Kimberly Alarcón Rojas | EDUCACCIÓN
El paso de la selección nacional de fútbol por la Copa Mundial Rusia 2018 le ha hecho saborear al país un poco de alegría y optimismo. Ha sido interesante ver y compartir la algarabía de tener a un equipo peruano participando en una copa mundial después de tantos años, desde ese lejano 1982.
Menos lejano se siente ese 1982 cuando recordamos que en esa década nuestro país estaba empezando a vivir uno de los momentos más críticos de su historia democrática. Hacia ese año se habían dado los primeros ataques terroristas en Ayacucho, Apurímac y Huancavelica, los cuales recrudecerían meses más tarde en los atentados de Lucanamarca y Uchuraccay. Las consecuencias de ese periodo de conflicto armado interno cambiaron el rostro de nuestra sociedad y dejaron marcada una huella que no se debe olvidar.
¿Por qué vinculo estos dos temas tan diferentes entre sí? Porque en ambos casos la memoria frágil hace que olvidemos detalles cruciales haciendo que nuestra visión sobre el tema tenga varios sesgos. Por ejemplo, algunas personas recordaban románticamente la antigua participación de Perú en España 1982, olvidando un poco el desempeño del equipo y la despedida con pérdida por goleada; comparaban aquel idílico equipo con el actual, y este les parecía aún insuficiente, un poco escaso de las estrellas de antes y, peor aún, si consideraban el penal fallado. Así también, a veces se habla del terrorismo con poca frecuencia, poca información o poca empatía o incluso con intención de ignorar detalles clave, olvidando mencionar las condiciones sociales y económicas que fermentaron tales ideas de terror, condiciones que, dicho sea de paso, con el aumento de la pobreza y la desigualdad estamos actualmente volviendo a repetir.
Para hablar de eventos del pasado, también necesitamos información y orientación cuidadosa, sobre todo en temas tan delicados como el terrorismo. El Estado tiene la obligación de enseñar en las escuelas lo que pasó durante el periodo de conflicto armado interno y de describir con rigurosidad lo ocurrido, así como se ha hecho en la muestra del Lugar de la Memoria, con el fin de generar mayor autoconsciencia y solidaridad entre peruanos y peruanas.
Por otro lado, nosotros tenemos el deber de informarnos, de conversar con nuestros pares o en la familia, de aquello que representa un reto a la memoria del país y a su futuro. Hay que cuestionarse situaciones, sacudirse un poco de las comodidades o de ideas cómodas que nos enceguecen y nos mantienen en una situación de confort egoísta o indiferente. Decía Rosa de Luxemburgo “quien no se mueve no escucha el ruido de sus cadenas”. De la misma manera, debemos cuestionarnos la historia que nos contamos a nosotros mismos, sea la de realidad social, del fútbol o de nuestro statu quo como país, para ajustarnos lo más posible a la verdad, aprender de ella y asegurar mejores pasos hacia el futuro. Solo con memoria podremos ser el país que necesitamos ser en nuestro Bicentenario.
Lima, 05 de julio de 2018