Paola Ugaz / La República
Tras la denuncia pública en Facebook de Rafael Salgado contra Juan Borea se fueron sumando una a una, y de diferentes promociones del colegio fundado en 1984, “Héctor de Cárdenas”, denuncias de corte sexual contra Borea, a quien, además, acusaron de ser autoritario y ejercer violencia verbal y física contra los menores de edad.
Fuera del colegio, Borea era un hombre flamboyante en sus formas y con un gran carisma que lo impulsó a ser miembro permanente del Consejo Nacional de Educación y jefe de gabinete del Ministerio de Educación. Hacia adentro, es decir, en su reino que fue el colegio “Héctor de Cárdenas”, Borea era manipulador e inspiraba temor a su paso porque podría pasar del amor al odio o viceversa cuando algo no salía como quería.
Borea vivía dentro del colegio y el cuarto en donde dormía se volvió legendario entre los alumnos que pasaron por las aulas del “Héctor de Cárdenas” porque les realizaba lo que ellos llamaban “el castillito o castiguito”, que consistía en quitarles un zapato y luego la media, para luego sobar el pie de la víctima contra sus genitales hasta llegar al clímax.
La República y Altavoz.pe reunieron a los exalumnos del “Héctor de Cardenas”, Daniel Mercado, Daniel Kudo Gabriel Acevedo, Rafael Salgado, el excongresista Sergio Tejada, Rodrigo Gutiérrez Morcos, Alejandra del Carpio, Ismael y Alejandra Muñoz para conversar sobre los abusos que vivieron durante la época en que asistieron al colegio fundado por el educador Juan Borea.
La mayoría de entrevistados en el reportaje reconocen que denunciar a Borea es en sí mismo una paradoja: los valores que Borea les inculcó, es decir, no quedarse callados ante las injusticias, ser reflexivos y tomar acción para cambiar el curso de las cosas, son los que los motivaron a denunciarlo.
“Él representó por muchos años una persona que me apoyó en los momentos más difíciles de la vida, cuando la posibilidad de estudiar en un colegio como el “Héctor de Cárdenas” era imposible… imagina, me daban un sol diario para ir al colegio desde San Juan de Lurigancho hasta Jesús María. Salía a las 6:45 a.m. y volvía por la noche”, relata en exclusiva Rafael Salgado, el primer denunciante de Borea.
“Era un personaje irreal, como sacado de una historieta. Tremendamente obeso, algo desaliñado, cómico en su motocicleta vieja, refirió Daniel Kudo.
“Borea era campechano, gracioso, neurótico, muy organizado y, en general, daba la impresión de estar visceralmente decidido a cambiar el mundo. Este rasgo me despertaba admiración, aunque siempre distorsionada por los eventos de abuso”, indica el artista plástico Gabriel Acevedo.
“Era un personaje que tenía reacciones impredecibles y que hacía que le tengas miedo más que respeto. Las conversaciones con Juan eran amigables a no ser que lo contradijeras. Ahí él se volvía una persona prepotente, gritona y abusiva que llegaba a golpearte o a insultarte enfrente de todo el colegio si no hacías caso”, relata Javier Gutiérrez.
También entrevistamos a los exalumnos Yehude Simon Valcárcel, Emmanuel Piqueras Villarán, Javier Olivera, Alonso Carcelén, Diego López de la Fuente, Kenneth O´brien, Javier Gutiérrez, Javier Purcullas y Miguel Navarro. Buscamos sin éxito entrevistar a Juan Borea, quien se ha negado a hablar a la prensa, siguiendo el consejo de sus abogados.
“Juan era autoritario y gritón, se ponía rojo y colérico fácilmente… el recuerdo que tengo de Juan es de una persona autoritaria y colérica. Ahora que ato cabos, pareciera que Juan se quería comportar como un soldado”, recuerda, desde Bélgica, Javier Oliveira, doctor en economía por la Universidad de Lovaina.
El excongresista Sergio Tejada señaló que siempre discrepó en público de la forma de ser de Juan Borea y que por ello nunca fue considerado como un “hijito de Juan”, término con el que se conocía a los favoritos del fundador del colegio “Héctor de Cárdenas”.
“Siempre me pareció inaceptable la violencia con la que Juan trataba a los alumnos. Nos gritaba e insultaba con frecuencia. Utilizaba lisuras muy ofensivas incluso delante de los alumnos más pequeños. Recuerdo que en una ocasión golpeó a un alumno en el estómago y este se desmayó. Hasta ahora me agito de recordar la rabia que sentí en ese momento. Nadie hacía nada y, la verdad, nuestros padres tampoco”, recordó Tejada.
La confrontación
En 1999, la exalumna Inés Kudo buscó a Adrián Revilla, el amigo mas cercano de Juan Borea, para confrontarlo por un abuso que había ocurrido hacía unos 10 o 15 años.
