León Trahtemberg / Blog personal
El ministerio de educación ha cumplido con su responsabilidad constitucional de diseñar un currículo que rija el mundo de los aprendizajes escolares de los alumnos, que están obligados por la misma Constitución a asistir a la escuela para educarse en términos formales. Bajo ese paraguas el ministerio ha planteado un conjunto de competencias a desarrollar en el ámbito de la identidad que aluden al valor de la familia y al reconocimiento de que hombres y mujeres nacen biológicamente diferentes pero iguales en sus derechos, deberes y oportunidades. A eso se le denomina genéricamente “igualdad de géneros”.
Sin embargo, hay un sector de intérpretes del currículo que sostienen que enunciados en el currículo como “construye su identidad”, “vive su sexualidad de manera plena y responsable” y “toma conciencia de sí mismo como hombre y mujer” son un contrabando para introducir lo que denominan “ideología de género”. Esta propondría que la condición de hombre o mujer no queda definida biológicamente sino social y culturalmente, como una opción que cada cual asume conforme va creciendo. Eso implicaría que pueden elegir ser travestis, homosexuales o lesbianas, además de ejercer su actividad sexual plenamente, lo cual a esos padres les parece inaceptable y una intromisión en la visión de educación sexual que quieren inculcar a sus hijos.
Esta interpretación con la consecuente censura al currículo oficial olvida que la razón de ser del sistema educativo es el bienestar de los niños y jóvenes, que tienen derecho a no ser discriminados sea por la conformación particular de su familia o por su orientación sexual. Si ser homosexual o lesbiana se presenta como “perversión”, no solo se carga de dolor, maltrato y discriminación a los hijos de estos padres o a los alumnos que tienen alguna de esas orientaciones sexuales, sino que se les quita la oportunidad a los otros niños de aprender a respetar a cada persona por lo que es y reconocer e interactuar sanamente con las diferentes personas que va a encontrar en su comunidad.
Puedo entender las susceptibilidades de padres bien intencionados frente a un tema que reta sus convicciones y estereotipos construidos en los ambientes negadores de generaciones anteriores y que creen que sus hijos desde pequeños tienen garantizada su heterosexualidad, pero temen por el efecto negativo de un entorno que incluya padres o compañeros homosexuales o lesbianas. Sería bueno que se pregunten ¿cómo quisieran que en la escuela se trate a su hijo o hija si fuera homosexual o lesbiana?
Personalmente pienso que la propuesta del ministerio de educación crea un marco adecuado para el tratamiento del tema, recordando que más allá de lo que esté escrito en el texto del currículo, serán los padres, maestros y propios compañeros de los alumnos con sus actitudes, mensajes, gestos, sentido y contenido de sus comunicaciones los que dejarán las huellas más significativas en la salud mental, seguridad y manejo de la sexualidad de cada alumno.
Fuente: Blog de León Trahtemberg / Lima, 3 de febrero de 2017