Vanessa Toribio Vargas / Para EDUCACCION
Si Freud centró las cosas en la sexualidad es porque en la sexualidad, el ser parlante balbucea
Jacques Lacan
Desde hace algunos días, Monseñor Cipriani ha remecido las redes sociales y los medios de comunicación nacionales –varios extranjeros también- con palabras que pasarán a lo más oscuro de la historia de nuestro país. En momentos en que la comunidad se viene preparando para sensibilizar a la población y principalmente a las autoridades acerca de la violencia de género, estas palabras lejos de alinearse a la defensa de los derechos de las mujeres, del respeto y dignidad del que debemos gozar sin atenuantes de ninguna clase, no hacen más que legitimar el papel sumiso en el que se nos intenta poner día a día en el país.
Muchos nos hemos encargado de decirle que no es así, que se equivoca. Personalidades del entorno político, periodístico, educativo e incluso del espectáculo han intentado sopesar estas palabras conscientes que ese mensaje refuerza un imaginario social y resulta peligroso. La propia Vicepresidenta Mercedes Araos se encargó de recalcar que la responsabilidad del abuso físico o sexual es del agresor, nunca de la víctima. Por su parte, la ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Ana María Romero-Lozada, nos recordó las cifras, como para dejar todo en blanco y negro: cuatro menores de entre 11 y 14 años se convierten en madres cada día en el Perú. En total, 1.500 casos al año.
Algo que aprendí del psicoanálisis es que en todo lapsus se esconde un reflejo de nuestro inconsciente. De ser así, esas «palabras desafortunadas», como Monseñor Cipriani ha calificado a lo dicho, reflejan lo que su inconsciente esconde. Esto debe abrirnos los ojos, porque seguramente muchos peruanos piensan como el arzobispo de manera consciente.
Saltan entonces las primeras dudas ¿Qué papel juega la escuela en el mantenimiento de este tipo de ideas? En este artículo ensayaré algunas respuestas.
Conversar de sexualidad no es un tema sencillo. Nunca es sencillo.
No me refiero a manifestar nuestras posturas ni argumentarlas, ni apoyar la causa de las mujeres en la reivindicación de su rol, para lo cual nunca faltarán agallas. Me refiero a conversar de ello en un contexto educativo con menores de edad.
¿Cuántos de ustedes estimados lectores se han sonrojado cuando sus hijos le han formulado alguna pregunta sobre sexualidad? Estoy segura que la mayoría.
En mi hogar pasó lo mismo. Le pregunté a mi madre por un episodio desagradable que me comentó mi amiga Lydia[i]. Mamá, Lydia dijo que su nana dejó el baño lleno de sangre. Su mamá le dijo que la nana era una sucia. Ese día mi mamá, a pesar de su turbación, tuvo la paciencia de explicarme con detalle y sin aspavientos qué había pasado. Y yo me sentí segura y confiada. Con esa nueva información acudí al día siguiente a clases sintiéndome orgullosa, una ganadora, una conocedora del mundo y me tocó explicarles a todas mis amigas lo sucedido. Para todas, en especial para mí, se abrió un mundo de mil preguntas por resolver.
A estas alturas se preguntarán ¿y qué tiene que ver este hecho con la escuela? Pues todo. Hasta ahora no he mencionado a mi profesora y ese es justamente el punto. Tenía alrededor de 7 años y en una escuela regida por religiosas esos temas no se tocaban. Por el contrario, estaban tácitamente prohibidos. Bueno, no los tocaba nadie con facilidad en aquellos años. Sin embargo, las cosas no han cambiado mucho desde entonces.
Situaciones como la que mencioné les suceden comúnmente a nuestros niños porque la sexualidad toca la puerta del aula cada día en la vida de un docente de primaria. No espera hasta la adolescencia. A veces toca la puerta de una manera tan sutil que ni se deja oír y pasa desapercibida. Otras veces toma la forma de un hecho anecdótico que amerita ser reflexionado. Muchas veces, la mayoría de veces, adquiere la forma de una pelota que suele ser pateada y evitada. Sin embargo, otras veces toca la puerta de una manera tan desgarradora que al abrirla parece que es demasiado tarde y tiene la cara de un hecho trágico que remece a toda la escuela.