“Con ese único testimonio, Adrián confrontó a Juan en su propio grupo de reflexión. Él reconoció que lo había hecho, reconoció la naturaleza sexual del abuso, pero dijo que fue todo en el pasado y que fueron cuatro o cinco alumnos y que hacía años no lo había vuelto a hacer. Contó una versión mas “light” de lo que realmente fue. Lo conminaron a dejar el colegio y a hacer terapia, lo cual hizo. Todos sentimos que debimos hacer más, pero en ese entonces no teníamos más elementos para una denuncia pública”, explica la exalumna y especialista senior en educación, Inés Kudo.
A raíz de esta confrontación, Juan Borea deja el colegio por un año y se va a una comunidad católica en Sicuani (Puno). Pero un año después regresó al colegio a donde volvió a la dirección, cargo que ejerció hasta esta semana en que fue denunciado por Salgado.
Preguntado sobre el tema, Adrián Revilla nos habló sobre el episodio en que confrontaron a Borea en 1999 y señala que “Juan nos dijo que todas las denuncias eran ciertas y que ya había dejado de hacerlo y que se iba a retirar a Puno. En ese entonces, ninguna víctima quiso hablar con nosotros y no pudimos hacer más”.
“El castiguito”
El comunicador Yehude Simón Valcárcel (hijo mayor del político , Yehude Simon Munaro), nos revela por vez primera lo que le pasó con Juan Borea hace 32 años: “Se masturbó en varias ocasiones usando mi pie para frotarse. Buscaba que cometiera alguna falta para aplicarme castigos de amigos. Me pedía saltar en un pie sin zapatos por varios minutos, y mientras lo hacía, tomaba mi otro pie y lo frotaba contra sus genitales. Yo tenía alrededor de diez años y me daba cuenta de todo. Esto sucedió en varias ocasiones por alrededor de tres o cuatro años”.
“Una vez Juan me dijo que vaya a su oficina, la cual en esa época (1987, primero de secundaria, tenía doce años) estaba ubicada en el descanso de las escaleras que van entre el primer y segundo piso, sería un cuartito de apenas tres metros cuadrados. El castigo consistía en que me saque la media y el zapato y apoye el pie desnudo en su muslo. Yo le daba la espalda y quedaba parado en una sola pierna sobre la que debía saltar repetidamente, mientras él me hacía cosquillas en el pie que sujetaba. Con el movimiento, él iba acercando mi pie a sus genitales. Yo tenía doce, no sabía qué hacer, pero sentía que algo estaba mal. Me asusté mucho porque sabía que se había tocado los testículos con mi pie. Luego recuerdo haber aceptado las suspensiones o cartas a mis padres por mis tardanzas, es decir, ya no acepte el ‘castigo’. No le conté a nadie”, relata con dificultad, Javier Olivera.
“Estando en primero de media en 1995, con doce años un día llevé unas zapatillas de colores al colegio. Juan Borea me paró delante de la formación y me preguntó si venía del circo. Todo el mundo se rió. Luego de la formación me dijo que vaya a su cuarto, ahí me dijo que por esa falta me suspendía del colegio o podía hacerme un castigo físico. Me explicó que debía poner el pie en su muslo y hacerme cosquillas. Si bien me pareció súper raro todo, no sabía de qué se trataba exactamente. Pero hubo una segunda ocasión. Esta vez me pidió que fuese a su oficina a la salida del cole, la que está en el descanso antes de subir las escaleras… me dijo otra vez que había cometido una falta grave y debía suspenderme, pero que podía, por el cariño que me tenía, hacerme un castigo físico. Volví a aceptar el castigo físico. En esta ocasión me tocó el cuello como examinándolo, luego me pidió que me sentara en su regazo y continúo haciéndome esa especie de examen físico que según él eran cosquillas. Luego de eso me pidió como la vez anterior que me quitara la zapatilla, la media, y ponga uno de los pies en su muslo. Estaba súper tenso yo, y lo noté presuroso a hacerme cosquillas. Noté, entonces, que lo hacía cada vez más rápido y que cambiaba su rostro, hasta que, asumo yo, llegó al clímax. Esta vez sí estaba seguro de que había sido víctima de un tocamiento indebido, de que Juan Borea Odría me había utilizado”, nos cuenta el músico Daniel Mercado.
“Hoy todo es como un sueño en el que no recuerdo cómo llegué a estar en esas situaciones. Solo recuerdo a él haciendo lo que ya otros han descrito, haciendo “cosquillas” en mi pie para que yo lo moviera y así se frotara su pene y genitales. Así se masturbaba, entiendo ahora… Yo recuerdo que esto duró por varios años, no recuerdo uno o dos episodios, ni un solo lugar”, explica Rafael Salgado, el primer exalumno que denunció a Borea.
“Estaba en cuarto grado de primaria… Borea te decía que te saques la zapatilla y la media de uno de los pies y te sentaba en una silla aledaña a la de él. Acto seguido, pedía que apoyes tu pie en su pierna, él empezaba a hacer las cosquillas en la planta del pie…poco a poco acercaba tu pie hacia su zona genital y seguía intensamente con las cosquillas hasta que sentías que tu pie chocaba con algo duro y era el pene de Borea que estaba en el clímax… un día lo encaré en la fiesta de aniversario del colegio para decirle en su cara que él abusó de mí cuando niño y que era un enfermo. Él lo reconoció y me dijo que estaba arrepentido y que nunca más lo había vuelto a hacer… Fue un momento muy importante en mi vida poder dejar ese costal de piedras que cargué”, señala Rodrigo Gutiérrez Morcos.
