Tina García / Ah Magazine
Nos recibe en su casa de Madrid, con una amplia sonrisa y toda la amabilidad. Docente durante casi 20 años y editor durante tantos otros, Antonio Ventura fue el responsable de la colección Sopa de Libros de Anaya, por la que pasaron tantos grandes escritores e ilustradores españoles y latinoamericanos. Tras esa etapa, crea la editorial El Jinete Azul en 2010, con un nombre que homenajea a su admirado Kandinsky y un catálogo hecho con cariño y lleno de libros que merece la pena descubrir y disfrutar.
TINA – Comenzaste tu carrera profesional como maestro y fue precisamente entonces cuando comenzaste a sentir un especial interés por la literatura infantil y juvenil. Años después fundarías la revista de literatura infantil Babar. ¿Cómo se desarrolló esa primera parte de tu trayectoria?
ANTONIO – La revista Babar nació como una publicación escolar en soporte papel en unos momentos en los que internet sólo era usado por las élites y las administraciones públicas, en el año 89. Fui maestro en la escuela pública desde el 77 al 93 y creé la revista con los alumnos de un colegio de un pueblo de Madrid en el que estuve varios años. La sorpresa fue que cuando esos chavales dejaron de ser mis estudiantes me plantearon seguir realizándola. Fueron creciendo, se convirtieron en adultos y sin embargo muchos siguen en el proyecto como colaboradores estables. A finales de los 90 la revista en papel desaparece y se crea la web.
T – Comenzaste a colaborar con editoriales, hasta el punto en que, en 1996, pasas a ser editor de la colección Sopa de Libros de Anaya. ¿Cuáles fueron tus momentos más memorables profesionalmente en ese periodo?
A – Dejé la enseñanza en el 93 y entré a trabajar en la editorial Anaya como orientador para el departamento de literatura infantil. Lo que hacía era un trabajo de campo sobre la situación de la lectura en el ámbito escolar y bibliotecario, con el objetivo de generar materiales de lectura que se pudiesen utilizar en escuelas y bibliotecas para promocionar su fondo. En el 96, cuando concluyó mi trabajo, la editorial me propuso pasar al departamento editorial como editor, justo en un momento en el que está debatiéndose un nuevo proyecto editorial que acabaría llamándose Sopa de Libros. Durante ese año se decide el nombre y la señaléctica de la colección y, para sorpresa mía, me nombraron director del proyecto. Hasta el 2002 dirigí esa colección, y a partir de ese año pasé a ser director de publicaciones, trabajo en el que estuve hasta 2008.
Sopa de Libros es un proyecto editorial en el que me sentí muy cómodo y muy libre de trabajar como creía que se tenía que trabajar. La colección tenía una cuota de 15% de poesía, 35% de autores e ilustradores latinoamericanos y además están los que considero los escritores e ilustradores fundamentales de la literatura infantil española contemporánea. Es un proyecto en el que además arriesgué como editor y aposté por publicar a autores noveles, algunos de ellos ahora muy conocidos.
T – Por otra parte, desarrollas tu trabajo creativo como pintor y escritor.
A – Mientras estudiaba Magisterio también hice Artes y Oficios, con la intención de ingresar en Bellas Artes. Pero yo procedo de una familia muy pobre y me tuve que poner a trabajar enseguida, así que no tuve la oportunidad. Por otro lado, el profesor que me daba clase de dibujo, Bernardo Sanjurjo, me recomendó que trabajase en el estudio de un pintor. Seguí su consejo y estuve en el estudio de José Luis Gómez Perales, un hombre que no es que me enseñase a pintar, me enseñó a mirar, que es más importante. Entonces desarrollé en paralelo a mi carrera de maestro una trayectoria como pintor; he expuesto mis obras en muestras individuales, bienales, tengo algún premio y obra en colecciones de varios museos…Pero también es verdad que cuando pasé a trabajar en Anaya me entusiasmó tanto por el proyecto editorial que la pintura quedó en un segundo plano. Desde entonces he seguido pintando pero con mucha menos constancia.
La escritura es algo que me acompaña desde la adolescencia – yo era de esos adolescentes con diario, donde escribía mis reflexiones y los poemas que nunca daba a las chicas que me gustaban. Siempre he sido además un lector compulsivo. Al ser maestro y tener que dar clase de lengua y literatura, me dí cuenta de que había que formar a los niños como lectores y a expresar sus ideas correctamente antes que la historia de la literatura o la gramática. Entendí pronto que la mejor manera de transmitir eso era a través de una literatura especialmente escrita para ellos. Así me aficioné a la literatura infantil primero como lector y más adelante, ya como escritor.
T – ¿Crees que tu experiencia como maestro ha sido importante para tu trabajo como escritor y editor?
