Patricia Andrade / EDUCACCIÓN
Presidente Vizcarra, hoy me ha devuelto la esperanza. No es una esperanza ilusa, sino más bien activa y también vigilante. Le diré por qué.
Usted nos dice que, para luchar contra la corrupción que hoy nos desangra y debilita, “requiere del compromiso y la participación de todos…” y nos convoca a trabajar juntos para devolvernos el país justo, con desarrollo sostenible e inclusivo, al que aspiramos y que merecemos. Nos recuerda que “Se requiere de ciudadanos comprometidos con la República, dispuestos a conocer lo qué pasa y tomar una posición de participación en la solución del problema”.
Así, nos pide apoyo, que no es un cheque en blanco, sino una participación decidida y comprometida para erradicar los problemas que nos afectan. Es decir, una ciudadanía activa, que nos lleve de la indignación a la denuncia, pues el silencio nos hace cómplices. Y eso, lo reconoce usted bien, requiere no sólo de voluntad sino de conciencia crítica. Se trata de “cambiar paradigmas” para liderar un cambio efectivo.
Y así como la corrupción nos mata, porque destruye nuestros sueños como país, hay otro enemigo que debemos vencer, que nos está matando a las mujeres y, lo dice usted con todas sus letras: el machismo. Reconoce que el marco político normativo que tenemos es insuficiente: “una de las principales causas de la violencia es la falta de un enfoque de género en las políticas públicas, seguido de la existencia de patrones arraigados en el machismo”. Desde ahí se compromete a “prevenir, proteger y atender” y ofrece aprobar la Ley de Igualdad de oportunidades y, nuevamente, nos convoca a esta tarea: “Tenemos que corregir esta cultura machista y erradicarla de nuestras familias, proteger a las víctimas y sancionar con firmeza a los criminales…”. Nos dice, además: “les pido con humildad que cada uno de ustedes, en sus trabajos y en sus hogares asuman el compromiso de terminar con el machismo, denunciar la violencia contra las mujeres y erradicar el feminicidio”.
Señor presidente, para estar a la altura de lo que nos pide, hay algo fundamental que usted no ha mencionado, y es lo que la educación debe garantizar: los aprendizajes contenidos en el Currículo Nacional. Esos aprendizajes, que buscan preparar a nuestros jóvenes para la vida en democracia, hoy están en el ojo de la tormenta, porque fuerzas conservadoras y grupos de poder que utilizan la religión con fines políticos, han interpuesto una demanda absurda.
Ahora es cuando el poder ejecutivo debe cerrar filas, con usted a la cabeza. Porque si es un asunto de educación pública, es un asunto de todos. Porque se trata de poner por delante el interés superior de niños y adolescentes, además de la viabilidad de la democracia en nuestro país. Garantizarlo no es sólo un derecho, sino un deber del gobierno que usted lidera.
A partir de este currículo es que nuestros estudiantes serán capaces de…
- Valorar, “sus propias características generacionales, las distintas identidades que lo definen, y las raíces históricas y culturales que le dan sentido de pertenencia” para así ser un país que se sostiene y avanza desde su diversidad cultural.
- Actuar en la sociedad promoviendo la democracia como forma de gobierno y como un modo de convivencia social; y, también, la defensa y el respeto a los derechos humanos y deberes ciudadanos.
- Colabora con los otros en función de objetivos comunes, regulando sus emociones y comportamientos, siendo consciente de las consecuencias de su comportamiento en los demás y en la naturaleza.
- Asumir la interculturalidad, la equidad de género y la inclusión como formas de convivencia para un enriquecimiento y aprendizaje mutuo.
- Asumir posturas críticas y éticas para tomar decisiones informadas en todos los ámbitos de la vida y del conocimiento; utilizar o proponer soluciones a problemas derivados de sus propias acciones y necesidades, considerando el cuidado responsable del ambiente.
Estos son solo algunos de los aprendizajes más relevantes para la construcción de una ciudadanía crítica, comprometida, firme en la defensa de los valores que propone el Currículo Nacional y que tanto necesita nuestra sociedad, y que usted ha señalado en su discurso como la principal deuda de calidad que la educación tiene con el país.
Ninguno de los que realmente queremos trabajar por un país libre de violencia y de corrupción, un país más justo e igualitario, podríamos estar en desacuerdo con ellos. ¿Por qué entonces hoy depende de una decisión del sistema judicial el avanzar o retroceder en esta dirección?
Felicitamos la contundencia con que se ha comprometido a erradicar la violencia de género y a aprobar la Política Nacional de Igualdad de Género, como “principal instrumento orientador de comportamientos sociales libres de discriminación contra las mujeres“. Pero ello no basta. Porque cuando el machismo venga de casa, como de hecho viene, nuestros docentes necesitarán estar preparados y contar con las herramientas pedagógicas que le permitan trabajar para erradicarlo en la escuela. Para eso sirve el currículo nacional. Por ello esperamos que, con la misma contundencia con que afirma la igualdad de género, defienda el derecho y el deber de hacerlo vida en la escuela, por el bien del país.
Entonces nos toca pedirle, señor presidente, que no retroceda. Sabemos que no será fácil, la arremetida será fuerte, pero acá estaremos los ciudadanos que usted convoca, para cerrar filas. Por eso me quedo hoy con la esperanza, que no es esperanza ilusa, sino una activa y vigilante.
Lima, 3 de agosto de 2018
Para citar este artículo en APA:
Andrade, P. (2018). Por la ciudadanía y el país que anhelamos. Educacción, Año 4 (44). https://bit.ly/2MdLa96