Edición 35

Docentes innovadores, ¿por dónde empezar?

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Por Vanessa Toribio/ Para EDUCACCIÓN

Uno de los mayores desafíos que enfrenta la Educación Básica en nuestro país es la innovación. Si lo analizamos con detenimiento podríamos decir que esta es quizá la vía más auspiciosa para implementar el Currículo Nacional vigente, en la medida que supondría generar un gran movimiento de directivos y docentes decididos a dar un salto cualitativo en sus prácticas habituales para alcanzar resultados de aprendizaje de mucho mayor relevancia.

A simple vista suena ambicioso, pero resultaría posible si ese movimiento tuviese un punto de partida sólido, un itinerario claro y acompañamiento profesional permanente para que tanto directivos como docentes motivados puedan transitar el camino hacia la innovación. En ese sentido, la puesta en práctica del nuevo currículo puede representar una oportunidad.

¿Por dónde empezar? ¿Cómo encaminar a los docentes en la ruta de la innovación? Las respuestas no son fáciles, pero vamos a ensayar algunas.

Investiga, imita, iguala y a partir de eso, supera

Luego de la Segunda Guerra Mundial, Japón era un país en ruinas. Con más de dos millones de muertos luego del criminal ataque norteamericano sobre Hiroshima y Nagasaki, el 40% de sus ciudades principales destruidas, sólo 14% de la superficie apta para las actividades agrícolas-ganaderas y con escasa producción minera, Japón tuvo que pensar cómo resurgir cual Ave Fenix de entre sus cenizas ante un futuro incierto. Su respuesta fue: “aprender de los mejores”. Entonces enviaron a su gente con mayores méritos intelectuales a aprender a hacer autos, motos, relojes, a Estados Unidos, Gran Bretaña, Suiza, es decir, a aprender a construir muchas cosas en aquellos lugares donde se hacía mejor que en ningún otra parte. Treinta años después, los japoneses no solo lograron producir todo esto y más tan bien como los líderes en cada rama, sino aún mejor, transformándose en una gran potencia. Tecnología de lo obvio le llamaron al arte de elegir al mejor, imitar al mejor, igualar al mejor y superar al mejor.

Este es un principio sencillo y práctico que se ha comprobado en muchos terrenos y en muchos campos del conocimiento. Sin embargo, si lo tomamos a la ligera, podríamos sacar conclusiones equivocadas, por ejemplo, pensar que para innovar hay que copiar, como en muchas ocasiones me lo han consultado. Esto no es así. Lo que hicieron los japoneses, que en ese momento contaban con escasos recursos pero mucha habilidad, fue partir por aprender a hacer de manera extraordinaria las cosas que tenían alta demanda en el mercado y sobre la base de ese estándar, iniciar el camino de la superación. Tres casos más.

¿Recuerda quien invento el foco de luz? ¿Quién fue el rey del pop? ¿Cómo se llama el chef peruano con mayor reconocimiento internacional?

Ante la primera pregunta seguro que dirá Thomas Alva Edison, tal como nos enseñaron en la escuela. Sin embargo, la bombilla ya había sido inventada antes por Joseph Swan (quien incluso los comercializaba). Alva Edison lo que hizo fue perfeccionar la técnica de elaboración hasta dar con el filamento que permita una incandescencia de larga duración sin fundirse. Así logró que su primera bombilla permanezca encendida por 48 horas seguidas, logrando por eso reconocimiento internacional.

Michael Jackson se convirtió en el “rey del pop” en los años 80 porque reformó la cultura musical debido al impacto y la amplitud de su influencia, así como por la ruptura de las barreras raciales. Fue considerado por Fred Astaire como el mejor bailarín del siglo XX y por la revista Rolling Stone como el artista visual más importante en la historia de la música. Uno de sus legados más indiscutibles han sido sus innovadoras coreografías . Si usted tiene más de 30 años, seguro ensayó para alguna actuación escolar “el paso lunar”, la coreografia del video “Thriller” o el reconocido paso “anti-gravedad”. Además, Jackson fue de los primeros artistas en incluir en sus conciertos coreografías coordinadas con efectos especiales. También, transformó la manera de realizar vídeos musicales, incluyéndoles una trama argumental, rutinas de baile, efectos especiales o cameos de artistas famosos.

Sin embargo, la gran mayoría de estos pasos no son una creación original, sino una adaptación de pasos de otros grandes bailarines afroamericanos de los años 30, período de auge del claqué o tap dancing, a quienes él admiraba y que lo influenciaron musicalmente. Cuando no fue así, se trató de elementos imitados y mejorados, pues la influencia de artistas como Fred Astaire, James Brown, Gene Kelly, Sammy Davis Jr. entre otros, resulta evidente (El Comercio, 2016).

