Rafael Camilo Salgado Olivera
25 de febrero a las 3:58
A mí, Rafael Camilo Salgado Olivera, una persona llamada Juan Borea me uso para su placer, cuando solo yo era un niño, tenía menos de 10 años. Qué lo llevaría a pensar que yo no diría nada en esa época, quizás que a mi padre que fue militante del MRTA lo asesinaron, quizás que era muy pobre también y, claro, que necesitaba mucho estudiar, salir adelante, pero nada justifica eso. NADA. No sé por qué digo esto, en este justo momento, pero dos cosas si me motivan, uno, definitivamente todo el dolor q siento, lo segundo, ¡que a ningún niño le debe pasar JAMAS! ojala esto ayude a eso.
Ismael Muñoz Gonzales
28 de febrero a las 9:24 ·
En el año 1997 mis papas, mi hermana y yo decidimos que nos cambiaríamos de colegio al Héctor de Cárdenas. Mi hermana ya estaba en su penúltimo año, pero yo recién iba a comenzar la secundaria. Fue ahí que conocí al director del colegio, Juan Borea. Siempre fui un niño muy inquieto y más de una vez los profesores me sacaron del salón por 10, 20 minutos o el resto de la clase. Pero una vez la profesora no solo me pidió que salga del salón sino que también vaya a la oficina del director ya que él hablaría conmigo sobre mi conducta. Yo tenía recién unas pocas semanas en el nuevo colegio y estaba en 1ero de secundaria. Tenía 11 de años de edad. Nadie me explicó cómo funcionaban las cosas. Así que muerto de miedo fui a su oficina y le expliqué lo que había pasado. Después de decirme que lo que había hecho era un acto de indisciplina, me dio dos salidas. O me ponía una amonestación o tenía que hacer alguna prueba física.
Evidentemente, para librarme de la amonestación opté por la prueba física. ¿En qué consistía? Primero se sentó en una silla frente a mí y me pidió que me pusiera de pie. Luego me pidió que me saque uno de los zapatos y ponga el pie sobre su muslo, mientras yo daba saltos con la otra pierna. Esto debió haber durado poco menos de 1 minuto y durante todo este tiempo siempre le di la espalda así que no podía ver ni movimientos ni expresiones de su parte. Solo sentía sus manos agarrando mi pie sobre su muslo y la fricción por los saltos que daba. Eso fue todo. Nunca más volvió a pasar. Supongo que en aquel momento no me di cuenta de lo que había vivido y tal vez recién hasta hace poco vengo realmente a entenderlo del todo.
Poco tiempo después, me enteré de las bromas que hacían algunos amigos al respecto. El “castiguito” lo llamábamos. Era muy normal reírnos y molestarnos el uno al otro con eso. Pero siempre era como un rumor. No recuerdo a ninguno de mis amigos haber dicho “Juan a mí me hizo el castiguito”. Así que yo tampoco lo dije. Nunca le conté a ninguno de mis profesores, amigos o familiares lo que había pasado y preferí guardarlo dentro de mí, diciéndome “no es nada, no es nada, Juan es un buen tipo”. Y así ha quedado guardado todos estos 20 años. Incluso, hace unos años un amigo de una promoción mayor a la mía me llamó a preguntarme si yo había sido víctima de esto o si conocía a alguien que lo había sido. Una vez más dije que no. Lo siento Javier, ahora sé que en ese momento debí habértelo contado. En ese momento en el que estabas preocupado por tu hermano menor y por otros chicos del colegio. Pero una vez más callé. Siempre callé. Hasta hoy.
Gracias Rafael Camilo Salgado Olivera por tu valentía y haber sido el primero en contarlo. Y gracias a los que mostraron su apoyo hacia él. Sobre Juan, supongo que no le guardo rencor. No lo sé, tal vez aún no sé cómo procesar mi sentimiento hacia él. Siempre lo vi como alguien bueno dispuesto a ayudar. Pero supongo que una cosa no quita la otra. De lo que sí estoy seguro es que estos hechos nunca debieron pasar, y que Juan tiene que dar la cara, disculparse, explicar lo que tenga que explicar y aceptar su responsabilidad. Por su bien y el de los demás.
Gabriel Acevedo Velarde
27 de febrero a las 18:21
Sobre el post de Rafael Salgado… para resumir: yo también sufrí la misma experiencia de abuso sexual por parte de Juan Borea Odría. Hace no mucho pensé en hacerla pública, pero entre la vergüenza y no saber qué caminos tomar exactamente, el impulso se diluyó. Gracias a Rafael, mi caso y el de otros están saliendo a la luz.
