El gol nació en las aulas

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Claudio Chaparro

DIOS LOS CRIÓ Y ELLOS SE JUNTARON. Jefferson Farfán y Paolo Guerrero jugaron en Alianza Lima, estudiaron en Los Reyes Rojos y recibieron una formación basada en la autoestima y confianza personal. Hoy cosechan lo que sembraron.

Las aulas de Los Reyes Rojos también deben andar orgullosas. Ahí, en Barranco, en ese colegio que no comparte los convencionalismos con que la mayoría de escuelas se desenvuelven en el Perú, se fue cimentando la formación y personalidad de dos chicos que hoy aparentan ser una dupla casi mágica y hasta venida del cielo para nuestra selección y sus tantas veces postergado sueño de regresar al Mundial.

En 1996 un muchachito de 12 años de edad (y que ya llevaba tres jugando en Alianza Lima) apareció el primer día de clases en el colegio. Se llamaba Paolo Guerrero. Y era uno de los primeros beneficiados con el proyecto iniciado por los Reyes Rojos y el club de La Victoria. Paolo iba al sexto grado de primaria. Y ya el fútbol copaba el espacio más selecto de sus ilusiones.

El niño fue creciendo. Y el tiempo halló a un adolescente convencido de que el fútbol era su ineludible camino a seguir. Hasta que en el tercer año de secundaria se encontró, en las mismas aulas, con otro muchachito que ya se había convertido en su ‘compinche’ cada vez que vestía la camiseta blanquiazul: Jefferson Farfán.

‘Jeffri’ tenía 15 años de edad. Provenía del colegio Alfonso Ugarte de Santa Anita, en donde se había cansado de ganar el torneo interescolar. Se habituó. Junto a Paolo y otros jóvenes como Roberto Guizasola, Wilmer Aguirre y Alexander Sánchez conformaron el grupo de grandes promesas aliancistas del colegio. Lo cierto es que esos dos muchachos jamás dejaron de soñar…

Pero, ¿qué hizo que dos chicos de 20 años de edad muestren hoy una convicción tan fuerte en el triunfo? ¿Por qué se fueron del país a tan corta edad y, sin embargo, no cayeron en la excusa de extrañar a la familia, al entorno, y regresar sin nada? Primero estuvo su certeza. Y, luego, el apoyo recibido. Un hecho pocas veces visto en nuestro fútbol (plagado de ‘promesas’ que se evaporan entre la noche y la visión errada o que ‘tiran la toalla’ al primer traspié) y que vislumbra un panorama aún mejor para ambos.

Eliminando complejos

En 1995 la dirigencia de Alianza Lima determinó la transformación de sus divisiones menores. La idea era desarrollar integralmente al jugador y dotar al futbolista novel de importantes sustentos de nutrición, salud, sicología y educación.

Y en ese marco surgió la iniciativa de Constantino Carvallo, miembro de la comisión de menores del club y director de Los Reyes Rojos. “Consideramos que era vital trabajar el tema de la educación con los chicos. Y decidimos apoyar el trabajo formativo”, revela Carvallo.

Alianza hizo convenios con colegios como Saco Oliveros o Miguel Angel Buonarotti. Pero en Los Reyes Rojos también se les dio la oportunidad. Y muchos de los jugadores de la categoría 84 (entre ellos Guerrero y Farfán) aparecieron entonces en la escuela barranquina.

Trabajadores de ese colegio recuerdan los primeros años de Paolo. Dicen que no tuvo problemas para adaptarse en un ambiente con chicos de un estrato social diferente al suyo. Y que andaba bien en el estudio, gracias a la rectitud de su madre, doña Petronila.

“Su madre tiene una gran perseverancia. Lo instaba a estudiar. Si no quería venir, lo perseguía y lo traía. Creo que él, al estar más tiempo en el mismo colegio, adquirió más rápido la idea de la responsabilidad”, refiere Carvallo.

