Qué tal si ganamos consciencia del sistema, cómo funciona, cómo son las problemáticas que existen en nuestros territorios, cuáles son las historias, sentires, la resiliencia, cultura, fortalezas de nuestra gente. ¿la sabiduría local, comunitaria que existe? ¿Hay aprendizaje y riqueza en ella?
“Pecho a cuerpo” me dijeron, mientras sonaba de forma contundente y estrepitosa los bombardeos y balas en el simulador, tal como sonó el día del ataque militar a la Comuna 13. El temor inundaba y paralizaba mi cuerpo. Sentí los vellos de mis brazos erizarse.
Era nuestro primer día en la escuela Eduardo Santos de la Comuna 13, en Medellín. La maestra Paula, su director y una estudiante de secundaria nos mostraron generosamente el museo de la memoria que armaron allí. Los murales al interior ilustran el pasado, presente y futuro de Colombia, cuenta con escenas la cultura paisa, los desplazamientos y la violencia del ataque de la Operación Orión a la Comuna 13 un octubre del 2002. Esta visita era parte del viaje que emprendimos un grupo de jóvenes latinoamericanos en setiembre de este año.
Cada dos semanas habíamos coincidido en un espacio de aprendizaje virtual que abordaba muy diversos temas: nuestras identidades, los ciclos y el impacto de la socialización, la opresión y la cultura dominante en América Latina, nuestros traumas históricos, los movimientos sociales y el rol de los aliados, la educación y también la conciencia liberadora que emerge. Cada uno de estos espacios nos permitió clarificar conceptos, reconocernos a nosotros mismos y percibir nuestros sistemas con incomodidad, tensión, compasión y sentido de liberación. Fue muy revelador comprender nuestras historias comunes y ver las múltiples coincidencias entre nuestras sociedades, nuestra realidad actual y nuestros sistemas educativos, no solo por los bajos resultados académicos, sino por la manera como se reproducen las injusticias y cómo todo se juzga desde la mirada del adulto.
Ahora tocaba conocernos en persona. Esta experiencia contempló una semana para visitar Medellín y aprender de las voces de sus protagonistas, de sus distintas formas de lucha, resistencia y reexistencia. De la mano del colectivo Bajo la piel de Medellín, pudimos adentrarnos en sus calles, barrios, historias de vida, reflexiones, en las entrañas de la otra cara de Medellín, esa que pocos quieren ver o que no se ve a simple vista.
Día 1: Educar con amor
Volvamos a la escuela Eduardo Santos de la Comuna 13. Esa fue nuestra primera visita en el día 1. ¿Por qué un museo de la memoria en la escuela? “Porque la educación es un acto de amor. Hay que ver a la escuela como espacio para resignificar, resistir, liberar. Educamos siempre con lo que hacemos, decimos o con lo que dejamos de hacer. Promover estudiantes pensadores, críticos de su realidad es un acto de amor. Todo acto debe estar marcado por ese sentimiento”. Así respondió la maestra Paula de manera contundente mientras transmitía esperanza con su sonrisa y ojos brillosos. Como si eso no bastara, la estudiante tomó la palabra: “Un espacio como este es importante, de esta manera yo he aprendido a reconocer quién soy, lo que ha sucedido aquí donde vivo y cómo esto nos ha marcado, y lo que deseo es que no podamos olvidar”.
Muerte y vida
El cementerio de Belén nos recibió con sus múltiples murales coloridos y el árbol de la memoria que guardan mensajes de duelo, resistencia y esperanza. “Aprendimos a hacer resistencia a partir de la siembra. A ser insistentes y persistentes”, nos cuenta AKA, educador y sociólogo mostrándonos las tumbas, fotos y plantas de los asesinados en la Comuna 13, mientras narra los hechos de manera incesante a través del megáfono. Aprender que la vida-muerte-vida es un ciclo continuo, es estar en constante transformación, la muerte se vuelve permanencia, se resignifica al vincularla con la naturaleza. Es por eso que, en lugar de colocar lápidas de cemento, en un principio, los familiares de las víctimas sembraron plantas encima de sus muertos, generando el mensaje de vida por encima de la muerte.
Día 2: La digna rabia nuestra
Nuestra compañera paraguaya, Manuela, transitaba como muchos en un cóctel de emociones. Rabia, siento mucha rabia confesó a la pregunta inquieta de Arnulfo (quien tenía la pinta de Paulo Freire) ¿cómo la estás pasando? Bueno, “vamos a transitarla y transformarla juntos. ¡Sean bien llegados!”, así nos daba la bienvenida a la casa.
