Carolina Trivelli / EDUCACCIÓN
Desde que se anunció la cifra de pobreza 2017 se ha discutido mucho. No es para menos, pues luego de más de 15 años consecutivos viendo reducciones de la pobreza, en el 2017 se dio un cambio en la tendencia y la pobreza subió. Esta mala noticia ha vuelto a poner el tema de la pobreza en la agenda de debate público, lo que es positivo y una de las claves para retomar la senda de reducción de la pobreza.
En los debates sobre las cifras de la pobreza no faltó quien diga que la medida que tenemos de pobreza no es muy buena, que no se mide bien. Por ello conviene repasar aquí lo que está tras este indicador, sus mediciones y su evolución en el tiempo.
Sobre el indicador de pobreza
Primero que nada, se trata de un indicador, solo eso. No mide la verdad absoluta, nos da una indicación del nivel de pobreza en el Perú. La medición oficial de la pobreza en nuestro país es la denominada pobreza monetaria. Es un indicador estándar que se usa en muchos países y por ello permite comparar lo que se mide acá con lo de otros países. Además, como hace muchos años usamos el mismo indicador nos permite ver cómo evoluciona la pobreza en el tiempo de manera fidedigna.
Para identificar quien está en situación de pobreza, se calcula un monto llamado línea de pobreza, que es el monto que en cada lugar (porque se mide en todas las regiones del país) alcanza para comprar la cantidad de alimentos mínimo que debe ingerir una persona (calorías requeridas por cada persona) más un adicional para bienes y servicios básicos (vestido, vivienda, servicios públicos, etc.). Este monto alcanza para lo mínimo necesario para sobrevivir.
Adicionalmente se mide lo que cada hogar consumió y se valoriza a precios locales. Luego se divide entre los miembros del hogar. Si todo lo que yo he consumido es mayor a la línea de pobreza (ese monto que alcanza para lo mínimo), diremos que no soy pobre. Si por el contrario, lo que yo consumí está por debajo de ese monto diremos que estoy en situación de pobre.
Entonces, lo que mide este indicador es si el valor de todo lo que una persona ha consumido (no comprado, consumido, porque incluye autoconsumo, por ejemplo) supera o no el costo de una canasta mínima, básica (muy básica). Nada más.
Este indicador monetario de pobreza no captura todas las dimensiones de la pobreza. Es una medida indicativa de un aspecto de la pobreza y por ello debe usarse siempre junto con otras medidas complementarias, como son las medidas de carencias, de acceso a servicios básicos, de necesidades básicas insatisfechas y otras tantas disponibles hoy para nuestro país.
Hay otros indicadores de pobreza que miden más que solo si tengo capacidad de consumir lo mínimo o no. Muchos de ellos buscan incorporar factores adicionales como si tengo acceso a educación de calidad o a agua segura o a una vivienda digna. Son medidas complementarias muy útiles, pero difíciles de comparar (una vivienda digna no tiene los mismos materiales en la costa que en la selva, o en lo rural o en lo urbano, por ejemplo).
En nuestro país todavía no tenemos una medida multidimensional oficial, como si lo tienen otros países de la región como México, Chile, Colombia, El Salvador, Costa Rica y Ecuador. Pero, si tenemos varias mediciones de dimensiones complementarias a la medida de pobreza monetaria que, vistas en conjunto ayudan a entender el perfil y las características de la pobreza, de los varios tipos de pobreza que hay.
Sobre cómo se mide la pobreza monetaria
Esta medición la hace el INEI anualmente a partir de la información que se recoge con la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO). La ENAHO es una encuesta grande. Se visitan más de 30 mil hogares de todo el país, de todas las regiones, a lo largo de todo el año. Como mencioné la ENAHO se basa en una metodología conocida, cuyos detalles están a disposición de quien quiera conocerlos en la web del INEI. Se usa la misma metodología y prácticamente el mismo cuestionario, y los mismos protocolos de levantamiento de información por lo menos desde el 2004. Eso asegura la comparabilidad en el tiempo de las medidas.
Pero más allá de ello, el INEI cuenta con una Comisión Consultiva para la medición de la pobreza y otros indicadores sociales desde hace varios años. Cada año esta comisión, formada por expertos del sector público, por representantes de entidades privadas que trabajan el tema de un grupo de expertos independientes, acompaña el proceso de levantamiento de información, procesamiento y análisis de la ENAHO. Esta comisión además cuenta con el apoyo técnico de organismos internacionales como el Banco Mundial, el BID y UNFPA. La comisión añade transparencia, neutralidad y calidad a la medición de la pobreza monetaria.
