Andreas Schleicher / El Comercio
En los últimos años, el sistema educativo peruano ha experimentado una extraordinaria transformación que permitirá sentar las bases para la prosperidad e integración social. El logro más espectacular del Perú es que ha sido capaz de incluir una mayor cantidad de estudiantes en el sistema educativo y, a la vez, aumentar la calidad de los aprendizajes.
La última evaluación PISA muestra que, entre el 2012 y el 2015, los estudiantes de 15 años evidenciaron un incremento de 14 puntos en ciencias, 14 puntos en lectura y 10 puntos en matemática. Esto hace que el Perú tenga el sistema educativo con el cuarto mayor crecimiento entre los 69 países evaluados en esta prueba y el crecimiento más rápido en Latinoamérica en las tres áreas. Los resultados de los estudiantes peruanos ahora pueden ser comparables con los de Brasil. Quizás más importante aun es que el Perú logró reducir en más de 8 puntos porcentuales la proporción de alumnos que no alcanza el nivel mínimo adecuado en matemática, lo cual lo convierte en el segundo país con mejor desempeño en este aspecto.
Un reto para el Perú es que la influencia del contexto socioeconómico en el aprendizaje es aún muy fuerte, y todavía no brinda a los estudiantes de contextos desfavorecidos una oportunidad justa. El Perú necesita trazar altas expectativas de aprendizaje comunes para todos los peruanos, para que todos los estudiantes, independientemente de su contexto socioeconómico o la escuela a la que asisten, tengan las mismas oportunidades.
Primero, el Perú necesita poner a sus escuelas públicas y privadas en igualdad de condiciones. La diferencia se debe, principalmente, al nivel socioeconómico de los estudiantes. Si uno compara estudiantes de un nivel socioeconómico similar, los de las escuelas públicas y privadas tienen, en promedio, el mismo desempeño en PISA. Es tiempo de que el Estado Peruano revise sus presupuestos para que las escuelas públicas no se vean en desventaja, más aun, si atienden estudiantes de contextos desfavorecidos.
Segundo, todos los niños deberían acceder a la educación inicial. Las profundas inequidades observadas en PISA empiezan antes de que los niños comiencen la escuela. Seguir priorizando el acceso a la educación de la primera infancia para los niños más desaventajados, como se ha hecho hasta ahora, es una manera efectiva para que el Perú supere esta brecha de oportunidades.
Tercero, la calidad de la educación de un país es tan alta como la calidad de los docentes. Por eso las reformas observadas en la carrera de los maestros se deben de seguir profundizando. Los docentes necesitan ser empoderados para liderar esta transformación, pero eso solo puede ocurrir cuando se definen expectativas y exigencias altas y claras y cuando tienen el apoyo necesario para enseñar de manera efectiva. Los maestros deben tener autonomía profesional y una cultura de colaboración, lo cual crea las condiciones que permiten un aprendizaje efectivo.
Cuarto, la inversión en educación rendirá un mayor retorno si los estudiantes terminan su educación dotados de habilidades que la economía y la sociedad necesitan. Esto requiere de la colaboración con futuros empleadores para definir trayectorias educativas claras y construir convenios para expandir oportunidades de capacitación. Dichas reformas deben ser una prioridad en las áreas rurales, donde los vínculos entre la educación y el trabajo deben ser el eje central de desarrollo.
Ninguno de estos próximos pasos es fácil, rápido o de bajo costo; pero con ellos, y con una visión clara y compartida del futuro del sistema educativo, el Perú será capaz de crear el futuro que se merece.
Fuente: El Comercio / Lima, 6 de diciembre de 2016