Más bien, Jefferson –recuerda el director de Los Reyes Rojos– era “un poco más reacio al estudio”.

“El llegó en tercer año de secundaria. Y muchas veces faltaba, no venía. En su anterior colegio, el Alfonso Ugarte de Santa Anita, pasaba de año porque jugaba muy bien. Aquí encontró otra filosofía educativa. Su nivel educativo era bajo. Y con él se necesitaba un trabajo especializado”, señala.

Sin embargo, una vez Guerrero, Farfán y Roberto Guizasola no fueron a clases. Faltaron dos días seguidos y el sábado de esa semana debían jugar por Alianza ante Cristal, un cotejo clave. Carvallo notificó la ausencia a Fernando Farah, responsable de menores en Alianza. Recién al tercer día se aparecieron en el colegio. Pero el sábado no dejaron jugar a ninguno, pese a ser los mejores del equipo. Por lo menos, les quedaba claro: su formación educativa no era un tema al margen del fútbol, sino todo lo contrario.

“La idea es que todos los menores que juegan en Alianza tengan conocimientos básicos de aritmética, de escritura, de inglés. Que no pasen tanto tiempo libre, que no repitan de año, porque eso genera el ausentismo escolar. Y a Paolo y Jefferson se les reforzó mucho la autoestima, el desarrollo sin complejos, una filosofía educativa que los ayudara a creer mucho en ellos mismos”, sostiene Carvallo.

Austoestima y confianza

Los Reyes Rojos es un colegio sin los dogmas de la mayoría de escuelas en el Perú. Los alumnos asisten con ropa de calle y hasta tratan de tú a los profesores. Asisten niños y muchachos cuyas familias tienen poder adquisitivo. Guerrero y Farfán (junto a otros chicos aliancistas) notaron que personas de un sector social muy distinto al suyo los trataban bien. Fueron dejando atrás temores propios que surgen en estratos humildes, merced a la precariedad y falta de recursos. Y también abandonaron esa inseguridad que genera el racismo en el país. Carvallo da un alcance al respecto:

“El punto básico fue reforzarles la autoestima y desarrollar su fuerza interior para que no se sientan menos que nadie, que no persigan a jugadores de Brasil para que les regalen sus camisetas, que no se sientan menos que los blancos. El racismo es grande en el Perú. Y, lamentablemente, se acrecienta en los colegios. Ellos han crecido entre blancos, han sido bien tratados, no se han sentido desplazados y han ido desterrando temores e inseguridades”.

Eso hoy juega a su favor. Tal vez por ello Paolo no deja de anotar con la camiseta del Bayern Múnich y Jefferson es titular indiscutido en el PSV. Tal vez por eso muestran tanta confianza cuando pisan la cancha. Tal vez por eso…

A quien más recuerdan en el colegio barranquino, durante las actuaciones, es a Jefferson. Le gustaba tocar cajón, salir a bailar. El espíritu criollo lo heredó de su madre, quien cantaba en diversas peñas. Paolo, en ese sentido, era mucho más tímido. Pero cuentan que fue cambiando con el esquema educativo impuesto: el vínculo con los profesores, el sentirse valorado por ellos, el ver al maestro como amigo y no como un perseguidor le empezó a dar otra visión de la vida.

“Creo que a pesar de ser jóvenes, piensan bien. Saben que el dinero no se puede desperdiciar. Y que el origen humilde no significa que una persona tenga menos posibilidades o no sea valorada.

“Eso es un orgullo para nosotros, para Alianza. Pero sería ideal que la Federación de Fútbol apoye esfuerzos de este tipo. A los chicos con condiciones hay que hacerlos sentir valorados. En el colegio hemos tenido casos de chicos aliancistas que, al llegar, no querían salir ni al recreo. Veían blanquitos y venía el complejo. A Jefferson y a Paolo se les inculcó la confianza en ellos mismos. Y lo que hacen ahora, en la selección y en Europa, demuestra que entendieron el mensaje. Sin embargo, la federación no colabora para masificar ese trabajo. Y, además, en el Perú, el poder no entiende que lo esencial es desarrollar el espíritu de la gente, no entiende de verdad cuál es el problema educativo”, analiza Carvallo.

