Un día en el 2018 estaba en la mesa de la profesora de literatura, ella revisaba mi trabajo. Mis piernas temblaban porque estaba cansada de tanto estar parada, y ya me preparaba para recibir mi trabajo e ir a sentarme. Cuando de repente la profesora me dijo: “Cindy, ¿no quieres postular al COAR?”. Hubo un absoluto silencio por unos minutos, hasta que se escuchó una voz decir “¿Qué es eso?… Nunca lo he escuchado”; era yo preguntándole a mi profesora. “Cindy ve a sentarte”, me dijo ella con tanta amabilidad.
Giré y empecé a caminar para llegar a mi sitio, con la cabeza agitada, mientras mi mente repetía “¿Por qué la profesora me dijo eso?” Me quedé parada al lado de mi mesa y escuché decir a mi compañera, “¿Ya te revisaron?”. “Sí, solo que…” Y una voz me interrumpió en ese momento. “Chicas les voy a explicar sobre el COAR… COAR significa Colegio de…”. Me senté rápidamente; no recuerdo haber tomado notas.
Eran las 3:30 p.m., la hora de salida. Fui a casa y cuando llegue encontré a mi madre trapeando el piso de la cocina. “Mamá, la profesora hoy nos habló sobre el COAR y yo quiero postular” le dije esbozando una sonrisa inmensa en mi rostro. “¿COAR…que es?” Respondió con una voz de cansancio. “Es un colegio que ofrece mejor educación,” se escuchó una voz responder por detrás mío. Era mi hermana, ella sabía de esta oportunidad, y con su ayuda terminamos de explicarle a mi mamá y a mi papá (quien al cabo de un rato había llegado) sobre el COAR. “No sé si dejarte postular, pero de todos modos hay que ver los papeles que necesitas,” me dijo mi madre. Mi padre solo asintió con la cabeza.
Pasaron unos meses, y con estos aumentaba la presión por tener un buen desempeño escolar. Tenía que sacar buenas notas para estar entre los 10 primeros puestos y así postular al COAR, que era lo que realmente quería. Recuerdo una mañana donde salí al patio de recreo junto a mis amigas. Era una mañana con un sol resplandeciente. Tenía un yogurt en mis manos y estaba a punto de tomarlo cuando me distraje con algunas voces. “Leonor sí ingresará al COAR, ella sabe mucho, es primer puesto.” Escuché varios de estos comentarios. Y sólo escuchaba, hasta que alguien a mi costado pronunció algunas palabras como si quisiera que nadie más la escuchara: “Cindy, todos piensan que Leonor ingresara al COAR, yo ya no quiero postular, no creo que ingrese, ni siquiera sé tanto cómo ella.” Era mi compañera Lucia, quien al parecer tenía cero confianza en ella misma. Al escucharla mi rostro se desencajó y se me fueron las ganas de tomar mi yogurt. Soy de la opinión de que la fe y la confianza es lo último que se pierde en una guerra, pero al escuchar este tipo de comentarios yo también perdí la seguridad en mis propias habilidades, comenzaba a perder la guerra interna donde cada día decido si voy a luchar por mis metas, o no. Recibir mejor educación gracias a esta oportunidad se convertía en un sueño (más) sin cumplir.
Recuerdo que para postular necesitaba mi certificado de notas, por eso fui a la secretaria del colegio para pedírselos. Ella me preguntó que para que los necesitaba, yo respondí “me estoy postulando al COAR”. “COAR, COAR, todos dicen así, no ingresan y vienen llorando” protestó la secretaria mientras buscaba mi certificado. Yo sólo opte por escuchar, sin decir ni una sola palabra. Mi mamá, quien me acompañaba en ese momento, estaba desconcertada, pero le hice una señal con los ojos para que no dijera nada. La secretaria seguía con el rostro molesto, tal vez sea por el cansancio de su trabajo, no lo sé…lo único que hice fue quedarme en silencio.
Pasaron como 10 minutos, y la secretaria dijo: “Acá está el certificado de su hija”, a lo que mi madre llena de impotencia respondió: “Gracias. Mi hija no regresará a este colegio”. Sentí tanta confianza en lo que dijo mi madre, por lo que me atreví a hablar. Con la voz ronca y a punto de caerse mis lágrimas le dije a la secretaria: “Ingresare al COAR y si no ingreso no volveré a estudiar en este colegio. Hasta luego, y gracias”. La secretaria obviamente no se esperaba esto. Pensé que nos iba a gritar porque sus ojos sobresalieron en su rostro, pero solo opto por sentarse y fruncir el ceño. Salí del colegio y por calle iba pensando qué hubiera pasado si desde un principio no le hubiera permitido a la secretaria que me hablara así. En situaciones como estas los estudiantes toman decisiones que fácilmente pueden significar el final de una meta, pero aprendí que mi coraje puede más que mis inseguridades. Si solo hubiera escuchado a la secretaria esta historia sería diferente, me hubiera ahogado en mis propias inseguridades y el final de mi meta sería otra.
El mineral más duro que se conoce en la naturaleza son los diamantes. Proviene del latín adamas y significa «invencible» e «indestructible», un significado de fuerza. Los diamantes solo pueden ser rayados por otros diamantes, y representan la fortaleza y la perfección. Por eso se dice que alimentan la constancia. Además, para pulir un diamante se da un golpe fuerte con un martillo, el cual ‘divide’ el diamante en pedazos más pequeños. Como los diamantes son increíblemente duros y muy quebradizos, tienden a dividirse de manera bastante limpia. También, el diamante se puede cortar con una sierra de diamante o un láser, un proceso que lleva horas.
Mi historia agridulce representa la de muchas estudiantes cuando estamos como un diamante en bruto todavía sin pulir. Esta experiencia al inicio me hizo sentir enojada, desarmada. Cuando escuchaba que Leonor ingresará al COAR porque es la más inteligente, no es que haya sentido envidia, sino que me sentía mal conmigo misma, en conflicto. “¿Por qué los demás no pueden pensar que tú también vas a ingresar?,” me decía a mí misma. “Tú también eres inteligente.” No solo era ingresar al COAR y ya, para mí era una meta por cumplir que significaba algo: más oportunidades, progreso para mi familia, dejar de sentir que tenía más puertas cerradas que abiertas. Después de sentirme decepcionada conmigo misma, cada vez que en mi mente una voz repetía “No vas a poder”, yo la silenciaba diciendo: “Soy capaz de lograr mis metas”. Era una guerra interna. Finalmente, me decidí por una frase que visitaba todos los días: “Cindy confía en ti porque tú vas a ingresar al COAR”. Organicé todos mis documentos. Decidí dejar de lado las experiencias que no sumaban, experiencias negativas que solo eran una fuente de desconfianza. Fue un proceso largo, pero esperaba con ansias que llegara el día del examen del COAR y aún más el día en donde anunciaran la lista de ingresantes. Pasaron algunos meses y ese día llego y cumplí mi meta. Lo que pasó de ahí en adelante es materia de otro artículo.
En esta experiencia me volví valiente, conocí más la fe y la perseverancia. Afronté la guerra interna que sentimos muchos estudiantes. Desde ahí me acostumbré a pulir siempre el diamante para encontrar mi camino.
Cajamarca, 12 de enero de 2023