Los argentinos estamos acostumbrados a que los demás latinoamericanos nos mofen o critiquen por diversas cosas… nuestro acento, nuestra arrogancia, nuestra obsesión con el psicoanálisis.
Pero hay una cosa que casi siempre se nos ha reconocido con admiración: nuestra cultura y educación. La escuela pública argentina fue históricamente considerada de las mejores de la región, si no la mejor.
Por eso resultó tan extraño oír recientemente duras críticas sobre su estado, sobre todo por quién lo dijo: el propio presidente de Argentina, Mauricio Macri. Macri sorprendió hace unos días, dando a conocer los resultados de la evaluación Aprender, un trabajo realizado a finales de 2016 para “conocer el estado” del sistema educativo argentino.
La evaluación -que el mandatario definió como la “más importante de la historia”- analizó los conocimientos educativos de alumnos de primaria y secundaria de 39.000 escuelas públicas y privadas de todo el país.
Y los resultados, según él, fueron “dolorosos”. “Cinco de cada diez alumnos no comprenden textos”, resaltó Macri, quien también destacó que “siete de cada diez que terminan el secundario no tienen conocimientos de matemática”.
“La mejor manera de mejorar es saber adónde estamos parados, en qué estamos fallando”, señaló el jefe de Estado, al explicar por qué ordenó la evaluación.
Paro docente
Sus palabras fueron dichas en el contexto de una dura batalla entre el gobierno y un grupo de sindicatos de maestros que mantuvieron un prolongado paro en reclamo de aumentos salariales. La medida interrumpió el primer mes de clases en gran parte de las escuelas públicas del país, algo que ocurre cada año cuando comienza el ciclo escolar.
Y hubo una frase que dijo Macri durante su presentación que resultó particularmente controvertida. Al resaltar que en los colegios públicos hubo el doble de alumnos que no entendieron textos que en los colegios privados dijo que eso “marca otro problema de fondo que es la terrible inequidad entre aquel que puede ir a la escuela privada versus el que tiene que caer en la escuela pública”.
El hecho de que usara la despectiva expresión “caer en la escuela pública” generó una oleada de críticas contra el presidente.
Miles se volcaron a las redes sociales -algunos bajo el hashtag #Yocaí– para contar, con orgullo, que ellos se habían graduado de esa escuela pública que Macri estaba denostando.
“A la educación pública no se llega, no se elige, se cae por descarte, porque no queda otra”, escribió la periodista Nora Veiras en el diario Página 12, crítico con el gobierno. “(El partido de gobierno) Cambiemos está decidido a modificar la matriz cultural del país (…) Para lograrlo tiene que aniquilar lo constitutivo de la conformación de la Argentina: la escuela pública”, acusó la periodista.
Y Vaieras no fue la única. Son muchos los que creen que las críticas de Macri a la educación pública esconden un deseo privatizador del ex empresario, famoso por haberse graduado de uno de los colegios privados de elite más prestigiosos del país, el Cardenal Newman.
Sin embargo, otros tantos salieron a defender al mandatario, e incluso a felicitarlo por decir algo que pareciera ser tabú en Argentina: que la amada educación pública está en crisis.
Desaprobado
Esa crisis no solo la evidencia la evaluación Aprender.
El Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes -más conocido como PISA– que cada tres años realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), también reveló los problemas en la calidad educativa.
El último informe en el que participó Argentina, en 2012, mostró que más de la mitad de los chicos de 15 años (53,6%) no superaba el nivel mínimo de lectura, el 50,9% no entendía ciencia y dos tercios (66,5%) no podía resolver cálculos matemáticos.
El país se ubicó en el puesto 59 entre las 65 naciones evaluadas. Varios vecinos latinoamericanos –Brasil, Chile, México y Uruguay- quedaron por encima de Argentina.
Si bien estos resultados muestran los problemas que afectan a toda la educación, tanto pública como privada, existen otras cifras que sugieren que la crisis más grande está en la escuela pública.
Según un estudio realizado por el académico y experto en políticas educativas Mariano Narodowski, ex ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires (2007-2009), desde 2003 todo el crecimiento en la matrícula de la escuela primaria se dio en los colegios privados.