A – En los casi 20 años que pasé como docente, me di cuenta de que los niños son como adultos pero libres de la hipocresía con la que la sociedad nos viste. No digo que el niño sea despiadado, pero no tienen los prejuicios que tienen los adultos. Sin embargo, eso no quiere decir que esté de acuerdo con eso de “que los niños elijan”, porque para elegir deben de ser libres y para ser libres deben estar educados. Porque si no son libres, ya sabemos lo que van a elegir, Nike y demás. Un niño formado es un ser fascinante, porque todos sus receptores sensoriales están abiertos, a nosotros como adultos sólo nos queda la palabra y la razón. Por extensión, publico libros en los que parto de la base de que los niños son inteligentes y no hay que darles la papilla triturada. Un editor tiene una responsabilidad moral y cultural y al crear la editorial El Jinete Azul no lo hice para enriquecerme, si hubiese querido eso hubiese montado una constructora o una fábrica de misiles.
T – ¿Cuáles son los ingredientes que debe tener un buen libro infantil y juvenil?
A – El escritor francés André Gide decía de una forma irónica que hay dos clases de escritores, los escritores “eficaces” que escriben lo que quieren y los verdaderos creadores, que escriben lo que pueden. Tiene que haber una búsqueda constante por parte del creador, contener una verdad y una necesidad de contar una historia.
T- He hecho una selección completamente subjetiva de alguno de los títulos que has publicado en el sello El Jinete Azul, me gustaría que destacases algo de cada uno. Comencemos por Clasificados y no tanto, de Marina Colasanti e ilustrado por Sean Mackaoui.
A – Para mi Marina Colasanti es una excencional escritora a la que ya descubrí en mi época como maestro con El Laberinto del Viento. Cuando leí aquel libro a principios de los 80 me di cuenta de que la literatura juvenil no tenía fronteras. Una vez que ese libro fue descatalogado lo publiqué de nuevo en Anaya y tuve en placer de conocerla. Más adelante, me enteré de que ella también escribía poesía y tuve claro de que en mi proyecto editorial propio no podía faltar alguna de sus obras; la poesía es fundamental para acercar a los niños a la lectura. Cuando vi aquellos clasificados en forma de haiku, pensé que había que buscar un grafista que fuese capaz de contener las ideas en un objeto y de ahí la presencia de Sean Mackaoui.
T – Cuando no estás aquí, de María Hergueta.
A – Cuando no estás aquí es la ópera prima de María Hergueta. Ella fue alumna de Noemi Villamuza, ilustradora que es amiga, y me habló de su trabajo. En un viaje a Barcelona María me enseñó Cuando no estás aquí, aún sin acabar. La historia es excepcional, el dominio gráfico es muy poco frecuente en una persona tan joven, la composición, las sugerencias… Publicar ese libro fue un regalo.
T – El aniversario, de Miquel Martí i Pol ilustrado por Carme Solé Vendrell.
A – Cuando era joven estudié catalán sólo para poder leer a Miquel Martí i Pol. Es un poeta excepcional, uno de mis fundamentales. Éste es el único texto que tenía para niños, aunque sea puramente adulto y esté a la altura de sus mejores obras. Y bueno, ilustrado por Carme Solé, era obligado.
T – El despertar de Heisenberg de Joan Manuel Gisbert e ilustrado por Pablo Auladell.
A – Hay un momento antes de crear El jinete azul, en el que me doy cuenta de que cabría la posibilidad de hacer novelas que fuesen en parte literarias y en parte gráficas, pero en las que la presencia de los gráfico no iluminase lo contado con palabras, sino que la historia se alternase, de manera que si arrancamos una parte de los elementos el libro no fuese comprensible. En El despertar de Heisenber pasa eso, ambos elementos deben ir unidos. Y para mi Joan Manuel Gisbert y Pablo Auladell son dos de los mejores escritores e ilustradores respectivamente del panorama actual.
T – El encuentro,de Enrique Flores.
A – Enrique es otro ilustrador con el que tengo muy buena relación y al que conocí cuando estaba comenzando mi carrera como editor. Cuando creé El Jinete Azul llamé a una serie de ilustradores para colaborar con la editorial. En nuestros inicios creamos un almanaque, a modo de manifiesto sobre literatura infantil de El Jinete Azul. Ese manifiesto es un librito que contiene caballitos de juguete realizados por 50 ilustradores. Enrique está entre ellos y me parece uno de los mejores ilustradores españoles en directo, el cronista gráfico del 15-M. El encuentro es una obra donde el creador limita sus recursos expresivos pero aún así crea una obra redonda.
T – El lenguaje de las cosas, de María José Ferrada con ilustracioes de Pep Carrió.
