Rosa Meneses / El Mundo
El escrito falleció este domingo 4 de junio a los 86 años en Marrakech.
Juan Goytisolo fue una de las primeras personalidades culturales en visitar El Cairo tras el triunfo de la revolución que, el 25 de enero de 2011, acabó por derrocar al dictador Hosni Mubarak. El escritor había predicho lo que ocurriría en Egipto un día después de ver cómo los tunecinos conseguían librarse de su autócrata presidente, Zin el Abidin Ben Ali, tras intensas manifestaciones populares aquel principio de año. Durante su celebrada visita a El Cairo no dudó en comparar las dictaduras árabes con la de Francisco Franco. “El día que Franco murió, en 1975, escribí un artículo reflejando lo que pensaban los españoles. Es muy adecuado para los egipcios en el momento de la marcha de Mubarak”, dijo.
Goytisolo se mostró entonces muy optimista con el rumbo de las revoluciones árabes y vaticinó que no se dentendrían. Sin embargo, no todo ha sido un camino de rosas en el mundo árabe desde entonces, con Egipto cayendo de nuevo en la dictadura, Libia sumergiéndose en el caos y Siria internándose en una guerra de múltiples frentes. Pero aunque Goytisolo pecara de ser demasiado entusiasta, fue uno de los pocos intelectuales que vino venir lo que se estaba cocinando en ese lado del mundo, del que era un gran conocedor.
Ya a principios de 2010 lo había analizado en uno de sus artículos en El País, advirtiendo de la “frustración acumulada durante decenios ante la corrupción de las élites gobernantes y las dictaduras que se perpetúan en el poder”. Después, cuando las llamadas primaveras árabes corrían como la pólvora de país a país, trató de imaginar cómo sería el “proceso mental de un dictador ante su caída” y fantaseó con que sería un “tema literario fascinante”.
Recogió el guante el escritor argelino Yasmina Khadra, que en 2015 publicó La última noche del rais. En el libro se metía en la piel del líder libio, el coronel Muamar Gadafi, para contar en qué pensaba durante sus últimas horas antes de morir, el 20 de octubre de 2011, a manos de una turba en Sirte.
El Premio Cervantes fue testigo durante su vida de otras revoluciones árabes, las de los años 50 y los 60. Su amor por la cultura árabe e islámica tuvo desde entonces que lidiar con las autocracias que dominaban la región. Fue un ferviente defensor de la causa palestina y denunció la “intransigencia ciega del Gobierno israelí en los territorios ocupados”. Pero también criticó el oscurantismo del radicalismo islámico y la interpretación rígida del Corán que imponía unas “leyes y costumbres de otra época”.
Nunca visitó, por ejemplo, Arabia Saudí, un país del que destacaba que los libros de los sabios de Ál Andalus, Averroes e Ibn Arabi o incluso Las mil y una noches estaban prohibidos. “¿Cómo puedo hablar sobre cultura en este lugar?”.
Llegó a rechazar un premio internacional de Literatura en 2009 por estar financiado por Gadafi. Pero fue honrado en otras muchas ocasiones por sus iguales árabes. En 2011 recibió el Premio Mahmud Darwish en Ramala, galardón que llevaba el nombre del gran poeta palestino que llegó a conocer. Era también miembro honorario de la Unión de Escritores de Marruecos, que ayer lloró la pérdida del escritor español, al que definió como “un autor comprometido con las causas humanistas, universales y justas” y le despidió como “amigo fiel de su segundo país, Marruecos”.
Fue allí, en ciudades como Marrakech -donde falleció este domingo- o en Tánger, donde se encontraba su paraíso, junto a escritores como Mohamed Chukri. Goytisolo, que solía compartir tertulia con Chukri en el bar del Ritz de Tánger, en el mítico El Dorado o en la terraza del Roxy, fue una de las personas que más contribuyó a que se conociera en España la obra de este escritor maldito, autor de El pan desnudo, luego reeditado como El pan a secas, tras revisar la traducción de su título a sugerencia suya.
El autor de Señas de identidad era uno de los escritores españoles más traducidos, a su vez, al árabe. Traductores como el tunecino Abdelatif ben Salem, uno de los mayores expertos en su obra del mundo árabe, destacaban el gusto de Goytisolo por insertar textos en la lengua de Las mil y una noches y el afán de destacar siempre el lado brillante de su inmensa cultura.
“Siente que la sangre árabe fluye por sus venas”, dijo la traductora de su obra La Cuarentena, Abir Abdelhafez. Juan Goytisolo amaba la civilización árabe y así lo reflejó en su vida y en su obra. Y el mundo árabe se lo ha devuelto con creces, llorando la desaparición del escritor.
Fuente: El Mundo / Madrid, 5 de junio de 2017