Ricardo Bedoya
Con “Intensa mente”, Pixar dice “Buenos días, tristeza”.
Y amplía así la gama de sentimientos que sus películas van representando. La vivencia de la pérdida y la inminencia de la muerte en la última “Toy Story”; la nostalgia en “Wall-E”; el duelo y la exaltación en “Up, una aventura de altura”.
Aquí, da cuerpo a los humores esenciales y figura el cerebro de una niña pre púber como una mesa de comando donde se realizan los encuentros y desencuentros que ordenan cada conducta. Humores que se comportan como titiriteros desde la cúspide de un sistema nervioso que es el de todos.
La idea recuerda la existencia de otros titiriteros de la emoción, como el mago del país de Oz, el mítico Mr. Wolfe de “American Graffiti”, o los controladores de la eyaculación en “Todo lo que quisiste saber sobre sexo y nunca te atreviste a preguntar”. Pero aquí, ellos están en el centro de la aventura.
Lo fascinante de “Intensa mente” es su capacidad para combinar el relato de crecimiento y la abstracción conceptual.
La travesía de Alegría y Tristeza no solo permite el crecimiento de la niña y es catalizadora de la acción. Su periplo es también metatextual y nos remite al proceso de construcción de la propia película. Ellas comentan al personaje de la niña; son el coro que anticipa los peligros y establecen las formas de escapar a las situaciones de riesgo que propone el guion; señalan las pistas que recorre el relato; explican las transformaciones plásticas que modelan los cuerpos y rostros de esos personajes virtuales , siempre estilizados, alejados de cualquier fotorrealismo, a veces convertidos en figuras cubistas o en grafías con volumen. Alegría y Tristeza son seres conscientes que recorren un paisaje fantástico de objetos que encarnan aquello que llamamos identidad.
Alegría y Tristeza, inseparables, agentes secretas y cómplices del equilibrio emocional, son la expresión animada de los cerebros de Pixar dando una clase maestra sobre la animación, la aventura y esos afectos que nos hacen sentir incomodidad con Riley ante su nueva casa, o desconsuelo en la escena de la desaparición de Bing Bong, el amigo imaginario.
Fuente: Páginas del diario de Satán / Lima, julio de 2015