William Grimes / The New York Time
Harper Lee, una de las escritoras estadounidenses más queridas por su novela “Matar a un ruiseñor”, que se convirtió en un referente en la literatura norteamericana, murió este viernes en Monroeville, Alabama. Tenía 89 años.
Hank Conner, un sobrino de la escritora, dijo que murió mientras dormía en The Meadows, un hogar para personas mayores.
El éxito instantáneo de “Matar a un ruiseñor”, una novela sobre las injusticias raciales en un pequeño pueblo de Alabama que vendió más de 10 millones de copias desde su publicación en 1960 y fue merecedora del Premio Pulitzer en la categoría de ficción al año siguiente, convirtió a Harper Lee en una celebridad, un papel que ella encontró difícil de llevar y que nunca aceptó.
El enorme éxito de la adaptación de su novela al cine en 1962, con Gregory Peck en el papel de Atticus Finch (el abogado que defiende a un hombre negro acusado falsamente de violar a una mujer blanca), solo aumentó la fama de Lee y las expectativas para su siguiente novela.
Pero esa novela no apareció hasta medio siglo después. En 2015, cuando el público literario pensaba que ya no iba a leer algo más de Lee, una secuela apareció en circunstancias misteriosas.
En febrero de 2015, su editorial, Harper, difundió un sorpresivo anuncio: publicaría un manuscrito, que se creía perdido, que Lee había enviado a sus editores en 1957 bajo el título “Ve y pon un centinela”.
La abogada de la escritora, Tonja B. Carter, lo había encontrado junto a uno de los primeros manuscritos de “Matar a un ruiseñor” mientras miraba entre los papeles de Lee, según explicaron los editores. La secuela habla de la historia de Atticus y Scout 20 años después. Scout es una mujer joven que vive en Nueva York y el libro incluye varias escenas en las que Atticus revela opiniones conservadoras sobre las relaciones raciales, en contraste con su postura liberal retratada en “Matar a un ruiseñor”.
El libro fue publicado en julio con una tirada inicial de dos millones de ejemplares e inmediatamente escaló a la cima de los best-seller de ficción pese a las tibias reseñas.
“Matar a un ruiseñor”, su obra insigne, es en realidad dos libros en uno. Por un lado es un dulce y, en ocasiones, cómico retrato de la vida de un pueblo pequeño al sur de Estados Unidos en los años treinta. Por el otro lado, también es una lección sobre las disputas raciales durante la época de la segregación.
La moralidad rígida de un humilde abogado, que se enfrenta contra el racismo y el clasismo, tocó una fibra sensible entre los norteamericanos y los hizo conscientes, por primera vez, del movimiento de derechos civiles. Pero la novela también tuvo críticos. “Es interesante que todos los que están comprando esto no sepan que en realidad están leyendo un libro para niños”, escribió Flannery O’Connor a un amigo poco después de la publicación de la novela.
El libro se levantó pese a las críticas. A finales de los años setenta, “Matar a un ruiseñor” había vendido casi 10 millones de copias y en 1988 el Consejo Nacional de Profesores de Inglés de Estados Unidos informó que había sido enseñado en el 74 por ciento de las escuelas secundarias del país.
Nelle Harper Lee nació en el pequeño pueblo de Monroeville, al sur de Alabama. Era la más pequeña de cuatro hijos. Nelle era el nombre, al revés, de su abuela materna, y Lee no firmó “Matar a un ruiseñor” con ese nombre por miedo a que los lectores la llamaran Nellie, un apodo que detestaba.
Su padre, Asa Coleman Lee, era un abogado y se convirtió en el modelo para Atticus Finch, pues compartía su apasionado discurso y su sentido de deber cívico.
Su madre, Frances Finch Lee, también conocida como Miss Fanny, sufría de sobrepeso y era emocionalmente frágil. Los vecinos recuerdan que tocaba el piano por horas y que se lamentaba entre sus flores. Truman Capote, un amigo de la infancia de Lee, dijo alguna vez que la madre de la escritora había intentado ahogarla en la bañera en dos ocasiones, algo que la autora negó con indignación.
Lee estudió en Huntingdon College y después se trasladó a la Universidad de Alabama para estudiar leyes, sobretodo para complacer a su padre que esperaba que ella, como su hermana Alice, se convirtiera en una abogada para sumarse a la firma familiar. Después de su último año, pasó un verano en la Universidad de Oxford como parte de un programa de intercambio. Cuando regresó de Inglaterra, decidió que iría a Nueva York y se convertiría en una escritora.
Llegó a Manhattan en 1949. Después de trabajar en una librería, se convirtió en una agente de viajes, primero en Easter Airlines y después por BOAC. Por las noches, escribía en una mesa que había construido con una puerta.
Durante ese periodo de escritura inicial, Capote la llamó y le hizo una propuesta. Se iba a Kansas a investigar el brutal asesinato de una familia. ¿Querría Lee acompañarlo como su “asistente de investigación”?
Por meses, Lee acompañó a Capote mientras entrevistaba a agentes de policía y habitantes de Holcomb, Kansas. Abrió puertas que habrían permanecido cerradas a Capote, cuyo estilo escandalizaba a muchos de los pueblerinos. Cada noche, ella escribía un diario sobre sus impresiones y se lo entregaba a Capote. Después ella releyó el manuscrito y añadió comentarios. Cuando “A Sangre Fría”, el libro producto de esa historia, fue publicado y recibió estupendas reseñas, Capote le agradeció su ayuda con una breve mención en la página de dedicatorias, y después minimizó su papel en la creación del libro. Para entonces, su amistad se había enfriado, y se congeló cuando “Matar a un ruiseñor” se convirtió en un best-seller.
Después del éxito y el estrellato, la siguiente novela de Harper Lee se negaba a aparecer. “El éxito tiene muy mal efecto en mí”, dijo a Associated Press. “He engordado, pero no me he dado por vencida. Sigo corriendo tan asustada como estaba antes”. Meses después de que la novela fuese publicada, solo escribió dos artículos para las revistas McCall’s y Vogue. A los periodistas les daba pistas e indicios sobre una segunda novela que tenía en proceso, pero al pasar de los meses y los años nada se publicó. Entonces ella comenzó a negar cualquier entrevista.
En mayo de 2013, su nombre apareció en las noticias cuando demandó a su agente, Samuel Pinkus, por haberla sacado de los derechos de autor de su novela después de que sufriera un derrame en 2007, que la dejó con dificultad para escuchar y observar.
Las noticias de la publicación de “Ven y pon un centinela” pusieron de cabeza al mundo literario. Muchos críticos, y también algunos amigos de Lee, hicieron hincapié en que la publicación se daba en un momento sospechoso y preguntaron abiertamente si Lee, protegida de la prensa por su abogada, tenía la capacidad mental para aprobar su publicación. Según algunos críticos, aún existen dudas sobre si “Ven y pon un centinela” era algo más que un borrador de “Matar a un ruiseñor”, que, según sus editores, en realidad retrata escenas de la niñez de Scout y las desarrolló en otro libro.
Fuente: The New York Times / Febrero 19, 2016