Santiago Torres Manrique | EDUCACCIÓN
El pasado 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. En un país como Perú, donde existen políticas, estrategias e iniciativas de organismos públicos y privados para el desarrollo equitativo entre mujeres y hombres en diversas etapas de la vida (y con ello el cierre de brechas o desventajas en comparación a los hombres), aún se evidencian brechas, de corte social, económico, educativo y cultural [1].
La puntuación media global en el Índice de Desigualdad de Género en el Perú para el año 2020 se ubicó en 0,390. Este valor muestra una reducción de la desigualdad respecto a veinte años atrás, donde se situó en 0.526[2].
La presencia de mujeres en la educación es una de las pocas situaciones donde se observa una mayor equidad poblacional por sexo. Desde luego, el Perú tiene prácticamente la mitad de su población conformada por mujeres. Lo mismo ocurre con las primeras etapas educativas: en la educación inicial, 49.4% de la población la conforman niñas, mientras que en Primaria y Secundaria, la cifra es de 49.2% de niñas y adolescentes por igual. En esa línea, la educación superior universitaria (ESU) parece no ser una excepción [3].
El gráfico 1 muestra dos indicadores clave sobre acceso y matrícula en la ESU: para el 2020, 23% de mujeres que egresaron de 5to. de secundaria accedieron a la ESU al año siguiente; esa tasa es un poco más baja en hombres (19.2%). Por su parte, 55.8% de mujeres entre 17 a 24 años se encuentran matriculadas en alguna universidad, y solamente 46.6% de hombres tienen dicha situación. Todo hace suponer la inexistencia de inequidad en perjuicio de la mujer, y por el contrario, una brecha que las favorece…
El gráfico 2, en forma similar con la paridad demográfica por sexo en las primeras etapas educativas, muestra que poco más de la mitad de adolescentes que egresan de la educación básica regular (EBR) son mujeres (50.4%). En consecuencia, el número de postulantes y de admitidos en las universidades tiene una presencia ligeramente más alta de éstas. Este punto de partida implica que las etapas siguientes deben ser mínimamente pares para hombres y mujeres. Los datos del gráfico 2 muestran, incluso, que las brechas se inclinan de manera positiva y creciente a favor de la presencia femenina en la matrícula, el egreso, la graduación e incluso la titulación.
Sin embargo, las etapas finales de la vida universitaria (es decir, los posgrados que conducen a grado académico, los cuales son opcionales), evidencian una cuota menor a la mitad de presencia de mujeres. Esta brecha es más desfavorable en aquellas que adquieren el grado de doctor. Todo este conjunto de desventajas que ocurren en la fase final de la trayectoria educativa es la que podemos denominar «brechas evidentes» (o visibles). Estos resultados concuerdan con la evidencia internacional. Ver Unesco (2021). Mujeres en la educación superior: ¿la ventaja femenina ha puesto fin a las desigualdades por género?[4].
Sin embargo, hay otro aspecto importante a destacar y que no se observa directamente en el gráfico previo, que podemos denominar como «brecha invisible». Se relaciona con la existencia de participación heterogénea de mujeres al interior de algunas carreras con ciertas particularidades, que las ponen en desventaja frente a los hombres. Esto, por ejemplo, nos ayudaría a entender por qué existe una presencia de casi el 70% de mujeres con titulación de segunda especialidad (son pocas las carreras que ofertan segunda especialidad, como enfermería, obstetricia, medicina humana, educación, y otras carreras de ciencias de la salud).
Para una mayor ilustración de las brechas invisibles, el gráfico 3 refleja la participación de mujeres en la matrícula universitaria diferenciada para las cuarenta carreras con menor (20) y mayor (20) presencia femenina, y desagregadas según los niveles de ingresos laborales que se reportan actualmente en el mercado laboral para estas profesiones. La deducción inmediata es la divergencia entre la presencia mayoritaria de mujeres en la matrícula universitaria global respecto con la reportada por carreras, incluso algunas reflejan hasta menos de la décima parte de estudiantes mujeres.
