Dos golpes con una paleta de madera en la oficina del director fue el precio que Kaley Zacher, de 11 años, pagó por ignorar advertencias sobre rezagarse con sus tareas escolares.
“Lo que inculcamos a nuestros niños es que cuando quebrantas las reglas hay un castigo, que tienes que sufrir las consecuencias”, dijo. “No hay por qué tener dos reglas diferentes”.
Aunque el castigo corporal en las escuelas estadounidenses ha declinado en décadas recientes, las nalgadas todavía están en las regulaciones de 19 estados, pese a que el departamento federal de Educación ha hecho llamados a cesar la disciplina física, que afecta desproporcionalmente a estudiantes discapacitados y de minorías étnicas.
“Sabemos que el uso de castigo corporal tiende a estar entrelazado con otros factores, como la raza del niño o el estatus de discapacidad”, dijo la subsecretaria Tany Clay House en un comunicado.
Es dos veces más probable que los niños afroamericanos sean castigados físicamente en comparación con los blancos, y casi ocho veces más probable en comparación con los menores hispanos, de acuerdo con un reporte del 2014 del Fondo de Defensa de Niños, que analizó información del Departamento de Educación federal del 2009 al 2010.
Pero en algunas partes del país donde el castigo físico sigue siendo parte de la cultura y tradición, algunos administradores escolares dicen que las nalgadas tienen amplio apoyo de los padres, que ahorra tiempo en comparación con las suspensiones y que tienen pocas razones para abandonar una práctica que data de hace varias generaciones.
“El castigo corporal es una consecuencia inmediata a una acción, y no se pierde tiempo… Es bastante efectivo”, dijo Camille Wright, superintendente en Enterprise, Alabama, parte de la región donde el castigo físico todavía es permitido.
El Departamento de Educación, cuyas estadísticas indican que más de 100.000 estudiantes son objeto de castigos corporales cada año, ha estado exhortando a través de una iniciativa, llamada “ReThink Discipline” (Reconsideren la disciplina), a crear ambientes seguros y de apoyo que enfaticen comportamientos positivos.
“El Departamento de Educación cree firmemente que los estados tienen el poder para cambiar”, dijo House.
Varias organizaciones médicas y de derechos humanos han pedido que cese esta práctica, la cual califican de inefectiva y potencialmente dañina.
“Uno quiere mantener a los niños en las aulas, pero insinuar que la única manera de mantenerlos allí es golpeándolos con una paleta es absurdo”, dijo Dennis Parker, director del Programa de Justicia Racial de la Unión Americana para las Libertades Civiles.
Fuente: El Comercio / Lima, 24 de agosto de 2016