DESBARATANDO LOS MITOS DE LAS ESCUELAS Y LOS MAESTROS
Los niños no viven en una burbuja, viven en un mundo que trae mucha información. En ocasiones, información errada y distorsionada como la de la semana pasada. Frente a estos mensajes se plantean dudas que requieren aclaración y una respuesta inmediata.
Cuando un docente se topa con estas dudas es posible que surjan distintos temores, generalmente basados en creencias, estereotipos, tabúes, prejuicios y modelos sobre la sexualidad que ha vivido en su propia época escolar. Es comprensible que estos temores puedan generar inquietudes vinculadas a su rol como docente. Sin embargo, debería poder hacerles frente anteponiendo el bienestar y la seguridad de sus estudiantes. En ese sentido, la escuela debe cumplir un papel protector.
Si la sexualidad forma parte del individuo, tendría que ser tratada sin aprensiones. No se trata de inscribir la sexualidad en esa cultura del disimulo o la negación que nos lleva a esconder el cuerpo (como pretende el cardenal) sino de enseñar a vivir la sexualidad con toda la naturalidad del mundo, con responsabilidad pero sin miedos, atentos a la defensa de nuestros derechos frente a cualquier posibilidad de abuso. Seguir considerándola un tema tabú puede ser muy perjudicial, ya que abre la puerta a conclusiones erróneas que no hacen más que mantener el sistema de discriminación, agresión y estigmatización del que son víctimas las mujeres, perpetuando la culpa y el temor. Peor aún, no hacerle frente a la desinformación coloca a nuestros niños y niñas en una situación de vulnerabilidad frente a cuestiones como la violencia de género, el embarazo adolescente y el abuso sexual.
Mito 1: La sexualidad está ligada a la escuela secundaria.
Tradicionalmente, las sociedades y las personas entendimos que para hablar de sexualidad debíamos esperar a que los niños dejaran de serlo. Entre otros factores, lo entendimos así porque el concepto de sexualidad estaba fuertemente unido al de genitalidad. Ello explica que la escuela le diera un espacio en la educación secundaria, durante las clases de biología. Sin embargo, el aporte de diversas disciplinas así como la definición de los derechos de la infancia han permitido que este concepto evolucione hacia una definición más amplia e integral en la cual la escuela inicial y primaria también pueden formar parte. Cuestiones relacionadas con la expresión de los sentimientos y afectos, la promoción de los valores relacionados con el amor o la amistad, así como la reflexión sobre roles y funciones atribuidos a mujeres y varones no estaban ligados a la sexualidad. Ahora sí.
“El término ‘sexualidad’ se refiere a una dimensión fundamental del hecho de ser humano. […] Se expresa en forma de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, actividades, prácticas, roles y relaciones. La sexualidad es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos, culturales, éticos y religiosos o espirituales. […] En resumen, la sexualidad se practica y se expresa en todo lo que somos, sentimos, pensamos y hacemos” [ii]
Para cumplir su rol, el docente de escuela primaria necesita mantener una mirada amplia, tomando en cuenta que la sexualidad está íntimamente ligada a la comprensión del sí mismo, la gestión emocional, la ética y valores, así como a la educación para la convivencia.
Mirar las cosas desde esta perspectiva conduce a la escuela primaria hacia el fortalecimiento de la identidad, la construcción de la confianza, la gestión emocional para la resolución de conflictos y la comprensión de la sexualidad como áreas del potencial humano. Desarrolla conocimientos, habilidades y aptitudes en los estudiantes orientados a mejorar su autoimagen, su lenguaje corporal y sus relaciones interpersonales, previniendo la violencia de género y promoviendo la denuncia oportuna frente a cualquier abuso. Promueve aprendizajes respaldados en información validada científicamente, acorde a cada etapa del desarrollo. Reflexiona a fondo acerca de los derechos, los prejuicios y las creencias que sustentan actitudes discriminatorias. Refuerza la autoestima de los estudiantes y al mismo tiempo contribuye al desarrollo para la toma de decisiones responsables.