¿Por qué sentimos rabia durante este camino? Por ver tan claramente la injusticia, la violencia, la desigualdad, el dolor, la pobreza, los desplazados, por verlo en rostros, en historias, en testimonios porque nos obligaba a ver partes de nuestras historias personales o de nuestras comunidades y países reflejados desde la opresión y los privilegios y no se podía no sentir.
“Yo le hablo a otros hablándome a mí” nos dijo Arnulfo, invitándonos a estar en un espacio seguro y a aliviarnos juntos y sentir compasión por los sentires y experiencias del grupo. ¿Cómo transitas tu rabia? En un momento de mucha autenticidad y vulnerabilidad, cada uno de los más de 20 viajeros y visitantes compartimos qué significa la rabia. Esta emoción que muchas veces evadimos o la transitamos inconscientemente. La rabia era a veces vista de forma negativa, por el dolor, impulsividad, malestar que nos genera. Algunos la sentimos en una parte de nuestro cuerpo y se vuelve enfermedad, para otros, es propulsor, impulso para accionar, para hacer las cosas diferentes, para generar cambios.
Mariana, nuestra compañera venezolana, la rabia era el sabor de la última arepa que pudo compartir con su familia 3 años atrás, justo antes de dejar su país, y le sabía a amargura, dolor, frustración y lágrimas. Era fácil perderme en el dolor, hablar con otras de mis voces y vincular a lo ocurrido en distintos momentos y paisajes de la historia de mi país.
Escuchadero popular
Arnulfo (educador comunitario) nos compartía su sabiduría y un llamado para construir los espacios de encuentro manera distinta, el escuchadero poplural, lo llama. Este funciona en base a “acordes” en lugar de “acuerdos”, desde la idea de resignificar para empezar a resonar en armonía y sintonía.
- “Ser claros”, puede convertirse en “usar palabras limpias, amables, libres y especialmente liberadoras”.
- “No suponer” se convertiría en “siempre preguntar y encontrar al humano detrás de las palabras”.
- “No tomarlo personal”, puede crecer a “cultivar la conciencia que somos uno con el universo, que somos parte de y no el todo”.
- “Dar lo mejor de sí”, sería “reconocernos y valorarnos, a uno mismo y al otro”.
Día 3: ¿Los sueños son de papel?
Al día siguiente, en la biblioteca comunitaria Sueños de papel, Margarita e Isaías compartían las actividades que se hacían en la biblioteca, qué leían los niños y niñas y cómo se sumaban los adultos. ¿Cuáles son sus sueños? Pregunté. La mirada escéptica de mi interlocutora fue ¿a qué sueños te refieres? En mi incredulidad, volví a repetir mi pregunta, porque a lo mejor no se había entendido. Claramente, la que no había entendido era yo. Marcela me dijo algo así: ¿sueños? Son niños cuyos padres no tienen trabajo, si los tienen, pasan muy poco tiempo con ellos por estar trabajando, no se les cumple en lo mínimo sus derechos laborales, los niños no están bien alimentados, están expuestos a peligros e inseguros constantemente, ¿qué sueños?
Estos son algunos retazos de mis recuerdos, de lo visto, aprendido, cuestionado. Como diría Ericka, la sabiduría tiene muchos rostros. Esta es una invitación a ver la vida de manera diferente, a apreciar la sabiduría popular y comunitaria, de apreciar a los ancestros, a la naturaleza, la cotidianidad, de regresar al barrio, a la comunidad.
Me pregunto ¿qué pasaría si viéramos la escuela así? un espacio de aprendizaje fuera de cuatro paredes y nos permitiéramos explorar la sabiduría popular de las personas que habitan nuestros barrios y comunidades e inundarnos de ella. Podríamos tener muchas miradas, ampliar nuestra perspectiva, sensibilidad, humanidad y empatía y lograr quizá “las 10 versiones de una misma escuela”, como diría Gerardo Pérez. Al final de cuentas, esos valores, son los que deberían importar.
¡Gracias Medellín por permitirme ver y sentir lo que tienes en lo profundo y debajo la piel!
Medellín, noviembre de 2023
[1] En mi mente permanece la idea de hacerle honor a lo vivido estos meses en este camino del curso de DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión) de Teach for All, pero por más que intente, puede que sea limitada mi versión de esta experiencia, pero aquí vamos.