El Estado Peruano cuenta, en sus diferentes ámbitos o facetas, con profesionales con elevado sentido profesional que ocupan posiciones expectantes desde el punto de vista profesional, técnico y/o científico. Muchos de ellos están en planilla (estables o de planta) y otros ofrecen su talento a través de contratos (como los Contratos de Administración de Servicios o CAS); régimen que no otorga una estabilidad plena pero sí beneficios como vacaciones, AFP, ESSALUD y licencias, entre otros. Sin embargo, no necesariamente todas las competencias profesionales necesarias para que avancen los diferentes sectores se encuentran encarnadas en las dependencias públicas. Más aún cuando existen despliegues muy relevantes, especializados y necesarios en momentos muy específicos para un ámbito en particular. De esta manera, se generan espacios para que profesionales nacionales y extranjeros de manera independiente (personas naturales) o pertenecientes a alguna organización contribuyan a que las realizaciones alcances niveles elevados en cuanto a su calidad; es así donde emerge como trascendental el aporte de consultores expertos que, junto a los funcionarios públicos establecen sinergias importantes para que las cosas marchen de una manera óptima.
Tenemos así a un actor relevante llamado consultor (satanizado en estos tiempos) que se suma a las capacidades profesionales ya instaladas en el aparato estatal. Del mismo modo, estas necesidades de apoyo tan especiales demandan por lo general a personas individuales o a organizaciones que cuentan con equipos de expertos dispuestos a optimizar, ofrecer marcos decisionales o generar evidencias empíricas para la toma de decisiones. Asimismo, cabe precisar que estos consultores, y como independientes que son, deben de emitir recibos de honorarios profesionales como condición para recibir el pago asociado a las tareas desarrolladas. Por lo tanto, un consultor de carne y hueso dedicado exclusivamente a esta tarea tendrá que agenciarse (en caso así lo desee) de un seguro privado (EPS u otro), cotizar de manera directa a una AFP y resolver de manera muy organizada una serie desafíos en el ámbito de las finanzas personales. Pues, y como debe suponerse, los consultores deben de destinar un porcentaje de sus ingresos para un fondo para sus “meses de para” que, muy probablemente, equivale a la tercera parte del año en promedio.
No obstante, el ser consultor demanda -en un contexto de rectitud- un conjunto de credenciales de formación (grado de magíster o de doctor), especializaciones, experiencia comprobada en el ámbito nacional (e internacional en algunos casos), un récord respetable de publicaciones académicas y una elevada disposición para aportar con extremo respeto a las contrapartes del sector público. En sí, un consultor (u organismo o asociación que tenga entre sus fines la consultoría o asistencia técnica) adecuadamente requerido por una real necesidad y seleccionado transparentemente por méritos profesionales (y éticos) es una persona que gatilla saludables procesos en favor del país en su conjunto o de alguna región en particular. De esta manera es más que legítimo que un consultor o los consultores de una agencia privada perciban una retribución económica acorde con sus elevadas calificaciones. En otras palabras, y en muchos ámbitos, los consultores en un determinado campo temático llegan a constituirse en un bien escaso en el mercado de trabajo. Esto último, es aplicable a los buenos funcionarios que han hecho posible que avancen (a pesar de los problemas) sectores tan sensibles como el de educación, salud o economía. Bajo este panorama, consultores y funcionarios llegan a constituir con frecuencia equipos de trabajo de primer nivel que generan procesos coincidentes con el discipulado, la formación de nuevos cuadros y la transferencia de conocimientos en la forma de nuevas capacidades instaladas.
De otro lado, es necesario resaltar que dentro del mundo de la consultoría existen escalafones, niveles o niveles que van desde los especialistas o consultores junior al senior. Estas denominaciones no siempre están escritas o explicitadas en los contratos; pero se proyectan en los requisitos o perfiles profesionales que son anhelados por quien precisa de esta asistencia.
Cabe advertir que los consultores no son decidores de políticas y, menos aún, tienen en sus manos el poder de destinar los recursos para que lo recomendado por ellos se traduzca en acciones concretas. Claro está que a todo consultor -en teoría- le interesa que sus aportes se conviertan en insumos relevantes para la toma de decisiones. Pero esto no sería la generalidad dado que -con bastante frecuencia- quienes tienen el poder de decidir lo que va y lo que no va optan por un determinado camino por razones diferentes a la sensatez profesional y al bien del país. Por esta razón, los buenos reportes de consultoría quedan – muchas veces- apilados en estanterías o en computadoras de políticos poco versados en los campos que supuestamente deberían lideran. Claro está que se alude directamente a los cargos de confianza que, en abundancia, se ofrecen a simpatizante, financistas de campañas, afines ideológicos y a rocambolescos personajes con abierta vocación por transitar por la senda de la corrupción. En otros casos, simplemente son ignorantes bienintencionados en la materia o asunto; pero que también le hacen un gran daño al país participar la violencia cultural – profesional que nos desborda. En otras palabras, y en esta última anotación, tan culpable es quien ofrece un cargo a alguien no preparado como el que lo acepta.
