Alejandro Lillo/ El País
Hace unos días, Laura Freixas publicó en este mismo periódico un artículo titulado ¿Qué hacemos con Lolita?. En dicho texto Freixas critica la actitud de aquellos creadores e intelectuales que, asustados y hostiles al movimiento feminista del #Metoo,“temen que la ideología se imponga a la calidad como criterio supremo” a la hora de valorar una obra de arte. Para desarrollar su argumento y su crítica a esas personas, Freixas recurre a Lolita, la novela publicada por Vladimir Nabokov en 1955. Su razonamiento se basa en una afirmación clara y contundente: Lolita “es una historia de violencia ejercida por un hombre contra una mujer”; una historia “que muestra, e implícitamente justifica, la violación de una niña, la reducción del ser humano femenino a la condición de objeto para el placer masculino”. Ubicados en esas coordenadas, Freixas nos coloca a los lectores en una terrible tesitura: o leemos la novela “para entender cómo el patriarcado manipula en su beneficio, y para nuestra desgracia, la cultura” o, si disfrutamos de la lectura de Lolita sin compartir la apreciación de Freixas, nos convertimos en cómplices de la ideología de la novela justificando así la violación de una niña… leer más