La escuela primaria debe desarrollar capacidades que permitan que los niños generen consciencia del respeto por su propio cuerpo y el de los demás; así como también, aprender formas de cuidarse y protegerse.
Mito 2: El sistema no nos respaldará
Si bien la Educación Sexual Integral no está totalmente reglamentada aún en la escuela primaria de nuestro país, es un objetivo curricular y no un tema extra tratado por el tutor del aula. En ese sentido, no se trata de una elección sino de un deber que tiene que ser asumido por la escuela en su conjunto, empezando por la gestión directiva, pasando por las aulas y extendida hasta la comunidad.
Además, el currículo nacional recientemente aprobado dice textualmente que el estudiante a lo largo de la escolaridad debe aprender a «conocer y valorar su cuerpo, su forma de sentir, de pensar y de actuar desde el reconocimiento de las distintas identidades que lo definen (histórica, étnica, social, sexual, cultural, de género, ambiental, entre otras) como producto de las interacciones continuas» (competencia 1: construye su identidad). Más precisamente, dice que en ese proceso de construcción de su identidad, todo estudiante «vive su sexualidad de manera plena y responsable», lo que significa «tomar conciencia de sí mismo como hombre o mujer, a partir del desarrollo de su imagen corporal, de su identidad sexual y de género, y mediante la exploración y valoración de su cuerpo. Supone establecer relaciones de igualdad entre mujeres y hombres, así como relaciones afectivas armoniosas y libres de violencia. También implica identificar y poner en práctica conductas de autocuidado frente a situaciones que ponen en riesgo su bienestar o que vulneran sus derechos sexuales y reproductivos» (sexta capacidad de la competencia 1). Como pueden apreciar, estimados lectores, no hay forma de eludirlo.
En el cumplimiento de su deber se esperaría que la escuela en su conjunto:
- Habilite espacios de debate y reflexión entre docentes. La mejor manera de hacerle frente a las dudas, prejuicios y temores es a través del diálogo entre colegas. Asimismo, es necesario acceder a recursos didácticos y capacitaciones.
- Revise el desarrollo curricular. Es necesario articular trasversalmente los contenidos y aprendizajes de la educación sexual desde los primeros años de la escolaridad siguiendo una lógica secuencial y progresiva de acuerdo a los intereses de cada etapa del desarrollo de los estudiantes.
- Reflexione sobre su propia organización. La escuela necesita mirarse a sí misma a fin de determinar si no hace más que reproducir estereotipos a través del lenguaje utilizado, las formas de agrupamiento, las expectativas y los vínculos establecidos. También debe evaluar si la propia organización favorece o no vínculos de confianza y respeto, la inclusión de todas las opiniones, el trato igualitario y la protección de los derechos.
- Prevea cómo actuar frente episodios que amenazan la convivencia. Si bien la escuela puede contar con protocolos de actuación frente a determinadas situaciones existen otras que de suscitarse llevan a pensar qué hacer. Cómo actuar frente a un caso de hostigamiento, qué hacer si detectamos que una niña llega de casa golpeada, qué decir si nos enteramos que un grupo de niños han ingresado al baño para explorar sus partes íntimas son algunas de las acciones que debemos saber hacer.
- Involucre a las familias. La escuela debe recordar que no está sola, por ello le toca formar también a los padres de familia y ganarlos como aliados activos en este esfuerzo.
Mito 3: Los niños no tienen interés en estos temas.
Las encuestas confirman lo contrario. Existe una valoración positiva y un reconocimiento de la importancia de la educación sexual en las escuelas.