Todo esto para decir que la forma en la que se mide la pobreza monetaria es técnicamente sólida y transparente. Esto no quiere decir que sea perfecta. Siempre hay cosas que mejorar, como siempre se detalla en la declaración que hace la Comisión Consultiva junto con el anuncio de las cifras de pobreza.
¿Qué nos dice la última medición?
Lo que todos sabemos ya, la pobreza subió luego de más de 15 años cayendo. Subió un punto porcentual. Pasó de 20.7% a 21.7%. Esto quiere decir que de cada 100 peruanos casi 22 no tienen un consumo que les permita acceder a esa canasta (muy) mínima definida por la línea de pobreza. Nos les alcanza.
Si bien que haya subido la pobreza es una mala noticia, hay que tener en mente que el indicador de pobreza ha venido cayendo de manera importante desde inicios de los años 2000. Para darles una idea, en el 2005 el 55% de los peruanos, más de la mitad, estaba en situación de pobreza, hoy eso, a pesar de la subida del 2017, está en menos de la mitad.
Buena parte de este incremento en la pobreza en 2017 se explica porque, también por primera vez en muchos años, subió la pobreza en Lima Metropolitana de 11% (2016) a 13.3% (2017%). Como vemos a 13 de cada 100 limeños no les alcanza para consumir lo mínimo.
La pobreza rural ni subió ni bajó, pero por lo mismo sigue siendo parte fundamental del problema pues continuó siendo muy alta 44.4%, más de tres veces la tasa de pobreza urbana. A casi 45 de cada 100 pobladores rurales no les alcanza para consumir lo mínimo.
Las personas en situación de pobreza, es decir a las que nos les alcanza para consumir el mínimo calculado por la línea de pobreza, viven mayoritariamente en la sierra del país. Menos de la cuarta parte de todos los peruanos en pobreza vive en grandes ciudades (de más de 500 mil habitantes), el resto vive en ciudades intermedias, ciudades pequeñas, pueblos y en lo rural. La mitad de los peruanos en situación de pobreza en las ciudades intermedias, ciudades pequeñas y pueblos dependen de actividades relacionadas con el agro (producción, transformación, comercialización, venta de insumos, transporte, etc.) o de otros recursos naturales (bosques, paisajes, ríos, lagos, etc.). Por ello no es solo que la pobreza está sobre todo fuera de las grandes ciudades, sino estrechamente relacionada a lo rural y al agro. Si queremos reducir la pobreza es ahí donde tenemos que poner buena parte del esfuerzo.
El desafío ahora es retomar la senda de reducción de pobreza, para ello tenemos mucho que hacer.
- Primero, entender bien a las personas en situación de pobreza, sus actividades, preferencias, sus entornos, para que las acciones realmente sean las adecuadas. Para ello hay que analizar la pobreza, pero sobre todo discutir sobre ella.
- Segundo, volver a poner el tema de la eliminación de la pobreza en el debate de las políticas públicas y de la agenda de desarrollo del país, para priorizar los esfuerzos y recursos necesarios para poder reducirla. No podemos soñar con ser un país desarrollado si una parte importante de nuestra población no logra ni siquiera consumir lo mínimo para sobrevivir.
- Tercero, reconocer que la pobreza, en la mayoría de los casos no es culpa de las personas en pobreza, es apenas una circunstancia que les ha tocado y por ende requieren de apoyo; y generalmente de varios apoyos a la vez.
- Cuarto, no se trata solo de lograr más crecimiento o solo programas sociales, sino de hacer muchas cosas al mismo tiempo: crecimiento económico, programas sociales focalizados, más y mejor educación y salud pública, más y mejor infraestructura, etc.
- Quinto, todos sumamos, todos tenemos que comprometernos con lo que hacemos para hacerlo mejor y con ello contribuir no solo a reducir la pobreza, sino también a evitar que los niños que hoy viven en pobreza, se queden en dicha condición. Tenemos que romper la reproducción intergeneracional de la pobreza.
Eliminar la pobreza es posible y es nuestra obligación lograrlo. Tomará algún tiempo pero debemos trabajar para asegurar que los niños y niñas que hoy se encuentran en situación de pobreza tendrán un futuro mejor, marcado por su esfuerzo y por nuevas oportunidades, y no por la circunstancias en las que les tocó vivir.
Lima, 04 de junio de 2018