Nadja Juárez Abad / para EDUCACCIÓN
Hablemos de lo imposible, porque de lo posible se sabe demasiado.
Silvio Rodriguez
Como sistema educativo, ¿estamos ante el fortalecimiento de lo mínimo indispensable o estamos invirtiendo seriamente en desarrollar el potencial creativo e innovador de los actores educativos?, ¿qué tanto lo segundo podría impactar en lo primero?. No tendría que ser una cuestión de prioridades, pero lo es. Nuestro país aún está a la saga del avance de investigaciones e innovaciones que impacten en el desarrollo social.
El Índice Global de Creatividad 2015, realizado por el Martin Prosperty Institute de la Universidad de Toronto, basado en las tres T´s del desarrollo económico (talento, tecnología y tolerancia) ubica al Perú en el puesto 69 de 139 países, muy por debajo de otros países latinoamericanos como Uruguay (26), Argentina (27), Brasil (29) o Chile (34). Igualmente, el índice Mundial de Innovación, que es una publicación conjunta de la OMPI, la Universidad Cornell y el INSEAD, examina la incidencia de políticas orientadas a la innovación en el crecimiento económico y el desarrollo. El Perú está en el puesto 71 de 141 países. Los rubros de innovación, preparación tecnológica, educación superior y capacitación tienen una de las calificaciones más bajas en el informe del Ranking Mundial de Competitividad del Foro Económico Mundial (WEF) del 2014, ubicándonos en el puesto 65 de 144 economías.
Y sin embargo, más allá de centrarnos en las cifras, rankings y demás mediciones, es importante reconocer y mejorar los avances concretos que se están generando en los propios actores frente a su problemática. Y en educación, suele pasar que son las mismas problemáticas del ámbito social las que motivan esfuerzos de cambio y de innovación que van avanzando en transformaciones con escalas aún menores pero importantes.
El reto está en ampliar la posibilidad y capacidad para innovar, partiendo de los que han avanzado, impulsemos a los demás que aún no llegan a lo mínimo indispensable. Hablando de escuelas, ¿si llevamos el motor de aquellas que están revolucionándose por dentro, hacia otras escuelas con menor avance?, ¿qué influencia podrían tener si las empujamos como líderes, con condiciones políticas y normativas de reconocimiento y de gestión del conocimiento?
Muchos actores educativos ya están transitando por nuevas rutas, rompiendo paradigmas de la educación del siglo pasado, estimulados por programas del Sector, por concursos públicos y privados que motivan su necesidad de ser reconocidos, por compromisos y perfiles individuales con gran potencial de innovadores que estimulan a sus pares, por su conciencia creciente de que la educación es el eje central para hacer frente a las problemáticas sociales o estar acorde a los cambios de la sociedad global, potenciando sus fortalezas individuales de cara al contexto socio cultural y educativo, con lógica de colectivo.
La importancia de la aventura de “pensar diferente”
Imaginemos un viajero que se aventura a conocer nuevos caminos, a experimentar rutas desconocidas que lo enriquecerán de aprendizajes significativos. Como lo sabe todo caminante, lo trascendente no está en el final, sino en el proceso, en el propio camino que se va construyendo al andar, equivocarse, ser constantemente retado, conocer nuevas personas e ideas, adecuarse a las situaciones, utilizar las oportunidades y las propias fortalezas con audacia.
Cuando un innovador emprende un camino nuevo, la revolución ocurre por dentro, antes de poder compartir los logros con los demás. En educación, muchos maestros, directivos, autoridades o Instituciones emprenden la búsqueda de nuevos métodos, estrategias, enfoques, herramientas, de muchas formas. Algunos hacen “proyectos de innovación” que inician como proyectos de investigación en el marco de sus tesis de maestría, cursos de especialidad, pasantías, seminarios, o incluso solo a partir de diálogos con colegas que los inspiran. A veces inician sus cambios casi sin darse cuenta, intuitivamente, hasta que descubren que necesitan planificarlo. Otros son motivados por concursos públicos o privados, o por programas del sector que retan sus capacidades y compromisos. En otros casos, el desafío se asume por sensibilidad y conciencia de la problemática social y la lógica de cambios vertiginosos de la sociedad global, y de la conciencia del poder de la educación en el desarrollo. Pero todos buscan hacer mejor su trabajo, colocar el granito de arena de manera firme y eficaz, para lograr mejores aprendizajes que formen personas capaces de transformar el entorno hacia el bien común.
Pero no todos lo logran. La idea innovadora, ni siquiera la propuesta científica es suficiente. La innovación se hace de cara al contexto, a la realidad circundante y a la habilidad para aprovecharla. Según el modelo para entender la creatividad, de Mihaly Csikszentmihalyi[1], lo importante es la interacción de tres subsistemas: cultura, individuo y entorno. Toda propuesta innovadora de un individuo o individuos creativos, parte de un patrón cultural existente, que solo toma forma cuando transforma el entorno y es validado por este, impactando así a nivel cultural.
Un ejemplo de proceso innovador que se hace a la luz del contexto, podría ser el proyecto “la investigación genealógica” en Eten, Lambayeque, un proyecto identificado por FONDEP en el 2014, es un caso interesante de aprovechamiento y contribución al contexto, fundamentalmente en su aporte a la identidad cultural desde la recuperación de la historia local, mediante la investigación etnográfica y el valor de la ética en la investigación. “Este proceso significó modificar el paradigma tradicional de maestros y maestras junto a las familias, esta transformación de la práctica pedagógica fue todo un reto para el liderazgo transformacional que ha sido el eje motivador para éxito del proyecto”[2].
