Roberto Bustamante / Lab Docente
Hacía tiempo que no enseñaba a niños. Lo que más he hecho es trabajar con adultos y, sobre todo, con adultos que enseñan a niños. Por supuesto, tengo una hija de cinco años, curiosísima, a la que le voy enseñando todo lo que se le ocurra preguntarme. Me encanta jugar con ella a armar robots con sus Legos, tanques, máquinas imposibles. En la casa tengo algunos kits de electrónica con los que me divierto sorprendiéndola. Pero no es lo mismo.
El primer punto, y creo que debería ser obvio, es que un profesor motivado, que se le nota motivado, cuando no apasionado por lo que está haciendo, va a terminar motivando a sus alumnos. La rutina mata. El alumno que ve a un profesor repetir, cansinamente, el mismo ejercicio una y otra vez, va a terminar aburriéndose, buscando otras cosas que hacer. No se trata tampoco de ser una especie de bufón permanente, pero sí manifestar un genuino interés y curiosidad por lo que va a presentar, por las actividades que va a promover o conducir.
Lo siguiente tiene que ver ya con el mismo kit de robótica. La robótica es una práctica que abarca varias disciplinas y quizá eso lo hace tan interesante. Si pudiera resumir en una frase qué cosa es un robot, sería “una máquina con vida propia y que razona por sí sola”. Quizá suene algo simplón, pero en esa frase está contenida la propia idea de un robot cualquiera: acción y razonamiento. Razonamos, esto es evaluamos una información que recibimos y luego actuamos. Otra vez, hay una información que recibimos a través de alguno de nuestros sentidos, la procesamos en el cerebro y este automáticamente le da una orden a algún músculo para que actúe.
Los robots tienen todo eso. Primero, sensores o dispositivos electrónicos que reciben información del ambiente y que la transforman en electricidad. Luego, una unidad central de procesamiento, que convierte esa electricidad en un número para luego hacer alguna operación matemática que nosotros hemos creado, generalmente con una condición tipo “si hay un número X entonces…”. Y finalmente, los actuadores, los dispositivos electrónicos que hacen cosas, como los motores, la emisión de alguna luz.
Pero, enseñar robótica a niños no puede ser algo tan aburrido como coger una pizarra y escribir todo aquello que acabamos de ver. Así como es importantísimo contagiar nuestro interés y curiosidad, es importante también que la robótica sea una experiencia sensorial. Ante todo, debemos tocar las partes del robot, debemos armar nuestra máquina, equivocarnos. Es esencial que el niño o la niña miren, toquen, construyan lo que les plazca.
Muchas veces es más el miedo que tenemos. No queremos que los niños rompan las cosas. No queremos las pierdan. Y allí vamos transfiriendo el miedo. Yo tengo la hipótesis de que los niños y niñas tienen dificultad para leer, no tanto por las metodologías para que desarrollen la lectura, sino porque van adquiriendo miedo al objeto “libro” desde muy temprana edad. Así como la transmisión de nuestra curiosidad es clave, también es clave no contagiar nuestro miedo.
Entonces, ya estamos listos. De hecho, para los kits de robótica WeDo existen muchos y varios recursos para construir robots. Lo que yo sugiero es comenzar con algunos de los patrones ya existentes. El cocodrilo es quizá el modelo más común y nos permite entender no solamente el principio del sensor, la programación y el motor, sino la transmisión de movimiento y fuerza a través de una correa (una liga) desde un eje a otro, para que se abra y cierra la boca. Hay otros modelos para hacer, por ejemplo, brazos mecánicos, grúas, alas.
Pero, de acuerdo a mi experiencia, no debemos solamente imitar estos modelos. La imitación es quizá el primer paso para la creación y diseño. Un músico tiene que pasarse varios meses imitando a otros artistas, pero luego tiene que tener un momento para crear, para dar rienda suelta a su imaginación. Necesitamos introducir arte a nuestras competencias de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (en inglés, se habla del campo STEM por science, technology, engineering and mathematics; en castellano hablaremos del campo CTIM). Diseñaremos para ello sesiones de enseñanza/aprendizaje de creación libre cada tanto, para que los niños y niñas puedan crear sus robots. La competencia es estimulante, así que una sesión de creación libre para hacer “batallas de robots” puede ser bien interesante. Podemos acompañar la sesión con algún video o extracto de película (la introducción a Grandes Héroes de Marvel Studios, por ejemplo). Salir del tedio o de la rutina.
— No necesariamente el robot más grande gana.
La promoción de la ciencia y la tecnología en niños y niñas requirere de arte, de imaginación, de salirse un ratito del molde. Propongamos un reto, un problema, algo para que los chicos puedan pasarse apuntando sus cosas en papeles y cuadernos. Esta puede ser una sesión más.
Finalmente, y no menos importante, el tema de las niñas y la ciencia y la tecnología. Muchas niñas crecen curiosas, pero entre los juguetes, las palabras de los padres, las bromas de sus compañeros de salón y la publicidad, van cambiando. Ya no quieren investigar o crear. Espacios como el de un aula de innovación o las clases con robótica, pueden ser muy importantes para que ellas sigan imaginando soluciones. Necesitamos más niñas y adolescentes con curiosidad científica, con curiosidad técnica. En ese sentido, sí es importante prestar atención a las dinámicas entre niños y niñas. Que no haya niño que le diga a una alumna que él lo puede hacer mejor que ella. Son palabras y gestos que van poco a poco quedando en las actitudes de las mujeres. Y los niños no lo hacen por malos, sino porque en muchos casos ya son formas naturalizadas, que se creen normales, desde la casa. Una clase de robótica podría ir acompañada de videos y trabajos sobre mujeres que son heroínas de la ciencia y la tecnología.
— Simone Giertz, ella hace los robots más locos (y muchas veces inútiles, pero muy divertidos) que puedas encontrar. Está en inglés, pero es alucinante la pasión que le pone a sus máquinas.
Estas son algunas ideas que quería compartir sobre mi experiencia última con niños y niñas. No creo que sean verdades o un recetario para nadie, pero sí un punto de partida para seguir conversando, sobre tecnología, sobre ciencia y sobre todo, para seguir fomentando la curiosidad y la creatividad en el aula. Las tecnologías digitales y electrónicas ofrecen un campo bien interesante para seguir potenciando estas dos actitudes clave para el trabajo y para la vida en general.
Ah, y entiendo que la norma desde el MINEDU es que se use el lenguaje de programación del Lego. Lo siento, no me gusta. Prefiero mil veces más el Scratch que ese lenguaje. Me parece más versátil, podemos jugar con más opciones y además hay mucho más ejemplos y comunidades de creadores de programas para Scratch. Parte de la idea de crear es salirse de las normas, en este caso, del Ministerio.
Fuente: Lab Docente/ Lima, Marzo 2017