En los públicos la matrícula decreció un 9%, algo que nunca antes había ocurrido en Argentina. Y los problemas no solo se ven en el ingreso al sistema escolar. También es grave el hecho de que la mayoría no termina el colegio.
El último censo nacional (de 2010) mostró que el 61% de los argentinos mayores de 20 años no había llegado a completar el nivel secundario, que desde 2006 es obligatorio.
La evidencia parece clara. Lo que no es tan claro es ¿a qué se debe la crisis?
¿Un tema económico?
¿Están los maestros muy mal pagos, como reclaman los sindicatos? Depende de a quién se le pregunte.
Distintos gobiernos -no solo el actual, sino también el anterior kirchnerismo, de signo ideológico opuesto- han acusado a los gremios y a los maestros de tener reclamos excesivos y usar a los alumnos como herramienta de extorsión para presionar por aumentos salariales. En cambio los docentes aseguran que sus demandas son justas y que sus sueldos superan apenas la línea de pobreza.
¿Y cuánto ganan los maestros? Calcular eso es uno de los problemas: existe una enorme disparidad entre las 24 distintas regiones argentinas. Por ejemplo, el año pasado un maestro en el sur del país ganaba más del doble que uno en el norte, según los datos del Ministerio de Educación.
En la provincia de Buenos Aires, la más poblada del país y donde suelen darse los conflictos gremiales más fuertes, un maestro con 10 años de antigüedad cobró en 2016 US$855 mensuales, una cifra cercana al promedio del país.
Eso efectivamente dejó a los docentes cerca de la línea de pobreza ya que el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) estimó que una familia promedio (dos adultos y dos menores) necesitaba tener ingresos mensuales de US$850 para no ser pobre.
Sin embargo, tanto el gobierno como distintos sectores de la sociedad resaltan que ese sueldo es el que se paga por un cargo simple, de 4 horas, y que los maestros deberían trabajar 8 horas como el resto de los asalariados.
Además, consideran que los docentes tienen un mes y medio de vacaciones pagas, algo que no ofrece ningún otro trabajo. Y que en la docencia hay niveles de ausentismo muy superiores a otros empleos, por encima del 15%.
“Son unos vagos”, es una crítica que suele escucharse al comienzo de cada ciclo lectivo, cuando millones de chicos no pueden empezar el colegio por los reclamos salariales docentes. El hartazgo de muchos alcanzó tal punto que este año 60.000 personas se anotaron a través de una convocatoria online como voluntarios para dar clases durante el paro docente.
De eso no se habla
Sin embargo, tanto maestros como expertos advierten que hay muchos factores que la sociedad desconoce y que hacen que la docencia sea una de las carreras más difíciles de ejercer.
“Lo de las cuatro horas es falso porque no se contempla todo el tiempo que el maestro invierte en preparar la clase y los elementos de trabajo y luego en corregir”, dice a BBC Mundo Veronica Simone, quien ejerce la docencia desde hace 20 años en distintas escuelas de Monte Grande, en el llamado conurbano bonaerense.
“Lo del ausentismo es cierto que es alto, pero hay que separar entre quien falta porque no quiere trabajar y quien se enferma por las terribles condiciones laborales que enfrentan muchos docentes”, afirma.
Simone es una de las tantas maestras que trabaja en escuelas en zonas humildes y explica que allí muchas veces se corta el gas o la electricidad, no andan los radiadores y en invierno tanto niños como maestras pasan mucho frío lo cual hace que se engripen mucho.
Lo que cuenta no es una excepción.
En Argentina más del 90% del presupuesto en educación -en algunas provincias casi el 100%- se dedica a pagar salarios, según cifras oficiales, lo cual no deja dinero para invertir en arreglos y mejoras.
“Una inspectora me contó que desde los años 70 que en Argentina no se invierte en mejoras de infraestructura”, dice a BBC Mundo Eduardo Langer, doctor en Educación y docente de la Universidad de San Martín.
Para Langer, los maestros son una especie dechivo expiatorio que usan los diferentes gobiernos para eximirse de su responsabilidad de educar.
“Los gobiernos trasladan la responsabilidad a los individuos: a los maestros, a los padres, a los estudiantes”, critica. “Los docentes deberían ser el eje del sistema educativo. Hoy no se les da los fondos para hacer bien su trabajo y se los culpabiliza de todos los males de la educación”, asegura.
