La pandemia ha causado un fuerte impacto en la salud mental de la población, manifestando diversos síntomas psicológicos derivados del confinamiento, el distanciamiento social, la pérdida de seres queridos, la pérdida del trabajo y la adaptación al nuevo proceso de enseñanza para evitar la pérdida del año escolar.
Ya pasado algunos meses en que la mayoría de los docentes y estudiantes retomaron las clases presenciales, podemos notar, sin duda, que el sector educativo y sus familias son quienes han presentado mayores dificultades en cuanto a las habilidades, herramientas y recursos socioemocionales en este contexto. No sólo los vemos enfrentados a la falta de habilidades sino además a la falta de interacción con sus pares. Podemos evidenciar un mayor desfase, presenciando desbordes emocionales, conflictos en la convivencia escolar, menor tolerancia a la frustración incluso signos de ansiedad y depresión.
En este artículo quisiera invitarlos a reflexionar sobre el valor de la educación emocional en el contexto educativo actual para mantener el bienestar y estabilidad personal de toda la comunidad educativa, pues estos factores cambian de forma consecuente a partir de estas nuevas interacciones. En el caso de los estudiantes, las emociones juegan un papel muy importante para el desarrollo cognitivo (aprendizaje), contribuyendo significativamente al desarrollo personal y social para una mayor convivencia escolar. En el caso de los docentes, quienes son guías y encaminan a sus estudiantes, hoy se crea se crea la necesidad de dirigir adecuadamente un acompañamiento y contención emocional desde la didáctica de su enseñanza. Por ello es importante revisar el contenido a enseñar y considerar las reacciones emocionales que este provoca.
El acto de enseñar se ha hecho complejo en este contexto y ha impactado en los docentes desatando diversas emociones. A ellas que hay que darles respuesta a partir del reconocimiento, la aceptación, el saber cómo expresarlas y gestionarlas en las sesiones de clases. Suena todo un proceso complejo y verdaderamente lo es, desde la premisa que todos somos seres emocionales que razonamos, es necesario que los docentes den un giro a su labor escolar y tomen en cuenta sus propias emociones, tanto tiempo dejadas de lado y que hoy ocupan gran relevancia en su quehacer.
Es más sencillo escribirlo que verlo, este proceso emocional implica tomar conciencia de cuál es su papel en diferentes contextos, dar lugar a que su ser y sus distintos roles puedan complementarse en su vida, en general, como parte de sus relaciones. El rol del docente no solo culmina “a la hora de salida”, pues existe la revisión de evidencias, comunicación con los padres, el proceso de programación de las sesiones siguientes en base a las necesidades de sus estudiantes, proceso que se hace muy demandante emocionalmente ya que cada niño, muestra una necesidad diferente, cognitiva, física o emocional.
En las diversas capacitaciones, surgen dudas de las docentes relacionadas a lo que venimos conversando. Algunos ejemplos son: ¿cómo aplicar en mis sesiones de clase lo preparado cuando no me escuchan? ¿cómo lograr avanzar si los padres no responden al llamado? ¿cómo cumplimos con las metas propuestas, si estas no se acercan a las realidades de nuestros niños? ¿cómo responder y controlarnos si el niño nos patea? ¿cómo evitar reaccionar mal? ¿cómo doy calma a un niño, si tengo a otros 20 niños esperando por mí? ¿qué estrategia funcionara para…? Por ello es importante recalcar el rol fundamental de los docentes, no sólo como agentes educativos, sino también como fuente de calma, seguridad y conexión con niños, niñas y adolescentes.
Hace poco se publicaron los lineamientos para la promoción del bienestar socioemocional de las y los estudiantes de la Educación Básica, en el que se considera el manejo de las emociones, sociabilidad, sana convivencia y una mirada optimista a su desarrollo y el de la sociedad. Para cumplirlos será necesario que los docentes incluyan el bienestar socioemocional en su pedagogía, garantizando la permanencia y el desempeño satisfactorio de sus estudiantes, tomándolos en cuenta y brindando atención a su diversidad. Antes de ello, es necesario capacitar a los docentes, para que puedan comprender lo que significa “educar emocionalmente”, no detenernos solo a aplicar una actividad lúdica, mantenerlos siempre atentos a la pizarra, hacer que sonrían durante la clase o que estén felices y contentos cada día. Los docentes son modelos, no se puede enseñar algo que no conozco o acepto con seguridad, no se puede expresar o solicitar contención cuando no lo he logrado conmigo mismo, ahí está la otra parte, los docentes, sus emociones y bienestar también importan.
El primero paso para recuperar lo perdido es reparar lo vivido durante este retorno; detenernos a reconocer y darle la importancia necesaria a las emociones de los docentes para luego propiciar su autocuidado. Así generamos un ambiente seguro, que refuerce el vínculo con sus estudiantes que acompañe y prepare el camino a la adquisición de aprendizajes y al desarrollo de habilidades en sus estudiantes para una mejor convivencia social.
Lima, 05 de octubre de 2022