A – Es otra de las joyas de El Jinete Azul, su autora es una maravilla de persona y una excelente escritora. Es una de esas gratificaciones que te da la vida; todas las semanas llegan propuestas al email de la editorial y todas se revisan y se leen. En una ocasión nos llegó El lenguaje de las cosas, de María José Ferrada, una autora que yo no conocía y que me pareció todo un descubrimiento. La busqué y no encontré nada sobre ella pero aún así me puse en contacto para decirle que quería publicar su poemario. Es una poeta de una gran sensibilidad, capaz de construir un universo. Todos sus libros comparten una mirada. Y Pep Carrió por su parte es de una generosidad absoluta y un gran ilustrador.
T – ¿Hay algún otro libro de tu catálogo que te gustaría destacar porque le tengas un especial cariño?
A – De los albumes, y sé que soy injusto con alguno de los que no voy a seleccionar, pero destacaría Historia de un erizo. Para mi Asun Balzola es una referencia; cuando empecé como editor me abrió su casa, su trabajo y su corazón. Ese libro fue Premio Nacional e incomprensiblemente fue un libro desaparecido del mercado durante mucho tiempo. De la colección de poesía, Versos que el viento arrastra de Karmelo C. Iribarren. Es un hombre de la altura de García Montero, con una voz absolutamente genuina, nadie que quiera parecerse a él alcanza. Producimos el libro en conjunto, elaborando la selección, buscando los títulos de los poemas…Dos ediciones editadas y agotadas.
T – ¿Qué crees que se necesita para ser un buen editor?
A – La primera cualidad y quizás la única es sensibilidad. Muchas veces pensaba en mis años de docencia en cómo el desarrollo de la sensibilidad es previo al que de cualquier otra sensibilidad específica. Yo si soy un ciudadano sensible lo seré a la literatura, al arte, a la música, al cine. Seré un usuario inteligente y eficaz de esos géneros.
La humildad debería ser fundamental, aunque este es un gremio lleno de soberbia. Sin embargo, los libros no nos hacen mejores, nos hacen más libres, pero mejores no nos hacen. Un lector puede ser un cabrón, culto, pero cabrón.
También es importante ser un gran lector y, en el caso de los libros infantiles, no tener siempre la madastra pedagógica en la cabeza. Lo fundamental es la calidad literaria del texto porque, si es un niño al que las pantallas que lo rodean aún no han matado su curiosidad y todavía conserva un cierto grado de inocencia, lo valorará.
T – ¿Cuáles crees que son las claves para acercar los libros a un público infantil y juvenil?
A – En España la deriva hacia la estupidez absoluta es rapidísima. Tengo esperanza en las mujeres eso si, lo digo en público muchas veces. Este país ha tenido dos desgracias, la primera tener dinero antes de aprender a leer; la segunda tener una democracia que no se le ha explicado a la gente. El ciudadano español pasa de una dictadura muerto de miedo en donde es capaz de jurar los principios fundamentales del movimiento, a pensar que la democracia es hacer lo que a cada uno le de la gana. Entonces claro, no hay sociedad civil. Y después de 14 años de socialismo en el poder donde cabía la posibilidad de dar un baño laico a la sociedad, nada de eso se hace y caemos en manos de rufianes, rufianes tras rufianes, que se han dedicado a expoliar la cultura y muchos de nuestros mejores talentos se han ido a buscarse la vida fuera, desde hace unos años especialmente.
Cada vez hay menos lectores y los niños, educados en ambientes de no lectores, tampoco lo serán. Incluso en aquellas familias lectoras, se va a las librerías y bibliotecas pero no se presta demasiada atención a lo que leen los niños. En latinoamerica la gente que lee selecciona más lo que lee sus hijos. Mi mirada ahora mismo está más volcada allí, donde paso más de la mitad del año dando cursos, conferencias, proyectos de coedición…Y allí veo una sociedad como la que se veía en España antes, queriendo comerse el mundo. Cuando aquí ahora parece que de eso hemos pasado a conformarnos con dejar de fumar – y eso aquellos que lo han conseguido.
T – ¿Cómo promocionáis los libros de El jinete azul?
A – En España trabajamos especialmente con libreros especializados, los comprometidos, estando presentes cada vez que nos llaman, facilitándoles el trabajo lo máximo posible y colaborando con proyectos lectores. En Latinoamerica trabajamos mucho a través redes, especialmente de los blogs y las ferias.
T – Por último, recomiéndanos un libro y una canción.
A – Reflejos en el ojo de un hombre, es un libro de Nancy Huston, una antrolópoga que en este libro habla de la evolución del comportamiento y las relaciones entre los hombres y las mujeres en el ámbito emocional y sexual. Denuncia con mucha sutileza como el mundo occidental está destruido en términos emocionales. Maravillosamente brutal. Y una canción… Ne me quitte pas de Jacques Brel, no podía ser otra.
FUENTE: Ah Magazine / 26/09/2015