Langer y muchos otros expertos consideran que las pruebas estandarizadas no son una buena manera de medir la calidad educativa, no obstante reconoce que “hay problemas”.
“Pero no se puede comparar a la escuela de hoy con la escuela de hace cuatro décadas porque en ese entonces no ingresaba la proporción de la población que ingresa hoy”, explica.
Escolarización
Alejandra Cardini coincide. La codirectora del programa de Educación del think tank Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) cree que más que una “crisis” -lo que sugiere un problema reciente- lo que hay es un sistema que se fue desbordando a través de los años.
“Esa imagen admirada que tantos recuerdan de la educación pública argentina surgió en las primeras décadas del siglo pasado, cuando el país tenía una fuerte clase media, algo que la distinguía de los otros países de la región”, señala.
Sin embargo, la realidad es que “el porcentaje de la población que accedía a la educación era poco y además el país contaba con muchos recursos”.
La cosa fue cambiando drásticamente con el regreso a la democracia, en los años ´80. “Argentina se latinoamericanizó. Pasó de tener una pobreza del 4,7% -cuando el promedio en América Latina era del 30%- a tener los mismos niveles que el resto”, describe.
Al mismo tiempo, la tasa de escolarización creció enormemente: mientras que en los años ´70 solo el 30% de la población accedía al secundario, en 2010 esa cifra alcanzaba al 80%.
Por eso, Cardini relativiza la “crisis” de la educación pública y dice que mientras que “todavía hay deudas pendientes en temas de equidad y calidad, si se mira desde el punto de vista de la inclusión se hizo muchos avances”.
No solo dinero
La recuperación económica que vivió el país entre 2005 y 2011 mostró que los problemas de la educación no son solo de plata.
A pesar de que se aumentó el presupuesto en Educación, los problemas continuaron.
Según Langer, el dinero “se gastó mal”, por ejemplo en el fallido programa Conectar Igualdad, por el que se entregó a cada alumno una computadora portátil, pero no se invirtió en formar a los docentes para su uso, lo que redujo su eficiencia.
Además, persistió y persiste el “problema de federalismo”: mientras que el Estado nacional es el que recauda los impuestos, son las provincias las que brindan la educación y pagan los sueldos. Y la repartición de fondos que hace el Estado es muy desigual.
Pero sobre todo, los expertos resaltan que lo que más faltan son políticas educativas que solucionen muchas de las dificultades actuales. “La carrera docente no se ha modificado sustancialmente desde los años ´50”, destaca Cardini.
Uno de los problemas a resolver, por ejemplo, es el de los “docentes taxi”, como se conoce a los profesores de secundario que cobran por hora y por ende se ven obligados a trabajar en varios colegios, viajando a veces muchos kilómetros en un mismo día para poder tener un sueldo digno.
También está el problema de las miles de escuelas, como la de la maestra Verónica Simone, que se dedican más a solucionar problemas sociales que a enseñar. “Las maestras tenemos que dedicar horas de clase para dar de comer a nuestros alumnos en los comedores escolares porque no hay recursos para contratar personal”, cuenta.
Problema de fondo
“Son problemas que llevan más de 30 años”, reflexiona la experta de Cippec. “Lamentablemente cada comienzo de año escolar el gobierno de turno busca solucionar el planteo salarial y nunca se mira el problema de fondo”.
“Hasta que no haya una política educativa de largo plazo, que sea una política de Estado, con metas más largas y un financiamiento que no esté atado al crecimiento del país, no habrá una solución”, lamenta Cardini.
El presidente Macri promete justamente eso: en 2016 presentó la iniciativa Compromiso por la Educación que busca “transformar” el sistema educativo argentino. Sin embargo, sus propuestas ya han recibido críticas desde diversos sectores, lo que hace difícil ser optimistas sobre el panorama futuro.
Mientras maestros, sindicatos, funcionarios, padres y expertos buscan ponerse de acuerdo, las verdaderas víctimas son los millones de chicos que siguen esperando en sus casas a que comience el colegio.
Fuente: BBC Mundo/ 10 de abril de 2017