Edición 29

¿Cambiar género por sexo?

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Alex Ríos / EDUCACCIÓN

El género no es lo mismo que el sexo. Mientras que el sexo es fisiológico, el género es un contenido socio cultural que se construye a partir del sexo de la persona. Nacer con un determinado sexo –varón o mujer- implica que le será asignada socioculturalmente un conjunto de roles y normas de cómo sentir, actuar y desenvolverse en el mundo. Que a los varones les guste más el color celeste y no el rosado, no obedece a un componente genético; que a los varones le guste jugar trompo y no yaces, no se debe a tener un pene; que los varones les encante más el fútbol y no quieran saber del voleibol, no es por naturaleza; que los varones prefieran ser ingenieros y no costureras, no resulta de algún orden divino. Todos esos gustos, modos, costumbres han sido adquiridos junto con otros estereotipos de cómo debe comportarse un varón o mujer. Los niños no lloran, los hombres son violentos, las mujeres no saben manejar, los hombres son los jefes de familia, las mujeres son sensibles, los hombres orinan parados, las mujeres son tiernas, los hombres escupen al piso. Quienes no se comportan bajo estos roles y normas son sancionados socialmente a través de burlas o aislamiento. La asociación entre sexo y género es tan fuerte que algunos asumen que las diferencias de género son naturales y universales; es decir, se nace así y eso ocurre en todo el mundo.

El problema con los roles diferenciados de género es que los roles con que se socializa a uno y otro sexo gozan de distinto valor; están en desmedro de unos, usualmente las mujeres, y a favor de otros, casi siempre los varones. Dado que la mujer sería buena para cuidar a los padres, esposos, e hijos, dado que es buena para cocinar, barrer, lavar, por ejemplo, no es necesario que vaya a la escuela, al instituto o a la universidad. Entonces, el ratio de analfabetismo, deserción escolar o no escolaridad es mayor en mujeres que en varones. Esto no se debe a una diferencia de sexo, sino de género. Dado que los varones tenderían a ser violentos y tener deseos sexuales incontrolables, por ejemplo, hostiga, silba en la calle, cosifica a la mujer, “tira” cuando quiere. Entonces, la insatisfacción sexual, el acoso sexual o los casos de violación –inclusive dentro de la familia- es mayor en mujeres que en varones. Esto no se debe a nacer con pene, sino a lo que enseñaron hace un “macho”. Se necesita romper estos roles y normas asociados al sexo de una persona porque perjudican a las mujeres. Se necesita equidad.

La escuela ha sido tradicionalmente un reforzador de estos roles y normas diferenciadas. La escuela tradicionalmente estereotipa e invisibiliza a la mujer. Cuando un profesor realiza el siguiente ejercicio “Chicos, ¿Cuál es el sujeto en la oración María es enfermera y Juan es doctor?” se está reforzando estereotipos de género. Cuando los libros se llenan de historias de varones-héroes-combativos se invisibiliza a la mujer. Por supuesto que el ejemplo de caperucito rojo es un pésimo ejemplo para enfrentar el problema, pero no deja de ocultar que la escuela lejos de promocionar la equidad entre varones y mujeres, ha fomentado “caleta” roles y normas diferenciadas. No se trata sólo de reflexionar el tema de género en una clase. Se trata, además, de ser consciente que se cuela en los ejercicios, en las lecturas, en la Historia y en las Matemáticas. De allí, su necesidad de trabajarlo transversalmente.

Esto que se viene insistiendo desde inicios de siglo en correspondencia a las corrientes democratizadoras e igualitarias en el mundo, se busca continuar con el Currículo Nacional –digo continuar porque el enfoque de género no es una novedad del nuevo currículo- pero ahora tiene una fuerte oposición en grupos religiosos y conservadores que han asociado un problema de roles de género con un fomento a la homosexualidad y promiscuidad.

En ningún momento, el currículo establece que el sexo es aprendido. Tampoco se promueve un cambio de género, que además no entiendo que quieren decir; asumo que tratan sexo y género de manera igual. Tampoco fomenta la homosexualidad. Es más, para aquellos progres, caviares, promiscuos, izquierdistas, gay de clóset, solteros sin hijos entre otras cosas como se califican a los defensores del currículo, la homosexualidad es un hecho de natura, y no se concibe posible de ser enseñado; sería inútil promoverlo en las escuelas. La homosexualidad no tiene nada que ver con el sexo fisiológico ni con el género. Tampoco existe un fomento a la promiscuidad. La sexualidad cubre un espectro mayor que las relaciones sexuales. Pero además, cada vez que -en medio de la rabia- uno lee sobre testimonios de abuso sexual y reacciones condenables que exigen a las víctimas adolescentes de por qué no acusaron en su momento, me pregunto si a esos adolescentes hubiese ayudado tener claro las cosas desde la casa, desde la escuela, sin miramientos…

Lima, 5 de marzo de 2017

Alex Ríos Céspedes
Licenciado en Psicología Social por la Pontifica Universidad Católica del Perú. Maestría en Gestión y Políticas Públicas en el Institute of Social Studies de La Haya, Holanda. Ex consultor de la cooperación alemana en el Perú, Programa PROEDUCA-GTZ. Ex Director General de la Dirección General de Gestión Descentralizada del Ministerio de Educación.