León Trahtemberg | Facebook
¿Quién predijo en 1989 que Alberto Fujimori seria presidente en 1990? ¿Quién predijo en el año 1999 que Valentín Paniagua sería presidente a fines del 2000? ¿Quién predijo en el 2015 el despelote político con rotaciones presidenciales y cierres del congreso que hemos vivido en el quinquenio 2016-2021? ¿Quién predijo en el 2018 que Alan García se suicidaría en el 2019? ¿Quién predijo en el 2019 que la prisionera Keiko Fujimori y el líder de la huelga magisterial del 2017 Pedro Castillo serían los finalistas presidenciales en el 2021? ¿Quién predijo en el 2018 la devastadora pandemia del Covid19?
Al respecto el psicólogo Philip Tetlock (Universidad de Pennsylvania) empezó en 1984 a analizar las predicciones de todo tipo de expertos, incluyendo científicos políticos, economistas, periodistas renombrados, y recolectó sus predicciones respecto al futuro.
Veinte años después, y tras más de 80.000 pronósticos sobre el futuro de la economía, la política, la ciencia, la sociedad, el mercado laboral o la tecnología del futuro, al confrontarlos con datos verificables hasta 20 años después, encontró que no acertaban más allá de una adivinanza al azar, o sea 50%. Tetlock llegó a la conclusión de que “un mono tirando a los dardos podría haberlo hecho mejor”.
El problema es que no se puede saber anticipadamente a cuál 50% corresponde la predicción correcta. Siendo así ¿por qué se sigue escuchando a estos futurólogos que suelen ser profetas del error? Según Gardner se debe a nuestra natural aversión a la incertidumbre, y la necesidad de obtener respuestas a las cuestiones que no conocemos. La gente prefiere una respuesta equivocada a estar en estado de confusión y ambigüedad.
Esta introducción la hago a propósito de todos los vaticinios de tantos expertos -muchos de ellos pesimistas- de lo que le espera al Perú luego de la confirmación de quién será elegido presidente, gane quien gane. No dejan mucho lugar para la sorpresa positiva, para matices entre los extremos, para el reconocimientos de lo valioso y perfectible del otro; espacio para imaginar un cambio de actitud en los gobernantes peruanos influidos por las presiones de la “realpolitik”, ni tampoco para los cambios de contextos y los hechos fortuitos que muchas veces son disruptivos. Aunque comprensible por las analogías regionales, les cuesta imaginar un Perú navegando exitosamente sobre la epidémica crisis política y social que invade a toda América Latina, desde Venezuela hasta Chile.
Las predicciones del futuro previsible parten de los datos del pasado y del presente para simular escenarios futuros. Aún si el margen de error es muy alto, -porque los cambios de contextos y la complejidad de la vida hacen imposible que las predicciones hayan ponderado todos los factores que influyen en el futuro-, tienen la virtud de volvernos más curiosos, observantes, sensibles y comprensivos respecto al mundo en el que vivimos y las tendencias y fuerzas que se mueven dentro de él. Al menos yo cuando planteo escenarios futuros, no lo hago para que se me califique por mis aciertos como pronosticador, sino para preguntar ¿cómo encararíamos ese escenario? ¿Qué podemos hacer hoy para estar mejor preparados frente a ese escenario posible y para aproximarnos o alejarnos de él?
Y allí es donde aterrizamos nuevamente en nuestro rol como educadores, que en lugar de cerrar la cabeza de los alumnos con nuestras propias teorías, ansiedades, polarizaciones y predicciones, debiéramos abrírselas nutriendo su deseo de saber y sensibilidad respecto al complejo mundo en el que viven. Procurar que imaginen los escenarios posibles, los matices que hay entre los extremos, las discrepancias que no son sinónimos de enemistad, y definan qué y cómo quieren actuar para estimular los escenarios favorables y frenar los desfavorables. Es una forma de fomentar la resiliencia y nutrir de optimismo a los alumnos respecto a sus propias capacidades y responsabilidades para contribuir a hacer de éste un mundo mejor. Les anima a preguntarse cómo hemos llegado a la situación actual y cómo podemos contribuir a la reconciliación entre todos y a una forma de convivencia que vela por el bienestar común.
No encuentro muchas alternativas, ya que si les ofrecemos un ambiente escolar pesimista, de duelo continuo, de determinismos que sólo dan cabida a escenarios negativos, ¿Qué esperaríamos que hagan ellos? ¿Que asistan de buen ánimo al colegio y disfruten de su experiencia escolar? ¿Que se esfuercen por ser buenos estudiantes y se comprometan con el bienestar común? ¿Que se nutran de una identidad nacional afirmativa?
Lima, 12 de junio de 2021