Y lo cierto es que no le falta razón.

Divino mate

El vóley tiene en el Divino Maestro un caso similar de formación de jugadoras

Fernando Aguayo tiene una vida en el vóley. Es técnico y educador. Y revela que así como Alianza busca darles una formación integral a sus jugadores, a través de colegios como Los Reyes Rojos, el deporte de los mates siempre buscó hacer lo mismo a través del Divino Maestro.

“El apoyo del Divino Maestro al vóley se mantiene. Por estas aulas pasaron la mayor cantidad de jugadoras de nuestra selección, en la mejor época del vóley. Incluso vivieron en el colegio. Y eso es algo que hasta ahora se mantiene”, dice Aguayo.

¿Cómo se procede? Aguayo observa jugadoras de categorías menores, si les ve condiciones, las trae a Lima, y les da formación intelectual y deportiva.

“Es una inversión propia. De puro amor al vóley. Aquí estuvieron Lucha Fuentes, Cecilia Tait, Cenaida Uribe. Muchas dejaron el vóley y son empresarias o congresistas. Pero todo esto es un esfuerzo individual. Ojalá el Estado se interesara en el tema”.

“La confianza personal es básica”

A Paolo Guerrero ahora le dicen el “Depredador”. El muchacho se convirtió en el goleador del Bayer amateur y apenas recibió la orden de Félix Magath para ser titular en el primer equipo, no defraudó.

“Considero que soy una persona que se tiene mucha confianza. Creo mucho en mis posibilidades, en mi juego, en mis fuerzas. Pienso que mi familia, la unión de ella, me ayudó en ese sentido. Y en el colegio entendí que uno mismo genera su destino”, afirma el delantero nacional que ayer volvió a anotar un gol por el Bayern en la Bundesliga.

“En realidad, no siento temor de jugar aquí o en Europa. Sólo quiero jugar y ganar. Jugar y hacer goles. No defraudar a nadie. Del colegio recuerdo el trato con los compañeros, con los profesores. Sé que tengo condiciones y que puedo desarrollarlas en cualquier lugar. Y esa es mi mentalidad”, agrega.

Sin embargo, Guerrero -cuando dejó Alianza y siguió al empresario Carlos Delgado para ir a Europa, generando un lío legal- se distanció de los dirigentes de Alianza que apostaron por darle una educación distinta.

“De ese tema prefiero no hablar. Pero aún voy a mi colegio porque ahí estudian dos sobrinos míos. Yo soy un agradecido de las personas que me ayudaron en algún momento. Eso lo dejo bien en claro”, asegura.

“Tengo una seguridad inquebrantable”

Jefferson Farfán llegó al PSV holandés y al poco tiempo se ganó la titularidad. Su juego encarador, hábil y desequilibrante gustó tanto que el técnico Guus Hiddink decidió no sacarlo más del equipo.

Y la ‘Foquita’, en la selección nacional, ha logrado algo similar. No solo es titular fijo, sino que anota goles decisivos y hoy es carta fundamental en el esquema de Paulo Autuori, a despecho de sus 20 años de edad.

“Creo que soy un jugador que se tiene mucha seguridad. Desde que estaba en los juveniles siempre actué con confianza. No me creo más que nadie, pero tampoco creo ser menos que ninguno. En el fútbol hay que mantener la calma, la tranquilidad, pero es necesario confiar en la propia capacidad”, señala.

Y recuerda una anécdota. “Una vez fui a una discoteca a bailar. Y me ampayaron. Alianza me sancionó. Y fui a vivir un mes a la casa hogar que tiene el colegio Los Reyes Rojos. Uno aprende. Y eso ayuda a valorar las cosas”.

FUENTE: LA REPUBLICA / 21-11-04