Los docentes se encuentran en constante proceso de actualización y capacitación para desempeñar un rol que le demanda ser, además, emocionalmente inteligentes. Necesitan ser capaces de proveer un clima que favorezca la construcción de conocimientos y el desarrollo de habilidades y competencias necesarias para el bienestar de sus estudiantes.
Muchos recordarán cómo se sintieron de niños cuando estuvieron en sus aulas, cómo los trató el profesor, más allá de la teoría o fórmula que les explicaba para aprobar el curso. Sucede que los docentes son guías y agentes de cambio, su rol va más allá de compartir conocimientos, educa también para la vida al contribuir al desarrollo personal de cada estudiante, al inspirarlos a ser mejores personas y profesionales.
Es en las escuelas donde se crean y desarrollan gran parte de los conceptos que tenemos sobre quiénes somos, sobre el mundo, sobre el futuro. Los estudiantes conservan en su memoria a docentes que dieron rumbo a muchas de sus preguntas y sueños. En definitiva, son pieza clave y guía para la formación de muchos profesionales hoy en día.
Por todo lo dicho, que exista un vínculo entre el docente y estudiante es de gran relevancia. Así aprende con mayor facilidad, así se anima a participar en clase, a levantar la mano y hablar, a compartir sus dudas y consultas para mejorar sus aprendizajes.
Sin embargo, las habilidades que hacen que el docente cale en el corazón de sus estudiantes y refuerce su impulso por seguir aprendiendo, recae en la forma en la que los integra en el proceso de aprendizaje, considerando sus necesidades y habilidades, dándoles oportunidades de mejorar. Para lograrlo necesita aplicar diversas estrategias, tener una actitud empática y mayor flexibilidad con sus estudiantes. Desde ahí se puede asegurar experiencias de aprendizaje satisfactorias, que les motiven, les den seguridad y confianza en sí mimos y en lo que pueden llegar a ser a partir de su esfuerzo. Estos son factores esenciales para poder aprender y enseñar.
Consolidar un vínculo de confianza y seguridad por ambas partes mejoría las habilidades y funciones ejecutivas de los estudiantes, no solo para las asignaturas escolares, tareas o evaluaciones sino, más allá de las clases, para sus desafíos personales. El vínculo seguro les permite acercarse a comentar sus problemas, inquietudes, pasatiempos, actividades y gustos. Es así como los docentes se implican en el futuro profesional de sus estudiantes, contribuyendo a su éxito laboral, por ejemplo, ayudándolo a establecer metas, supervisando, mostrando apoyo, valorando su proceso de aprendizaje a lo largo de toda vida escolar, desde el preescolar hasta la universidad.
Se debe considerar que en especial los padres y maestros son los reales “influencers” de muchos de sus estudiantes, en diferentes contextos y ambientes. Por más pequeño sea el cambio que hayan logrado en ellos, a partir de una palabra de aliento, un gesto amable, un abrazo en el momento que o necesitaba, el tiempo que invertimos para atender alguna necesidad en particular, la forma divertida y didáctica en la que le enseñamos algún curso, todas estas acciones cuentan como motivadores cada día para nuestros estudiantes. Es la marca que recordarán a lo largo de su vida.
Acompañar a muchos docentes y conocer cuan dispuestos están a seguir aprendiendo, a seguir capacitándose, a lograr sus metas propuestas para darle lo mejor a sus estudiantes, es lo que los inspira a ser mejores profesionales. Comprendamos que la profesión de maestro no es sencilla, es una vocación con un sentido lleno de amor y valor verdadero por el bienestar común, una profesión que se ejerce con el arma más poderosa del mundo: la educación.
Lima, 12 de enero de 2023