Daniel Mercado
28 de febrero a las 17:59
No todo es color de rosa en la vida y a algunos nos tocó vivir experiencias muy difíciles de chicos, considero oportuno y necesario dar mi testimonio de un suceso.
Por mí y para que no sucede más.
El sábado un compañero de aula del colegio “Héctor de Cárdenas”(Rafael Salgado) publicó en su cuenta de Facebook que el director de dicho colegio, Juan Borea, lo “uso para su placer” cuando él era un niño menor de 10 años.
Leer eso me conmocionó al punto de sentir un mareo. Sentí pena por la situación que le tocó vivir a mi compañero de aula Rafael, y también admiración por su coraje y valentía al ser el primero en denunciar públicamente este hecho.
Pero no sentí sorpresa, porque a mí, el señor Juan Borea Odría, director del colegio “Héctor de Cárdenas”, también me “uso para su placer” cuando yo era un chico de 12 años en el año 1995. Fueron dos ocasiones en las que Juan Borea abuso de mí con tocamientos indebidos. La primera vez creo que no me di cuenta de que había sucedido (los detalles están en mi testimonio en el link) quizá por pavo o inocente…. Pero en la segunda ocasión claramente me di cuenta de lo que estaba sucediendo y creo que mi desagrado se notó, quizá por eso me libré de que vuelva a suceder.
Durante 21 años he tenido una ira silenciosa, una pena, un dolor sonso, vergüenza e impotencia. Con los años, contrariamente a lo que sucede con otro tipo de situaciones, estos sentimientos se intensificaban y se volvían más recurrentes.
Consideré increpar al señor Borea y decirle que era un abusador de menores, “sacarme el clavo”, pero ciertamente no lo busqué para eso, esperaba encontrármelo casualmente, quizá encubriendo mi miedo y la vergüenza.
Pero gracias al testimonio de Rafael, sentí que era el momento de enfrentar ese temor y contar mi verdad. Por dos razones….
1) El niño que en la oficina de este sujeto pasó por ese abuso tiene que volver a su hogar, me refiero a que siento que una parte de mi niñez se quedó ahí atrapada. Bueno, ya es hora de quitarme esa mochila de culpa y dejársela al verdadero culpable: Juan Borea Odría, y volver a mí, entero, y estoy seguro que esto será sanador y liberador para mí.
2) Y también por los demás chicos que podrían pasar por esto…. Tengo varios amigos cercanos con hijos que entrarán a la vida escolar pronto y no me perdonaría no avisarles a ellos, y a todos en general, que este sujeto me hizo eso a mí y le puede pasar a cualquiera (de hecho, han salido otros ex alumnos a contar que pasaron por lo mismo).
Espero que esto sirva de algo.
Ines Kudo
28 de febrero a la 1:13
Escribo desde el dolor, no desde el shock. Desde el dolor, muy hondo, de hablar sabiendo que contribuiré a causar daño a alguien que fue importante en mi vida, Juan Borea. No ha sido una decisión para nada fácil, pero el silencio en este momento no es una opción personal aceptable.
Para muchos ex alumnos del HdC, esto no es noticia, y lo han dicho. Como dice mi hermano, lo sabíamos y no lo queríamos saber, y hoy duele reconocerlo. Pero en el fondo, éramos niños y niñas tratando de normalizar, con bromas, algo intolerable. No había adulto alrededor que nos dijera que eso era inaceptable. Es con esa sensación de cochina complicidad, que ningún niño merece, que tal vez ninguno de nosotros haya mencionado esto a sus padres en aquel entonces. Y así, los que llevaron la peor parte, no vieron más opción que callar. Al fin, eran bromas, castiguitos, nadie parecía darle tanta importancia.
No siendo una víctima directa, conozco varios. Sé sus historias. Se repiten. Hace casi 20 años, con información específica de uno de ellos (historia igual a la que cuenta Rodrigo Gutierrez), confrontamos a Juan. Con miedo e indirectamente, a través de sus pares y asesores, y sin elementos para llevar nada más lejos. No lo negó entonces. No lo puede negar ahora. Se alejó del colegio un tiempo. No lo ha vuelto a hacer, me dicen; ha cambiado. Y eso quiero creer. Y las nuevas generaciones de ex alumnos parecen haber tenido “otro Juan”, lo respaldan, lo defienden. Testimonio que la gente puede cambiar. Pero eso no borra el pasado. No exime de responsabilidad. No basta para reparar.
