Marilú Martans / El Comercio
Durante los últimos meses, hemos sido testigos de una campaña de desinformación respecto del contenido del Currículo Nacional de la Educación Básica, la cual se ha esmerado en generar dudas y preocupaciones en muchos padres y madres de familia sobre lo que proponemos como Ministerio de Educación.
Ante ello, la respuesta del ministerio siempre ha sido la misma: procurar canales de diálogo abierto y franco, en diversos espacios que nos han permitido ya conversar con distintos grupos de la sociedad civil, de padres y madres de familia, para aclarar todas las dudas que se tengan.
Lamentablemente, hay quienes ante la falta de argumentos, han escogido insistir con un reclamo vacío, mostrando para intentar sustentarlo textos que no están vigentes o guías educativas elaboradas en otros países, así como sacando de contexto algunas de las frases que sí están en el currículo nacional para así intentar confundir a la opinión pública. Entre otras cosas, quienes impulsan esta campaña han acusado al Estado de querer arrebatarles a las familias peruanas el derecho de formar a sus propios hijos y se ha insinuado que solo por incluirse la palabra ‘género’ dentro del currículo nacional se ha ‘abierto una puerta a la homosexualidad en las escuelas’. Todas estas afirmaciones, por supuesto, son falsas y las he aclarado en diversas oportunidades.
Esta campaña de desinformación ha tenido como consecuencia que dejemos de mirar y de reconocer todo lo que verdaderamente se propone en el currículo nacional. Por primera vez, por ejemplo, un documento del Ministerio de Educación nos plantea un perfil del estudiante al terminar la educación básica, en base a siete enfoques transversales y a 31 competencias claras y precisas. Lo que buscamos son estudiantes que sean capaces de innovar, de ser creativos, críticos, responsables, que vivan orgullosos de su lengua y de su cultura y que tengan las herramientas para aprovechar al máximo su potencial, de modo que logren adaptarse y ser parte de un mundo cada vez más desafiante. Estudiantes con autonomía de conocimiento, autonomía ética y emocional, que fomenten el emprendimiento económico y social, la investigación científica, que aprendan nuevos idiomas, que practiquen una vida saludable y que sepan apreciar, además, su dimensión espiritual y religiosa.
El currículo nacional reconoce que la enseñanza de los valores parte desde el hogar, de los padres y madres de familia, quienes son los primeros formadores de nuestros estudiantes. La escuela, a través de los docentes, los directores y los tutores, complementa esa formación, educando a los estudiantes en valores, deberes y derechos.
Por otra parte, el currículo nacional busca que, a través de la educación, se transforme una realidad que todavía presenta injusticias, desigualdades y mucha indiferencia para las mujeres en nuestro país. De acuerdo con cifras del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, en el Perú el 70% de las mujeres ha sufrido violencia física, psicológica o sexual por parte de sus parejas. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el 32% de las mujeres no tiene ingresos propios y la mayoría de ellas trabaja en promedio 9 horas más a la semana que los hombres por hacer el mismo trabajo. Además, de acuerdo con el Censo Escolar 2015, en zonas rurales el 40% de las mujeres que se retira de la escuela lo hace por motivos domésticos. Esta es una realidad que solo podremos cambiar a través de la educación.
Es por estos motivos que el enfoque de igualdad de género está presente en el currículo nacional. Este tiene como objetivo que todos los peruanos y peruanas podamos por fin acceder a los mismos derechos, deberes y oportunidades. A través de la escuela, queremos impartir el valor de la igualdad entre todos nuestros estudiantes, para así empezar a cerrar estas brechas de desigualdad de género que hoy afectan a millones de mujeres; y para asegurarnos de que la próxima generación de peruanos no repita los patrones de violencia y machismo que actualmente continúan presentes en nuestra sociedad.
Asimismo, el currículo nacional promueve también el respeto para todos. Nadie debería ser discriminado por ninguna razón y menos aun en las escuelas. Sin embargo, la realidad es que en nuestro país miles de niños sufren discriminación por el color de su piel, por su condición social, por algún aspecto de su físico o, sencillamente, por el hecho de ser diferentes al resto de sus compañeros.
A través de la plataforma de denuncias de violencia del Ministerio de Educación –www.siseve.pe–, actualmente se registran tres casos diarios de niños o niñas que sufren de discriminación o ‘bullying’ en sus escuelas, y esta cifra se queda corta, porque la verdad es que la mayoría de episodios nunca llegan a ser denunciados. Es decir, muchos estudiantes hoy en día sufren discriminación en silencio.
Ese círculo de violencia parte de una mala enseñanza basada en prejuicios, esa que fomenta o permite la discriminación, el racismo, la homofobia, el machismo y el rechazo al prójimo; y no tendrá fin si no se hace algo al respecto. Esta es una realidad que duele y que no estoy dispuesta a mirar de costado. Todos nuestros niños y niñas son únicos y valiosos, tal y como son, y por eso debemos evitar todo tipo de discriminación.
La educación es el medio que nos permitirá alcanzar una sociedad justa y moderna. Por ello, me comprometo a trabajar por formar al peruano que todos queremos. Un ciudadano con valores éticos, crítico, responsable, que valora la diversidad, que promueve la igualdad y el respeto para todos.
Fuente: El Comercio / Lima, 05 de marzo de 2017