También podríamos mencionar a Gastón Acuario. Durante los años 90 el reconocido chef español Ferran Adria revolucionó la alta cocina a nivel mundial  al crear un estilo propio que que comenzó con un acercamiento a lo autóctono y al Mediterráneo de los platos heredados de la alta cocina francesa (El Comercio, 2011). Lo llamó “cocina molecular”,  “sabor mediterráneo” o “cocina deconstructiva” (Oppenheimer, 2014, p.79). Con ello, inspiró a muchos chefs a romper con los principios clásicos de la cocina tradicional francesa para atreverse a crear nuevos platos, introduciendo nuevos ingredientes y texturas basándose en sabores locales. Tanto Gastón como su esposa se inspiraron en este movimiento para adaptarlo a la cocina peruana. “Alentado por la posibilidad de utilizar productos selváticos peruanos, Acurio se dedicó a viajar por todo el Perú en el 2002 en busca de nuevos ingredientes, (…) fue de pueblo en pueblo por los Andes, y por el Amazonas, descubriendo qué había en las bodegas y los restaurantes, y terminó escribiendo un libro que tituló Perú, una aventura culinaria” (Oppenheimer, 2014, p.80). Los Acurio iniciaron su innovación en su restaurante Astrid y Gastón (originalmente de cocina francesa) reemplazando la manteca y las cremas por ajíes y hierbas peruanas del Amazonas. Con esto no solo se propusieron crear un nuevo tipo de restaurante, sino que estaban decididos a generar un nuevo movimiento: el boom de la cocina peruana.

Y lo lograron. Se unieron a otros chef peruanos que regresaron de Europa con las mismas ganas de revolucionar la cocina y muy pronto comenzaron a intercambiar ideas y a compartir sus descubrimientos a través de la televisión haciéndolo accesible a todos. Revaloraron por ejemplo los sabores de productos ancestrales como la quinua, impulsando la excelencia y el esfuerzo de los chef, el reconocimiento al ingenio del chef de carretilla y los productores. Es así como poco después nace la feria Mistura. El resto es historia conocida.

¿Qué tienen en común estos tres personajes? En todos estos casos el común denominador es la habilidad para plantearse preguntas frente a la realidad e investigar qué es lo que se hacía en otras partes del mundo para dar solución a aquello que les producía insatisfacción. Pero también el hecho de que ninguno se estacionó en eso, sino que progresivamente se arriesgaron a ir más allá. Tal parece ser, entonces, la mejor ruta para innovar: encontrar y observar a los mejores, esforzarse por imitar sus prácticas hasta llegar a igualar su calidad y después dar el salto a la superación.

La escuela innovadora

El tipo de aprendizajes que la sociedad demanda hoy a la escuela exige prácticas y procesos completamente distintos a aquellos que la tradición normalizó y que ha distinguido por siglos a los sistemas educativos. Es por ello que las prácticas tradicionales no son el escenario de la innovación. Ese puesto lo ocupan hoy las llamadas “buenas prácticas”.

Según Emiliana Vegas (2017) jefa de la División de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo “Innovar es una invitación a ser creativos y pensar fuera de la caja. Sin embargo, esto requiere que primero entendamos los retos que forman precisamente esa ‘caja’… Hoy, más que nunca antes, nuestros niños, niñas y jóvenes necesitan aprender a aprender y a usar esos aprendizajes creativamente para resolver los problemas que enfrentan y las nuevas situaciones que vayan a enfrentar en el futuro. Y, para ello, la escuela debe fomentar no solo las habilidades de leer, escribir y computar, sino también la capacidad de colaborar con otros, resolver problemas de forma creativa, aplicar el conocimiento adquirido e innovar”.

Si analizamos sus palabras con detenimiento, podremos concluir que la innovación supone cambios que no han sido intentados antes, sea que se trate de la enseñanza o de la gestión de una escuela que quiere hacer de los aprendizajes –de aquellos que hoy se necesitan para moverse en el mundo actual- el verdadero eje de su labor. Partimos de la idea de que “aprender a aprender y a usar esos aprendizajes creativamente para resolver problemas” es algo que no se puede lograr por los medios tradicionales, pensados básicamente para transmitir información. Esta tensión entre nuevos fines y medios antiguos es justamente lo que constituye la “caja” que menciona Emilia Vegas y que necesitamos trascender.

La relación entre innovación y buenas prácticas

Podemos concluir entonces que, en el campo educativo, antes de convertirse en un innovador apoyado tan solo en su imaginación y creatividad, todo docente y directivo necesita aprender de las mejores prácticas, observándolas, imitándolas e igualándolas en su calidad. Sólo así podrá dar un salto a la superación de esa práctica a través de la innovación. Recordemos que la innovación se sitúa en la vanguardia de la pedagogía, no en su retaguardia. Por ello, no se trata de hacer más creativas prácticas equivocadas o limitadas, ni de introducir mejoras en los parámetros de una educación convencional.

Si usted, estimado lector, es un directivo o docente de aula, sabe que hoy en día está retado a un cambio de paradigmas, a enseñarle a los estudiantes a utilizar el conocimiento y desarrollar competencias. Este reto implica que en este momento tiene que mirar las buenas prácticas que existen en el mundo. Esforzarse por hacerlo tan bien como lo hacen los mejores y una vez que lo logre intentar ir más lejos si es que lo considera necesario.