Sé que están también muy dolidos varios compañeros que no sabían nada. No reconcilian la imagen de Juan con esta nueva información. Eso lo puedo entender. A ellos les pido, por favor, back off. Procesen la información en privado, convérsenlo con su gente, con sus promociones. Vayan y acompañen a Juan, si eso es lo que quieren hacer. Pero por favor, no devuelvan su bronca y su shock hacia quienes han levantado su voz. Entiendo su lealtad a Juan. Pero pedir a una víctima de abuso infantil, a un compañero de la infancia, que presente pruebas; cuestionarlo por no denunciar antes, exigir que siga la vía legal de un delito que posiblemente prescribió, en un país donde la justicia no funciona, no es más que una revictimización, totalmente carente de empatía y en extremo peligrosa. Cada uno es libre de elegir a quién creer. Los argumentos lógicos aquí están de más. Tan fuera de lugar que son agresiones en sí mismas y contribuyen a que en el futuro las víctimas prefieran callar. Yo sé que lo hacen por afecto, y no con el afán de herir, pero back off, porque esas palabras no defienden a nadie, solo hacen daño.
Se tendrá que investigar y aclarar, dicen los más cautos, y con toda razón, y la verdad saldrá a la luz. Esa es una vía. No es la más humana. Lo más decente, Juan, es que cierres esto de una vez, reconozcas, pidas perdón, expliques lo que tengas que explicar, y asumas las consecuencias. Que repares, aunque sea tarde. Y sé que lo harás, o al menos, eso quiero creer. Que la verdad saldrá de ti, y que será una que valide el testimonio de estos chicos, nuestros compañeros.
Fil Uno
2 de marzo a las 20:26 – Lima
Señoras y señores, como agraviado de Juan Borea, debo decir que las famosas cosquillitas no nos hacían reír en absoluto, el situaba el pié descalzo sobre sus muslos y frotaba la planta de nuestros pies generando calor y sonroje y sudor, muchas veces además estábamos con la cara volteada, pero de verlo a juan estaba rojo como un tomate, sudoroso y jadeaba, lo más parecido que conozco a una masturbación. Esto se daba a puerta cerrada y sistemáticamente, era como que te agarraba de punto. Si se tiene en cuenta que practicamente todos los agraviados eramos de familias con padres separados, becados, con disfunciones familiares de todo tipo, y que fuimos decenas de niños pre-púberes, bueno, ahí tienen un poco más de información complementaria de primera mano.
Camila Gianella con Elisenda Estrems y 9 personas más.
2 de marzo a las 4:24 · Lima, Departamento de Lima, Perú
Yo no estuve en el Héctor de Cárdenas, pero amigos y amigas a la que quiero mucho con la que crecí, fueron a ese colegio, algunas de estas personas están denunciado haber sido fueron víctimas de abusos sexuales de Juan Borea. Varias cosas:
1) El castigo de Juan Borea de las coquillas, era un castigo que aplicaba en su condición de director, de autoridad, sólo a los niños, para no “acusarlos con sus padres” se aprovechaba del miedo, de los niños de ser denunciados con sus padres, y de sus sentimientos de culpa, con lo que lograba silenciar a las víctimas;
2) los hechos denunciados se dieron dentro de un colegio, con más profesores que al parecer no hicieron nada para denunciar los hechos; o para parar esta práctica del castigo de las cosquillas, sería bueno que los ex profesores, y/o profesores expliquen por qué no hicieron nada para proteger a sus alumnos, menores de edad que estaban bajo su responsabilidad (algunos profesores eran muy jóvenes, pero esa no es excusa);
3) La Comunidad Héctor de Cárdenas espero que ayuden a conocer la verdad, antes de pensar siquiera en la reconciliación. Espero que ex alumnos del colegio, ex profesores y profesores y ex miembros y miembros de la comunidad ayuden a aclarar esto, y si callaron, y se comprueban las denuncias (personalmente no me queda duda, pero bueno hay presunción de inocencia) que asuman su responsabilidad. Un delito es un delito, y hacer espíritu de cuerpo frente a estos casos lamentablemente los hace cómplices. Entiendo que puede ser difícil pero es momento de ponerse con las víctimas y dejar de pensar si se le hace daño a Juan Borea, que de comprobarse los hechos, hay que entender que él sólo se metió en esto, que ya ha hecho mucho daño por muchos años de manera impune, confiando en que su comunidad lo protegería (como lo ha hecho hasta hoy).
Fuente: Facebook / Lima, febrero-marzo 2017