“Advertido por lo que le había pasado a un compañero mío, yo ya me había preparado para pasar este momento horroroso. Juan me llamó a la dirección, me habló de mis notas. Me hizo hacer ranas, planchas y me puso un silla al costado de la de él, me pide que me saque la media y agarra mi pie y cuando trata de ponérselo encima de su pene, (se notaba el bulto como una carp) en ese momento apuntó bien y le tiro un talonazo con todas mis fuerzas. La siguiente imagen que tengo es a Juan Borea doblado del dolor en su silla y yo ya parado preguntándole si me podía ir y él me dijo que sí. Después de ese incidente nunca más me volvió a acosar”, relata Emmanuel Piqueras Villarán (hijo de la exalcaldesa Susana Villarán), cocinero que vive en Nueva York con su familia.
“Juan me dio a elegir entre castigos, con amonestaciones y suspensiones que terminaban involucrando a mis padres o ‘cosquillas’, que consistían en llevarme a lugares privados, donde bajo llave (tema que me molestaba mucho, porque literalmente me encerraba) procedía a quitarme un zapato y a hacerme cosquillas de manera que mi rodilla o muslo quedara cerca de su entrepierna. Creo recordar también otra modalidad, que consistía en cosquillas en las axilas y al costado del cuerpo, aunque esto es un poco más confuso para mí. Cuando le dije que prefería amonestaciones a los castigos físicos, la relación con él y con el colegio se complicó, tornándose muy tensa, lo que terminó con mi expulsión”, nos cuenta el escritor Kenneth O´Brien.
“Una de las estrategias de los depredadores es crear espacios donde tengan poder sobre personas inocentes y vulnerables, y Juan nos hacía sentir a todos indefensos y atemorizados, insultándonos y humillándonos en voz alta y ejerciendo un incuestionable poder sobre todos sus alumnos”, refirió el artista, Diego López de la Fuente.
Borea deja el colegio
Tras la denuncia de Salgado realizada en Facebook, Juan Borea emitió un comunicado en el que reconoce las denuncias, pero añade que “en ningún momento hubo ninguna instancia de abuso sexual”. Al momento del cierre, las denuncias contra Borea vienen en aumento y no cabe duda de que afectará el inicio de clases del colegio.
Consultado sobre el porqué hizo pública su denuncia, Salgado nos dijo: “Ha ayudado a que más personas puedan decirlo… sufrimos, como mierda, pero lo logramos…de niños no pudimos hacer mucho, pero de adultos logramos pararlo”, concluyó.
En este reportaje han declarado 15 víctimas del castiguito de Borea, cuyas edades bordean de 30 a 45 años. Esta historia continuará.
“Sus buenas intenciones fueron borradas por su debilidad”
Ismael Muñoz. “Se sentó en una silla frente a mí y me pidió que me pusiera de pie. Luego me pidió que me saque uno de los zapatos y ponga el pie sobre su muslo, mientras yo daba saltos con la otra pierna. Esto debió haber durado poco menos de un minuto y durante todo este tiempo siempre le di la espalda, así que no podía ver ni movimientos ni expresiones de su parte. Solo sentía sus manos agarrando mi pie sobre su muslo y la fricción por los saltos que daba. Eso fue todo”.
Alonso Carcelén. “Mi denuncia es el sometimiento de mi persona a actos (cosquillas en el pie y masajes en las costillas) que si bien no tenían matiz sexual pues nunca puso mis pies u otras parte de mi cuerpo en contacto con sus partes íntimas, por sus características de furtividad, aislamiento y rareza me generaron incomodidad y si hubiera podido evitarlo lo hubiera hecho”.
Javier Purcallas. “Creo que en algún retorcido recoveco de su cabeza, Juan Borea siente que es un gran docente, un formador de personas, pero no lo es, todas sus buenas intenciones fueron borradas por su debilidad, el mismo que exigía el fin de la mediocridad, que pedía a sus alumnos ser responsables, generosos y conscientes, luego les demostraba con hechos que, en realidad, sus “virtudes” favoritas eran el egoísmo, la mentira, el abuso de poder y la cobardía”.
Denunciantes
- Ismael Muñoz, 31 años
- Rafael Salgado, 33 años
- Daniel Mercado, 33 años
- Diego López de la Fuente, 30 años
- Rodrigo Gutiérrez Morcos, 37 años
- Miguel Navarro, 37 años
- Daniel Kudo, 39 años
- Gabriel Acevedo, 40 años
- Kenneth O´Brien, 40 años
- Javier Olivera, 41 años.
- Alonso Carcelén, 41 años.
- Javier Purcallas, 41 años.
- Javier Gutiérrez, 41 años
- Yehude Simon Valcárcel, 42 años.
- Emmanuel Piqueras, 45 años
- Daniel baltonado
Fuente: La República / Lima, 6 de marzo de 2017