Gestas por la identidad

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Hanguk Yun / Revista Ideele

El Estado empieza a cambiar su enfoque sobre las lenguas originarias. Distintas instituciones fundan programas que se basan en tres principios: ampliar los derechos de los hablantes, reforzar su identidad lingüística y preservar las lenguas. Se trata de un proceso que apenas está comenzando y que debe ampliarse.

Miguel Canque Salas nació en el año 1937, pero su partida de nacimiento recién la consiguió el 16 de setiembre de 2015. Sus padres habían intentado registrarlo, pero su falta de dominio del castellano se los había impedido. Como el resto de comuneros del distrito de Platería (Puno) ellos hablaban aimara y no castellano. Esa condición llevó a Miguel Canque Salas a vivir sin una partida que probará quién era y cuándo había nacido. Ya se había acostumbrado a ello, cuando supo que el Registro Nacional de Identidad y Estado Civil (RENIEC) había habilitado un sistema que utilizaba formularios y expedía el acta de nacimiento en aimara y castellano. Entonces decidió volver a intentar inscribirse.

La mañana del 16 de setiembre de 2015, Miguel Canque Salas (78 años), llenó sin problemas los formularios, y obtuvo su acta de nacimiento en formato bilingüe en la municipalidad de Platería. Esa misma mañana, volvió a su casa con su acta bajo el brazo –una de las primeras expedidas en aimara y castellano en todo el país– y continuó con sus actividades pecuarias como lo había hecho toda su vida, aunque esta vez lo acompañaba un leve sentido de revancha: el de haber alcanzado el reconocimiento de su derecho a la identidad, un derecho fundamental que se le había negado a él, a sus padres y a cientos de miles de ciudadanos por la simple condición de haber heredado una lengua distinta al castellano.

Uno de cada cinco peruanos tiene como lengua materna una de las 47 lenguas originarias del país (43 amazónicas y cuatro andinas), según data oficial. Pese a las cifras, desde la creación del registro civil en el año 1852 nunca se había validado el uso de estas lenguas dentro de los trámites civiles ni en ningún otro proceso oficial. Esto significaba que la quinta parte de la población no podía ejercer sus derechos apelando a su lengua materna.

Pero a partir de 2014 el RENIEC implementó el Registro Civil Bilingüe, un programa que permite el proceso y la inscripción de partidas de nacimiento, matrimonio y defunción en formato bilingüe en 100 oficinas de ocho departamentos. En sus dos años, el programa ha incorporado a cuatro lenguas originarias: el jaqaru, el aimara, el awajún y el wampis. “Las proyección es ir de manera progresiva abarcando nuevas lenguas para que tengamos una mayor cantidad de personas beneficiadas con el registro civil”, índica Luis Bezada Chávez, subgerente técnico de Registros Civiles de RENIEC.

De acuerdo a Bezada Chávez, para este año la meta es que se puedan incorporar el shipibo-conibo y el matsés. Con ello, un aproximado de 700 mil ciudadanos podrán ejercer derechos que antes les eran negados.

Orígenes de cambio

El programa de RENIEC se engarza dentro de un grupo de iniciativas que, además de ampliar el acceso a derechos fundamentales, apuntan a revitalizar y preservar las lenguas originarias. Entre ellas, destacan por ejemplo la publicación de planes de gobierno bilingües del Jurado Nacional de Elecciones, el uso de traductores intérpretes en los juicios por el Baguazo, la producción de estadística sobre el estado de las lenguas originarias y la incorporación de estas a la malla curricular de algunas escuelas.

Luis Andrade, lingüista del proyecto Traduciendo Culturas, destaca que estas iniciativas son gestos que empiezan a cuestionar el Estado discriminador que existe en nuestro país. Pero que la única forma de revertir esta situación es que “se complementen con iniciativas más amplias enmarcadas dentro de una política lingüística que el Estado aún debe definir. Por más meritorias que sean desde un punto de vista sectorial, mientras no tengamos una política lingüística en ejecución que englobe a todos los sectores e instancias del Estado, los efectos serán muy restringidos”.

En este sentido, el especialista de RENIEC reconoce que las medidas aún no se extienden en el resto de instituciones. ”Todo el Estado peruano viene implementando diversas estrategias que permitan a las poblaciones originarias o indígenas intervenir desde el ámbito de su función, pero hay muchas actividades que todavía se están manejando de manera incipiente”, dice Bezada Chávez.