Por ello, si desea innovar en su escuela la investigación de las buenas prácticas debe ser el primer paso indispensable. Reúna información sobre experiencias que ya aportaron soluciones a los problemas que afronta su escuela a nivel de la enseñanza y los aprendizajes, experiencias que ya ensayaron con éxito respuestas a sus inquietudes actuales, que ya encontraron una ruta para hacer mejor las cosas, y analícelas a fondo para intentar reproducirlas. Si es necesario, adáptelas a su contexto. P.ej. en el canal de Youtube del Minedu encontrará una lista de reproducción del concurso “Buenas prácticas” donde podrá visualizar la descripción de las estrategias que fueron utilizadas por los finalistas y ganadores.

Como hemos visto hasta ahora, esta es la ruta más “económica”, pues nos evita el esfuerzo de inventar soluciones que no solo ya han sido creadas, sino que además funcionan. No es posible pretender innovar desde la desinformación, apelando solo a la imaginación y la buena voluntad. No todo lo “novedoso” es realmente innovador.

Un caso que ilustra esto es el del profesor Juan  Cadillo, finalista del Global Teacher Prize 2017. Su idea partió del Story Board, un software creado hace décadas para generar un conjunto de ilustraciones mostradas en secuencia a fin de servir de guía para entender una historia. Este dispositivo cumplió una función importante en el mundo del diseño. Lo que hizo Cadillo fue introducirle una modificación para adaptarla al mundo educativo apoyado en sus habilidades en tecnología y usarla para propiciar competencias comunicativas en los niños.

Si usted es un docente que maneja las metodologías que permiten el logro de competencias en los estudiantes, permítame decirle que es un docente apto para introducir innovaciones en los procedimientos y obtener un mejor resultado del que normalmente se alcanza. Por el contrario, si después de un acto sincero reconoce que es un docente que no entiende qué es una competencia ni cómo se desarrolla, por ahora le será difícil idear una innovación pedagógicamente relevante para lograr ese resultado. Pero si se apoya en la estrategia inicial: observar, imitar e igualar a los que sí saben, encontrará el camino de la superación y la innovación estará a su alcance.

Las buenas prácticas suponen exponer a los estudiantes a experiencias que le permitan reflexionar, interactuar e investigar. Todos los profesores están retados a aprender a enseñar de esta manera, es un esfuerzo que debe alentarse y promoverse, pues son las prácticas orientadas en esa perspectiva y su generalización, el mejor caldo de cultivo de la innovación.

“No podemos pretender que las cosas cambien si seguimos haciendo siempre lo mismo” dijo Albert Einstein alguna vez. Parafraseando al genio, nosotros podríamos decir que no podemos pretender una educación cualitativamente superior, si persistimos en enseñar de la misma forma de siempre. Por suerte, hay quienes ya vienen intentando ese cambio con éxito. Lo que nos toca, para empezar, es aprender de ellos.

Lima, 14 de octubre de 2017

Bibliografía consultada

El Comercio (30 de mayo de 2016). Michael Jackson: ¿en quién se inspiró para sus pasos de baile?. El Comercio. Recuperado de http://elcomercio.pe/redes-sociales/youtube/michael-jackson-inspiro-pasos-baile-213402

El Comercio (30 de julio de 2011). Ferran Adriá, el chef que revolucionó la gastronomía mundial. El Comercio. Recuperado de  http://archivo.elcomercio.pe/gastronomia/chefs/ferran-adri-chef-que-revoluciono-gastronomia-mundial-noticia-952178

Oppenheimer, A., (2015), ¡Crear o morir! La esperanza de América Latina y las cinco claves de la innovación, Buenos Aires: Debate.

Vegas, E. (29 de mayo de 2017). ¿Qué se necesita para innovar en educación? Red de expertos. El País. Recuperado de https://elpais.com/elpais/2017/05/28/planeta_futuro/1495994376_692346.html 

 

Vanessa Toribio Vargas
Ex viceministra de Gestión Pedagógica y Asesora de la Alta Dirección en el Ministerio de Educación de Perú (Minedu). Psicóloga con más de quince años de experiencia liderando equipos interdisciplinarios para el sector educación en las líneas de innovación educativa, formación docente, EdTech en educación, desarrollo socioemocional, así como en la gestión de políticas, programas y proyectos educativos. Estudió la Maestría en Aprendizaje, Cognición y Desarrollo, y la Maestría en Integración e Innovación Educativa de la Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido Coordinadora del FONDEP (Fondo Nacional de Desarrollo de la Educación Peruana), Directora en Perú de la Asociación Internacional Mensajeros de la Paz, Especialista de Formación Docente en el programa Construyendo Escuelas Exitosas de IPAE, entre otros. Actualmente se desempeña como consultora senior en formación virtual, temas educativos e investigación en Enacción SAC, colaborando con diversas organizaciones como Enseña Perú, Unesco, Unicef, Ministerio de Trabajo, entre otros. Es miembro del Instituto Educacción.