinente. Si escogemos evidencias simples, de respuesta cerrada, en las que los estudiantes solo han extraído información, o han cumplido con seguir procedimientos para hacer algo, donde todo está tan dirigido y donde no es posible el error, no tendremos asegurado más que aprendizajes superficiales y, por lo general, sin un despliegue real de competencias. Las evidencias simples y superficiales ofrecen la falsa ilusión de que todo funciona como un perfecto engranaje para el docente y para el estudiante. No es que las actividades simples sean innecesarias, pues pueden ser etapas en el proceso hacia el logro de un propósito más complejo; sin embargo, no las tomaría como evidencias potentes y confiables para demostrar el desarrollo de las competencias.
  • Motivador: ¿Qué tan motivadora resultó tal o cual actividad?, ¿respondía a los intereses de los estudiantes o a los intereses de los adultos? Claro, es imposible cumplir con los intereses y preferencias de todos; pero quizás podamos hacer un esfuerzo por preguntarles a los estudiantes cuál de las producciones le resultó más atractiva e interesante. Tratemos de escoger aquellas evidencias más motivadoras y cautivantes para los estudiantes.
  • Retroalimentación: Escojamos aquellas evidencias que han recibido algún tipo de retroalimentación, pero que además han podido ser mejoradas por los estudiantes, especialmente si van a ser calificadas. Una evidencia que no ha recibido retroalimentación y oportunidad de mejora es una evidencia inacabada e incompleta.

El portafolio refleja los progresos

En sus inicios, el portafolio fue utilizado para evidenciar el proceso de producción de textos. Así, se almacenaban las distintas versiones previas de un texto escrito y los estudiantes mismos se podían dar cuenta de cómo una versión iba saliendo mejor que la anterior (autoevaluación) con la mediación del docente (heteroevaluación) y de los pares (coevaluación). El portafolio ofrecía entonces una visión panorámica de los avances de los estudiantes al producir un texto y les permitía tomar conciencia de que la escritura era un proceso.

De allí, el uso del portafolio se extendió hacia las otras áreas y competencias con la misma lógica: dar cuenta de los progresos y avances de una producción o actuación compleja que daba cuenta de un despliegue de capacidades combinadas e integradas. En otras palabras, de modo práctico, el portafolio promovía que el estudiante reflexione sistemáticamente acerca de su propio proceso de aprendizaje y pueda gradualmente desarrollar su autonomía y conciencia crítica.

¿El portafolio es una carga adicional?

Si se concibe el portafolio como parte misma del proceso integral de enseñanza aprendizaje y no solo como un instrumento aislado de evaluación, puede ser una herramienta muy potente y económica, y no una carga adicional para el docente ni para el estudiante. Más bien aligera el trabajo docente: no se tiene por qué evaluar todos los trabajos y evidencias, pues no se trata de llenar el portafolio de evidencias hasta reventar. Todo lo contrario: se seleccionan las evidencias más desafiantes, las más interesantes, las más significativas, las más motivadoras, aquellas que han sido retroalimentadas.

El portafolio y la autoevaluación

El portafolio permite que el estudiante participe activamente en la selección de evidencias, en las mejoras progresivas de sus trabajos, en la reflexión autocrítica sobre sus evidencias y sus procesos. De todo esto, debe quedar registros narrativos de cómo hizo la tarea, cuánto le costó, qué tanto le interesó, cómo superó las dificultades, etc. Estas autoevaluaciones narrativas (y no solo registrados en listas de cotejo) permiten un recojo de información cualitativa acerca del desempeño de los estudiantes, lo que a su vez contribuye a que el docente haga una mejor retroalimentación y, por supuesto, un mejor juicio de valor.

Diversidad de evidencias

Uno de los beneficios del portafolio es recoger una diversidad de evidencias, que no es lo mismo que cantidad. Con diversidad nos referimos a que las evidencias recogidas son de distinto tipo: resúmenes, organizadores gráficos, textos escritos, informes, resolución de un problema complejo, etc., y no solo cuestionarios de preguntas tipo examen tradicional.

La calificación en el portafolio

Actualmente, parece haber una preocupación por la función del portafolios en la calificación. Si desde el principio no se seleccionaron las evidencias, es hora de hacerlo. No es cantidad, es calidad de evidencias (retadoras, significativas, motivadoras, accesibles, retroalimentadas). De la selección de evidencias depende no solo la calidad de la retroalimentación sino de la confiabilidad para emitir un juicio o conclusión valorativa y, en consecuencia, el nivel de logro de las competencias. Si la evidencia es superficial o da cuenta de alguna capacidad aislada, o si la retroalimentación solo es formal, o si no dimos oportunidad al estudiante para que mejore su tarea, entonces el juicio no será válido y no podrá ser punto de partida para la asignación del nivel de logro. Por ello, es necesario cuidar las evidencias que vamos a tomar en cuenta de modo que nos ofrezcan información confiable, pertinente y de calidad sobre el desarrollo de competencias de los estudiantes.

Lima, 16 de noviembre de 2020

Fernando Llanos Masciotti
Consultor independiente en la didáctica de lectura, escritura y evaluación en la educación básica regular y educación superior. Ha sido especialista de Evaluación del área de Comunicación y Coordinador de Evaluación en Educación Intercultural Bilingüe (EIB) de la UMC en el Ministerio de Educación. Fue profesor del área de Comunicación en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y es docente de Posgrado de la enseñanza de lectura y escritura en la Universidad Peruana Cayetano Heredia.