Sin embargo, el aspecto central que caracteriza las «brechas invisibles», tiene que ver con la relación inversa entre las carreras con mayor presencia de mujeres y los bajos retornos salariales que éstas representan en el país. El gráfico 3 muestra que 13 de las 20 carreras «más feminizadas» se ubican en el 40% inferior de niveles salariales por carreras (4 de ellas en el decil inferior). En el extremo opuesto, las carreras con mínima presencia de estudiantes mujeres (en consecuencia, carreras masculinizadas), están asociadas con los deciles más altos de niveles salariales (se trata principalmente de carreras en ciencias básicas e ingenierías). Con ello se podría inferir que, en un futuro próximo, se generará una cantidad mayoritaria de profesionales varones con altos ingresos laborales, en oposición a una alta proporción de la fuerza laboral femenina atizada en profesiones que concentran bajos ingresos.
Complementariamente, los gráficos 4 y 5 muestran algunas brechas en la participación femenina en el acceso a becas y créditos para maestrías y doctorados (etapas finales de la educación superior universitaria) otorgados por instituciones públicas como Pronabec, Concytec y Servir. El gráfico 4 muestra que, en los últimos cinco años, existió una presencia más equitativa de mujeres en el acceso a becas y créditos para maestrías (en la mayoría de años por encima del 50%), mientras que para doctorados la presencia fue predominantemente masculina (la cuota de mujeres bordeó el 40% los últimos cuatro años).
Por su parte, el gráfico 5 sugiere un mayor vínculo de las mujeres con la selección de la calidad de las instituciones de educación superior. Se evidencia una mayor presencia femenina en becas y créditos para maestrías cuando aplican a instituciones educativas que se ubican en el top 50 del QS World University Ranking 2020-2021, y una participación de 49% cuando se trata del top 20 del citado ranking. Ambos datos superan la participación global (45%). Para el caso de doctorados, si bien la participación global de mujeres es de 41%, existen mayores cuotas de éstas en universidades con mayor calidad (participación de 44% en el top 50 y de 43% en el top 20). Puede deducirse que, aún con la desventaja global en acceso a becas y créditos para posgrados en el exterior, las mujeres son más selectivas con la calidad de las universidades a las que aplican (esto además se complementa con la política de las instituciones públicas que otorgan becas y créditos, las cuales, por lo general, asignan puntajes complementarios en el proceso de selección con el fin de premiar la equidad por género).
Reflexiones para políticas públicas
- Existe un marcado interés de los jóvenes y sus familias en la educación superior universitaria. Esto sitúa dos grandes responsabilidades sectoriales: i) reforzar la oferta educativa disponible en universidades públicas; y ii) emplear mecanismos comunicacionales para difundir otras alternativas de educación superior, las cuales pueden estar articuladas con los intereses vocacionales de los jóvenes, así como ser atractivas a la par en el mercado laboral. Ambas líneas de trabajo sumarían en la equidad de género en la educación superior.
- Monitorear permanentemente indicadores de educación superior diferenciados por género, así como otros que visibilicen brechas. Es imperante que el Portal Ponte en Carrera de Pronabec publique información desagregada por género.
- Reducir el acceso mayoritario de mujeres a carreras con bajos retornos salariales, principalmente considerando esta meta como un incentivo presupuestal en universidades públicas. Lo anterior conlleva un efecto colateral de largo plazo (promover programas con alto retorno salarial actual en estudiantes mujeres podría llevar hacia una mayor cantidad futura de egresadas y una presión negativa sobre sus remuneraciones). Sin embargo, la inacción tampoco solucionaría el problema.
- Reforzar el financiamiento por resultados para el otorgamiento de becas del Programa Beca Mujeres en Ciencia. Se puede vincular metas nacionales para lograr estándares OECD o mínimamente lograr la paridad por género en carreras de ciencias e ingenierías.
- Homologar criterios entre instituciones públicas que otorgan becas y créditos con el fin de generar mayores opciones de financiamiento para mujeres interesadas en continuar estudios de posgrado fuera del país, con énfasis en universidades de prestigio.
Lima, 18 de marzo de 2022
NOTAS
[1] Agradezco a Verónica Arana Torres por el apoyo estadístico en algunos gráficos.
[2] INEI (2021). Perú: Brechas de género 2021. Avances hacia la igualdad de mujeres y hombres. El índice engloba tres dimensiones: Salud reproductiva (2 indicadores), Empoderamiento (2 indicadores), y Mercado laboral (1 indicador). Disponible en https://www.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/publicaciones_digitales/Est/Lib1833/libro.pdf
[3] MINEDU-ESCALE 2020. Consultado en http://escale.minedu.gob.pe/magnitudes
[4] Disponible en https://www.iesalc.unesco.org/wp-content/uploads/2021/03/Las-mujeres-en-la-educacio%CC%81n-superior_12-03-21.pdf