En una encuesta de opinión realizada en Lima Metropolitana en el 2007, el 94% de la población de 18 años a más estaba de acuerdo con que se dictaran cursos de educación sexual en los colegios.[iii] En una encuesta similar del 2010, el 91% de la población de 18 a 70 años también le confería una alta y muy alta importancia a la educación sexual en los colegios[iv]. Si se les preguntara a los niños y se les asegurase tratar el tema sin censuras, con respeto y objetividad, su aprobación también sería abrumadora.
Mito 4: Los padres van a oponerse.
En muy escasas ocasiones he presenciado el rechazo de los padres frente al tratamiento de estos temas en la escuela. Por el contrario, la mayoría siempre ha estado de acuerdo cuando se le ha comunicado los objetivos. Sin embargo, no basta con sensibilizar a las familias. Es necesario formarlas para responder a las dudas que los niños traen a casa y para –en la medida de lo posible- transformar el sistema de creencias que perpetúa ideas erróneas acerca de la sexualidad y sus aristas en el propio hogar.
LA ACTITUD DEL DOCENTE DE ESCUELA PRIMARIA
La escuela primaria necesita contar con un docente capaz de salir de su propia zona de confort y le haga frente a sus propias creencias. Sólo con esta actitud será capaz de programar espacios de diálogo para hablar de los temas que les interesa a los estudiantes de acuerdo a cada etapa de su desarrollo. Sólo así será capaz de detener todo lo que estaba haciendo en clase para resolver esas preguntas que los estudiantes traen de manera inesperada al punto que sientan que su docente es una persona en la cual depositar sus dudas. Sólo así será capaz de buscar información y pedir ayuda especializada para consultar cuando crea que no tiene las respuestas adecuadas. Hablar de sexualidad no es sencillo, pero es necesario.
Los estudiantes tienen dudas que muchas veces callan y solo ante un ambiente que les brinde confianza, respeto y seguridad son capaces de expresarlas. En mi experiencia, los chicos detectan rápidamente con quién pueden conversar de estos temas y con qué adultos no. Lo he visto de cerca, chicos y chicas de escuela primaria escribiendo sus preguntas en un papel cuando se les comentaba que se iniciaría un módulo para hablar sobre estos temas. Lo he escuchado, chicos de 6to de primaria cuestionando si aceptar dinero a cambio de sexo calificaba o no como abuso infantil. Lo he visto, cuando han acudido a la psicóloga del centro donde trabajaba para pedir orientación, porque sabían que la puerta siempre estaría abierta. Los he visto, pidiendo ayuda ante miradas incómodas u hostigamientos. Esa es la actitud que permite que cualquier persona sea niño, adolescente o adulto se descubra frente a temas que en muchos casos corresponden a lo íntimo y privado: empatía y confianza. Apertura y un lenguaje apropiado también resultan claves.
El panorama está puesto sobre la mesa. Reivindicar el rol de la mujer es también una compleja tarea de la escuela. Enseñar respeto, un deber y una necesidad.
Y usted estimado lector qué opina ¿De qué lado de la violencia recurrente contra las niñas y las mujeres en general deberemos poner a la escuela primaria?
Es verdad y lo hemos dicho, hacer esto no es nada fácil, hay muchos obstáculos que deberemos enfrentar, al interior de la escuela, en la familia y en nuestros propios prejuicios e inseguridades. De eso nos ocuparemos en un siguiente artículo.
Lima, 03 de agosto de 2016
Notas
[i] El nombre es ficticio, la historia real.
[ii] Reunión de Consulta sobre Salud Sexual, convocada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), en colaboración con la Asociación Mundial para la Salud Sexual, que se realizó del 19 al 22 de mayo de 2000 en Antigua Guatemala, Guatemala.
[iii] Instituto de Opinión Pública de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Encuesta sobre pareja y sexualidad, Año 11/ Febrero de 2007. En: http://iop.pucp.edu.pe.
[iv] Grupo de Opinión Pública de la Universidad de Urna, Barómetro social: IX Encuesto anual sobre educación, febrero de 2010.