La principal lección de la crisis que vivimos es que el modelo de representación parlamentaria de la Constitución de Fujimori ya no sirve más. Es absurdo tener un Congreso que al día siguiente de instalarse ya tiene 60% de desaprobación, y que esta desaprobación sube a 80% y 90% poco después. Un Congreso que toma la decisión de vacancia del presidente sabiendo que el 95% de la población estaba en desacuerdo con esa decisión, no nos representa.
La juventud, que ahora es la mayoría de la población peruana, puede canalizar su actual movilización, su energía y su creatividad, hacia el diseño y la aplicación de un nuevo modelo institucional para las funciones de legislación, representación y fiscalización: un nuevo congreso, asamblea o como lo quieran llamar.
Necesitamos un “parlamento” que refleje la realidad actual de la diversa población nacional, con mecanismos que aseguren la renovación permanente de su legitimidad y el control de cualquier indicio de corrupción, que incorpore la virtualidad y los medios de información y comunicación que las tecnologías actuales permiten, para obligar a los representantes a consultar y escuchar a los/as ciudadanos/as.
Sugiero revisar las mejores experiencias internacionales de renovación de los sistemas de representación política, que combinen nuevos modelos de democracia representativa con las mejores propuestas de participación y democracia directa. Podemos poner al Perú a la vanguardia del desarrollo de la democracia en el mundo. No queremos tolerar más la mediocridad y los vicios del actual Congreso. No debemos aceptar parches ni cambios de fachada, que en el fondo dejan todo igual.
Estoy seguro de que los y las jóvenes comprometidos y movilizados pueden encontrar el camino para hacer realidad los cambios que harán posible el futuro que sueñan.
Lima, 16 de noviembre de 2020