Sobre el caso concreto del programa de RENIEC, Andrade distingue un aporte en dos niveles que aportan para revitalizar las lenguas: el nivel de derechos y el nivel simbólico. Sobre el primero de ellos, afirma que la iniciativa debe mantenerse y profundizarse en dirección a medidas más ambiciosas como el DNI bilingüe. En el plano simbólico, sostiene que “cualquier enfoque que intente cuestionar el modelo de Estado monolingüe prevaleciente supone un cambio interesante y que hay que reconocer”.

Una crítica puntual de Andrade al programa es que en las actas la tipografía en castellano es más grande que la de lengua originaria. “Esto es ilustrativo de la jerarquía que sigue existiendo entre las lenguas (…) Las jerarquías entre las lenguas en realidad son jerarquías entre personas y grupos, y dependen de ideologías y sistemas de pensamiento, que hay que reconocer que es muy lento cambiar”, indica.

Situación de las lenguas

De acuerdo al Documento Nacional de Lenguas Originarias del Perú, publicado por el Ministerio de Educación, existen 17 lenguas que están seriamente en peligro, cuatro en condición de peligro y 35 que ya se han extinguido.

Pese a las cifras, Andrade destaca los avances del Estado. En los últimos años, se han dado iniciativas que nos permiten aventajar a países que siempre han estado por delante en lo referente a revitalizar las lenguas originarias, como Ecuador y Bolivia. ”No estamos solo ante cambios en la estructura estatal sino también ante lentas modificaciones que se han ido gestando en los últimos años en las percepciones de los propios hablantes sobre el derecho que tienen a seguir hablando y viviendo sus lenguas y culturas”, indica.

De la misma idea es Carolina Rodríguez Alza, especialista del Grupo Interdisciplinario Amazonía (GIA), quién señala que estas normas rompen con una actitud distante del Estado hacia el conocimiento de sus lenguas originarias. Además, dice que el enfoque ya no solo está puesto en las lenguas, sino en la situación en que se encuentran los hablantes de ellas.

Aún así, las medidas están recién empezando. La situación en que se encuentra la lengua iskonawa, hablada por 5 personas mayores de 60 años en la región Ucayali, es preocupante. Los iskonawa más jóvenes no conocen la lengua y la salud de quienes sí la conocen peligra. Pero el Estado todavía no tiene medidas concretas para revitalizarla.

Tampoco existen medidas concretas respecto al trabajo con el quechua, la lengua de mayor cantidad de hablantes en el país. Al respecto, Bezada Chávez sugiere que en el RENIEC están en una etapa de diagnóstico. “El quechua es la lengua de mayor cantidad de hablantes y mayor territorio. La diversidad geográfica y sus variantes regionales, hacen que de por si la implementación del quechua sea progresiva”, señala.

Preservar el Jaqaru

La fisonomía de las calles de Tupe no es distinta a la de los otros pueblos de Yauyos, en la sierra de Lima. Pero quienes viven en ellas poseen dos rasgos muy particulares: hablan regularmente el jaqaru, la lengua más antigua del Perú, y visten ropas guindas tradicionales de su cultura. Para ellos, estos rasgos no son pasivos turísticos, sino elementos que definen su identidad. Con esa idea, los 650 hablantes de jaqaru tratan de luchar contra la lenta pero progresiva desaparición de su lengua. Un estudio sociolingüístico indicaba que solo uno de cada dos niños hablaba el jaqaru en casa.

El interés por preservar el jaqaru llegó también al Estado a mediados de 2010. Podría decirse que Tupe fue el origen de este cambio de enfoque que busca revitalizar las lenguas. En Tupe, el sector educación dispuso la creación de un alfabeto y tradujo libros de texto al jaqaru; el sector de inclusión social motivó a los ancianos a enseñar su lengua y a las autoridades a colocar señalética en jaqaru. Fue en Tupe también donde RENIEC creó su primer registro bilingüe en agosto de 2014.

La situación de las lenguas comienza a cambiar. Es un proceso largo que apenas está comenzando.

Fuente: Revista Ideele / Lima, julio de 2016