Patricia Salas O’Brien / Para EDUCACCIÓN
Se acercan las elecciones y mientras nuestra clase política está enfrascada en denuncias, insultos y escándalos amarillistas, instituciones de la sociedad civil han empezado a elaborar la agenda electoral e imaginar el debate y la incidencia.
No vamos a ocuparnos hoy de lo lamentable de nuestro escenario político, nos centraremos en el rol que viene jugando la sociedad civil, algo esperanzador para nuestra democracia. Por eso, además de valorar el esfuerzo, creo que conviene introducir algunas reflexiones en torno a estas iniciativas.
Lo primero es que, por lo general, nos refieren a la necesidad de tener políticas de Estado y no sólo de gobierno, en el entendido que para enfrentar problemas importantes se requiere de la continuidad de políticas. Lograr resultados toma tiempo, más aún si queremos que estos sean sostenibles en el tiempo, sean pertinentes, garanticen el derecho de la población a una buena educación y contribuyan en la construcción del desarrollo del país. Entonces estamos hablando de tiempos mayores a un período de gobierno.
Si bien la afirmación aparece como indiscutible, en educación conviene recordar que esta discusión no es nueva. En el proceso de transición a la democracia, el expresidente Valentín Paniagua convocó a la consulta nacional “Puertas Abiertas”, luego tuvimos el debate en torno a la Ley General de Educación, que también fue materia de una amplia consulta, y los debates para la formulación del Proyecto Educativo Nacional, con su correlato descentralizado para los respectivos Proyectos Educativos Regionales y para el Plan de Educación para Todos.
En estos debates se aborda la problemática educativa de manera sistémica, se plantean los sentidos y las grandes rutas por las cuales deben transitar las políticas educativas y los programas y presupuestos del sector, para lograr tener una buena educación.
Retomar el debate para este ciclo electoral tiene que tener como premisa que no se parte de “cero”. Caso contrario, se corre el riesgo de caer en el descrédito, en la sensación de que “nos reunimos para seguir hablando de los mismo”, que los problemas siguen siendo los mismos y las soluciones también.
A ello debemos agregar el hecho que, por lo general, las entidades públicas responsables de implementar esas políticas de largo plazo, en realidad no lo hacen. A pesar que son normas, que son vinculantes y que, incluso, hay que reportar avances al Congreso de la República, (Proyecto Educativo Nacional o el Plan de Acción por la Infancia), o a entidades internacionales como UNESCO (Plan de Educación para Todos).
Quizás por esta razón es que se pide hacer el esfuerzo por aportar con ideas concretas, que puedan ser viables y observables, lo cual suena perfectamente razonable, pues ya no queremos ser “mecidos” con promesas genéricas que podrían estar vaciadas de contenidos.
Esto conlleva dos riesgos, tal vez mayores que los arriba señalados:
- Centrar el debate en programas o actividades, las cuales fácilmente se pueden “independizar” de los objetivos de las políticas, alejándonos de la aspiración de tener continuidad en políticas que son del Estado y a solucionar problemas de manera estructural y sistémica.
- Perder de vista temas centrales en el sistema educativo peruano, que no han sido resueltos, y que están planteados en el Proyecto Educativo Nacional y la Ley General de Educación. Por ejemplo: ¿la equidad y el derecho a una educación pertinente y de calidad sigue siendo una prioridad nacional? ¿Cuál es el referente de la calidad de la educación peruana: la vida de las personas, la productividad, el ingreso a la universidad?, la atención de la primera infancia ¿tiene como finalidad acelerar la vida de los niños o asegurar un “buen inicio” para sus vidas? Y cómo éstas tenemos pendientes la orientación de las políticas en el campo magisterial, de gestión, de descentralización y de presupuesto.
Alentaré y participaré en todos los esfuerzos por posicionar la agenda educativa para el siguiente gobierno, pero estoy convencida que los programas, acciones, presupuestos y la rendición de cuentas, tienen sentido en función de sus objetivos. No los perdamos de vista.
Arequipa, 31 de agosto de 2015