Cuando nace la Escuela de Talentos del Callao, probablemente se pensó que el motor de la innovación estaba en el uso pedagógico de las TICs, sin embargo, es cuando generan una propuesta curricular equilibrada entre la ciencia, el arte, las humanidades y las TIC, que van descubriendo métodos, organizaciones e impulsos nuevos.
¿Con qué equipaje se lanzan los maestros a innovar?
Como suele suceder antes de emprender un viaje, el viajero busca información previa sobre su objetivo, consulta a sus amigos o a otros viajeros sobre las rutas que tomaron, elige los materiales que lo acompañaran en los posibles obstáculos, y emprende el camino sabiendo que deberá adaptarse constantemente a lo que a él o ella le toque experimentar en su propio viaje. Igual que un innovador en educación, sabe que no puede copiar la ruta de otros, aunque sí inspirarse, probar, y aprender constantemente. Por eso el camino innovador es un proceso, un camino con obstáculos que requiere de la creatividad, de la exigencia pedagógica constante y de la audacia del innovador o de la innovadora.
Una de las principales dificultades para que más maestros, maestras, directivos y otros líderes se lancen a este proceso, es el equipaje académico (la ausencia de mapas claros, entrenamientos precisos y métodos científicos validados que respalden las estrategias o métodos), y las condiciones políticas e institucionales, mayormente insuficientes, especialmente para los emprendimientos innovadores en zonas de mayor pobreza y dispersión. Lo que no significa que no los haya allí.
Experiencias como la escuela rural de Camantarma en el caserío del mismo nombre, en la provincia de Oxapampa en la región Pasco, identificada por FONDEP en el 2013, es un ejemplo de ello. Rosa Santiago, una maestra y directora unidocente que desarrolló una serie de estrategias para involucrar a una comunidad históricamente apartada de la escuela, marcada por el narcotráfico, exigió de la creatividad y el compromiso en la creación de una “escuela digna y acogedora” que la llevó a dejar su lugar de origen y renovar diversas prácticas, desarrollando una visión conjunta de la educación como derecho, generando condiciones para la dignidad, el respeto de las diferencias y el aprendizaje contextualizado[3].
Yolanda Cárdenas, maestra y directora de una escuela en la comunidad rural de Putica, Cangallo, Ayacucho, desarrolló con la comunidad un paradigma educativo al que llamaron “mininchacuy”[4] que significa cruzarlo todo, relacionando un enfoque sistémico a la educación inicial en intercultural bilingüe, desarrollando el pensamiento holístico en el que el saber andino y occidental se cruzan y se “tejen” en la práctica misma, partiendo de los juegos ancestrales, de la sabiduría de los ancianos, de las familias y de las historias de donde vienen esos niños y niñas.
Los equipajes de estas maestras están asociados a su compromiso, a su liderazgo decisivo que suele inspirar a sus pares, resolver problemas con pensamiento estratégico y aprovechar las oportunidades de sus escuelas, familias, autoridades y comunidades. Además, es un equipaje que les ha permitido mirar de otra manera el camino, asumiendo que van a equivocarse, que necesitan mejorar y capacitarse constantemente, y que tienen que articularse con otros creativos, innovadores y con los responsables de reconocimientos descentralizados que les permitan mantener la motivación y exigirse cada vez más.
La sistematización, una oportunidad para reflexionar y validar nuevos caminos
Ahora bien, ¿qué diferencia a la innovación de un proceso innovativo o de buena práctica? Siguiendo la lógica conceptual propuesta por el marco de la innovación del FONDEP como criterios, el poder de la intencionalidad, de la reflexión permanente y el fortalecimiento constante de la creatividad, son algunos elementos claves que permiten afrontar la “deuda pedagógica” que señaló Luis Guerrero en debates de la mesa técnica que contribuyeron en la elaboración del marco.
Actividades y herramientas concretas que potencian estos criterios podrían estar en la investigación aplicada, las sistematizaciones prospectivas o correctivas, la generación y la gestión del conocimiento. El potencial de la reflexión en un proceso o proyecto de innovación, es clave, y aunque es motivo de otro artículo, podríamos invitarla (o) a revisar el manual de sistematización de experiencias propuesto por FONDEP en el 2014[5], e ir pensando en cuál podría ser su impacto si se incluyera esta herramienta a nivel de sistema educativo.
Lima, 30 de setiembre de 2015
[1] En: https://creatividadinnovacion.wordpress.com/2012/09/20/donde-esta-la-creatividad-el-modelo-de-csikszentmihalyi/#more-165
[2] FONDEP. Compendio de experiencias reconocidas en encuentros regionales y macroregionales. Documento de trabajo, 2015.
[3] “Soñando juntos una escuela digna y acogedora”. FONDEP, 2015. P.7
[4] “Mininchacuy”. Sistematización del FONDEP. Consultoría de Angelit Guzmán en coautoría con Yolanda Cárdenas. Documento de trabajo, 2015
[5] “En el corazón de la escuela palpita la innovación. Una propuesta para aprender a sistematiar experiencias de innovación y buenas prácticas educativas”. FONDEP, 2014. En: http://www.fondep.gob.pe/wp-content/uploads/2014/09/Propuesta_Metologica_Sistemacion_04-09-2014.pdf