El mundo de consultoría en educación posibilita también un aporte importante en el perfil de los funcionarios de planta que constituyen el personal estable del Ministerio de Educación. Este, quizá, es uno de los impactos más importantes que se proyectan en el tiempo a favor de todo el sistema educativo en su conjunto. Así, un consultor (o un grupo de los mismos) colabora con sus interlocutores pues los ayuda a reflexionar, tomar decisiones y a perfilar realizaciones con un elevado sentido técnico. De esta manera, ese tiempo transcurrido al lado de los consultores dejará enseñanzas, experiencias memorables y nuevos horizontes para comprender en complejidad la problemática escolar del país, de una región o de algún gobierno local. En síntesis, los consultores -los buenos– traen consigo improntas muy favorables para la instancia o dependencia convocante. Del mismo modo, los consultores se nutren constantemente de los funcionarios y autoridades con quienes deben de interactuar para cumplir su misión.
De otro lado, habría que precisar que las consultorías pueden asumir una amplia variedad de formas o tipos. Así, algunas de ellas – y con cargo a equivocarme- tienen como producto la propuesta de una política en particular. Otras, se identifican más con el desarrollo de normativas legales tales como reglamentos, resoluciones o disposiciones. En otros casos, se contratan consultores para que actúen como evaluadores de programas ya en funcionamiento. O, también, hay consultores que son convocados para diseñar nuevos ámbitos, despliegues o repertorios de actuación al interior del Ministerio de Educación. Por último, (y de hecho hay otras formas de consultorías) existen consultores que acompañan la toma de decisiones en el plano nacional o regional.
Pero también habría problemas
Los impases con respecto a las consultorías no necesariamente nos remiten a profesionales poco preparados y que no reúnen el perfil mínimo para estos menesteres. Todo lo contrario, pues existen, consultores con extraordinarias hojas de vida que por algún tipo de favor político o prebenda son contratados para no hacer nada constructivo. Estos casos serían los menos frente aquellos consultores inexpertos y escasamente preparados que son puestos ahí por alguna razón que raya con la ignorancia (que casi siempre simplifica o subvalora lo que es una actuación profesional) y/o el favorecimiento por motivos personales, familiares, políticos o hasta sentimentales. Esta realidad constituye, desde mi experiencia personal como consultor, excepciones que deben ser investigadas y denunciadas por los fueros pertinentes (y los medios de comunicación) con responsabilidad; lo cual implica separar la paja del trigo y exhibir abiertamente los nombres y apellidos de estas personas que contrataron con el MINEDU y de quienes participaron en su contratación.
¿Y los 700 millones de soles en consultorías?
También, se tendrá que tener mucho cuidado al hablar de los montos de las consultorías correspondientes a los últimos 10 años en la sede central del MINEDU. Acordémonos del ex titular de la cartera de educación (Oscar Becerra) quien mencionó con gran liviandad que se destinaron más de 700 millones de soles “innecesarios” para estos fines. A esto se suma su torpeza al afirmar que las consultorías son la “caja chica” de un partido político y otra serie de imprecisiones con respecto al Consorcio de Universidades y su participación en la SUNEDU. En fin, parece que le dieron mal los datos al mencionado exministro pues es inexacto que todo ese monto haya sido para consultorías pues en ese saco están rubros como la evaluación docente, partidas de capacitación, la aplicación de las pruebas censales, estudios de inversión, la contratación de maestros y otros servicios de similar importancia para el avance de nuestra educación. Al respecto, recomiendo leer a Lucas Sempé; quien es un reconocido experto en esta materia que dejó en evidencia, desde su cuenta de Twitter y otras publicaciones recientes, que menos del 20% de esa elevada cantidad correspondía a consultorías.
Reflexión final
Las consultorías son imprescindibles para cualquier sector del estado y la educación no es la excepción. Es más, el MINEDU se beneficia cada vez que se contrata a un buen consultor ya que sería impensable el ingresar a su planilla a un profesional altamente capacitado para algo muy puntual. Así, también, el contratar consultores no supone desconocer el talento de los funcionarios del sector; y es por ese motivo por el cual no se está contratando a profesionales externos para todo lo que se hace al interior del ministerio de educación.
Al mismo tiempo, existirían informes de consultoría que se quedan encarpetados en los despachos de algunas autoridades poco versadas y/o faltos de compromiso con la educación nacional ¿Es esto culpa de los consultores que actuaron de buena fe? Esto, también, podría ser materia de investigación; así como todo lo referido a los supuestos productos de consultoría (que muy probablemente existen) compuestos por dos o tres páginas a los que se ha aludido en los últimos meses. Sin embargo, no se pueden amplificar estas y otras excepciones a tal punto de generalizarlas en campañas mal informadas y mal intencionadas que vienen demonizando a estas prestaciones.
Lima, 12 de junio de 2023