Mercedes Mateo / REDUCA
No es sorpresa: asegurar que las niñas asistan a la escuela incrementa sus posibilidades de conseguir un empleo. Sin embargo, alrededor de 1 de cada 2 mujeres en América Latina y el Caribe se encuentra actualmente fuera del mercado laboral, y la brecha en la participación entre hombres y mujeres es de casi 30 puntos porcentuales, una de las más altas en el mundo (Banco Mundial, 2012). Si las niñas de la región están asistiendo a la escuela en números similares a los de los niños (e incluso mejores en algunas instancias), ¿cómo explicamos los deficientes indicadores en el mundo laboral?Algunas respuestas vienen del sistema educativo, pero no todas.
Aunque la asistencia a la escuela es importante, la misma no necesariamente garantiza la adquisición de las competencias y habilidades necesarias. Las diferencias en el tipo de competencias y habilidades que se adquieren en la escuela puede explicar, en parte, por qué las mujeres se concentran en sectores de baja productividad. Sin embargo, incluso si pudiéramos corregir la brecha de habilidades, esto no sería suficiente para eliminar las disparidades en el mercado laboral que existen entre hombres y mujeres.
La razón es que, aunque la brecha en participación laboral se encuentra presente durante todo el ciclo de vida, la misma se agranda durante los años de vida reproductiva de las mujeres. La mayoría de la población fuera del mercado laboral en la región está compuesta por mujeres en edades entre los 24 y los 45 años. Esto representa la parte más grande del pool de capital humano inutilizado que poseen los países, y donde se concentran las madres de niños pequeños. Las palabras de Katharine Zaleski, cofundadora y directora ejecutiva de PowertoFly, describe muy bien las desventajas a las que se enfrentan muchas mujeres en el mercado laboral.
“Mi situación era la de una mujer con dos opciones: o volvía al trabajo como lo hacía antes y no veía a mi bebé; o reducía mis horas y dejaba a un lado la carrera que había cultivado los últimos diez años. Cuando vi a mi pequeña bebé, me di cuenta que no quería que ella se sintiera atrapada como yo lo estaba”.
El cuidado de niños pequeños compite con la disponibilidad y el tiempo de las mujeres para trabajar, así como con el tiempo que niñas y adolescentes disponen para estudiar y que usan para ayudar a sus familiares en estas labores. Las estimaciones apuntan a que las mujeres dedican, en promedio, tres veces más horas que los hombres al cuidado — un tiempo por el que no reciben compensación (McKinsey Global Institute, 2015).
Los costos de oportunidad de trabajar son también diferentes para hogares con niños: cada hora que se dedica al trabajo es una hora de cuidado infantil que debe ser tercerizada, y el precio que se paga por esto puede incluso superar el salario pagado por hora. La provisión de servicios de cuidado infantil reduce este costo de oportunidad. La evidencia que viene tanto de países desarrollados como de naciones en vías de desarrollo muestra que el acceso a cuidado infantil está positiva y consistentemente relacionado al incremento en la participación femenina en el mercado laboral, y que excepciones surgen cuando el sistema de incentivos no está bien diseñado o las características del sistema no están adaptadas a las necesidades de los hogares más vulnerables.
Si la región verdaderamente desea dejar de desaprovechar su capital humano, los países deben asegurarse de que niñas y niños aprendan en la escuela lo que el mercado laboral pedirá de ellos pero también deben proveer alternativas de cuidado para reducir los costos de oportunidades asociados al trabajo de los padres. Más y mejor cuidado infantil es una opción de política para mejorar la oferta de trabajo femenino, pero como lo argumenta una reciente publicación del BID y el Banco Mundial, los países deben prestar especial atención al diseño y características de estos servicios.
¿Te interesa saber más sobre este tema? Te invitamos a descargar el resumen en español de nuestra más reciente publicación: Educación que rinde: Mujeres, trabajo y cuidado infantil en América Latina y el Caribe.
Fuente: REDUCA / Noviembre 4 de 2016