Alfonso Accinelli / Para EDUCACCIÓN
Todos los padres quieren que sus hijos sean mejores que ellos. Pero sin dejar de parecerse a ellos.
Por eso, les ponen el mismo nombre. Juegan con los hijos de los amigos de sus padres. Antes de aprender a caminar, visten los colores del equipo favorito de la familia. Practican los bailes que más le gustan al papá. Escuchan la música preferida de la mamá. Y creen lo mismo que sus papás.
Conforme crecen, ya no quieren que los llamen igual. Salen con otros amigos. Les interesan otros deportes. Bailan al ritmo de música que los padres preferirían nunca haber escuchado. Y creen en otras cosas.
Si leyendo el párrafo anterior pensaste: “Se rebelan”. “No valoran”. “Ya no se les reconoce”; es posible que tengas un paradigma: que los hijos son propiedad de los padres y que, por ello, deben compartir los mismos gustos, valores y preferencias. La misma identidad, aunque mejor. Que sean la versión 2.0. En caso ellos no lo hagan, sería una traición dolorosa. Y si alguien quiere desviar a nuestros hijos de este camino, será combatido con uñas y dientes.
Sin embargo, los hijos no son propiedad del Estado. Tampoco son propiedad de sus padres. No son propiedad de nadie. Los hijos son personas independientes que pueden tomar sus propias decisiones. Con sus propios gustos y preferencias. Con una identidad que, como todos, se va construyendo a lo largo de su vida.
¿Cuántos hemos hecho algo que nuestros padres no querían pero nosotros sí? ¿Cuántas de estas decisiones han sido fundamentales en nuestras vidas? ¿Cuántas son hoy parte de nuestra identidad?
Como padres, es importante reconocer que, queriendo lo mejor para nuestros hijos, no podemos vivir su vida por ellos. Tenemos que aceptar que su vida es su responsabilidad y que no podemos controlar todo lo que les sucede, por bueno o malo que fuera.
Pero sí podemos acompañarlos. Aconsejarles. Escucharlos. Entenderlos. Apoyarlos para que tengan más oportunidades, más información y más experiencias con las que ellos puedan tomar mejor sus decisiones. Elegir su vida. Construir su identidad.
No pidas que no se metan con tus hijos, pregúntales cómo quieren que te metas en sus vidas.
Lima, 19 de diciembre de 2016